domingo, agosto 19, 2007

Mas gasto en hipotecas, menos consumo

lunes 20 de agosto de 2007
Más gasto en hipotecas, menos consumo
LA adquisición de la vivienda habitual significa para la familia media española, según datos del Banco de España, algo más de siete veces la renta anual disponible. Medido desde otra perspectiva, esa misma familia media tiene que dedicar el 45 por ciento de su renta anual para amortizar la financiación asumida para adquirir esa vivienda. Estos dos datos delimitan la situación de millones de familias que adquirieron su vivienda habitual durante los últimos años, con precios que crecían en torno al 15 por ciento anual en términos reales, y en unas condiciones financieras muy favorables por mor de unos tipos de interés bajos y con plazos de amortización largos, entre 25 y 35 años. Ahora las condiciones han cambiado. Los tipos de interés se desplazan al alza de tal manera que la renovación del tipo de referencia supone entre un punto y un punto y medio de encarecimiento sobre el anterior. Y los plazos no pueden estirarse más, de manera que es sencillo recortar el coste del vencimiento mensual a costa de reducir la amortización del principal.
En resumen, el coste hipotecario ha crecido el equivalente a añadir dos amortizaciones adicionales a las doce naturales del año. Así que las familias tienen que dedicar más recursos, más renta, a la amortización de su hipoteca que financia algo tan prioritario como el hogar donde reside. El efecto inmediato de esa situación no puede ser otro que una reducción del consumo familiar: lo que tiene que ir destinado a la amortización hipotecaria, lógicamente, se detrae de otros gastos, lo que afecta al consumo familiar. La subida de los tipos de interés ha puesto en cuarentena cualquier alegría de gasto y, por tanto, pone freno al ritmo de crecimiento económico, basado en el consumo de las familias.
Los datos facilitados por las entidades financieras no evidencian aún un crecimiento significativo y preocupante de la morosidad (situada el pasado mayo en el 0,7 por ciento de los créditos vigentes), pero la tendencia de este año es al alza y hay que tomar nota de ello. Sí se ha notado más un retroceso en los índices de puntualidad de las amortizaciones, que es siempre anticipo de un crecimiento significativo de la morosidad efectiva, fenómeno que suele dar la cara meses después de producirse. Además, se trata de fenómenos con mucha inercia: una vez puestos en marcha, su corrección es lenta y costosa. El factor clave para sostener el modelo reside en los niveles de empleo, que son los que determinan el buen fin del crédito hipotecario. Mientras las familias mantienen el nivel de ingresos -su renta disponible- las hipotecas se pagan. Y para que el empleo se mantenga es imprescindible que la economía no se deteriore y se mantenga el crecimiento. Más claro aún: el empleo refleja confianza, consumo y crédito; el desempleo implica falta de crecimiento y estancamiento. O en el peor de los casos, recesión. El problema real no es que las hipotecas sean más caras; la cuestión de fondo radica, globalmente, en la confianza y la credibilidad en el sistema.

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