martes, agosto 28, 2007

Maria Maizkurrena, La voz

La voz
28.08.2007 -
MARÍA MAIZKURRENA m.maizkurrena@diario-elcorreo.com

Un amigo mío tiene una amiga en la ciudad de Cork, en Irlanda. Su amiga escribe una columna en un diario local y, hace dos semanas, introdujo en una de sus colaboraciones un personaje de ficción que se llamaba Mary O'Byrne. Poco después recibió una llamada telefónica y una voz de mujer, grave y lenta, le dijo «Hola. Soy Mary O'Byrne». Tras esto se hizo un corto silencio. Entonces la amiga de mi amigo, sobreponiéndose a la sorpresa, dijo algo así como «usted dirá» o «qué se le ofrece»· «Bueno», respondió la voz de Mary O'Byrne, «usted me citaba en su artículo de ayer». La amiga de mi amigo trató de explicarle que no la citaba a ella, que se trataba, sin duda, de una casualidad. Pero la voz insistió. «Yo jamás dije las palabras que usted puso en mi boca». La amiga de mi amigo se creyó obligada a dar por terminado el diálogo con algún tipo de explicación. «Mire; esto es un malentendido. Comprenderá que no es culpa mía. Y ahora, si me permite, tengo cosas qué hacer». Y colgó el teléfono, pensando que el asunto estaba zanjado. Pero aquella noche sonó el teléfono y de nuevo era Mary O'Byrne que le pedía explicaciones. «Perdone. ¿Ha pensado usted que tal vez no sea la única Mary O'Byrne en esta ciudad?». No le dijo que Mary O'Byrne era un personaje de ficción, porque creyó que, dada la terquedad y la estulticia de la Mary O'Byrne real (si es que realmente se llamaba así) eso sólo empeoraría las cosas. Aunque le costó dormir, pues hacía cábalas automáticamente sobre cómo aquella persona se habría hecho con su número de teléfono, por la mañana se había olvidado del asunto. Sin embargo, Mary O'Byrne volvió a llamar. No entendía que se pudiera utilizar su nombre sin conocerla y sin su conocimiento. «Quizás eso pudiera enmendarse... Si nos conociéramos personalmente, quiero decir». Y le propuso quedar en el puente de San Patricio, a lo que la amiga de mi amigo respondió que de ninguna manera. La voz grave, lenta y algo dubitativa de Mary O'Byrne y sus ilógicos razonamientos le producían escalofríos. No descartaba que pretendiera vengarse de quien había usado su nombre, tirándola al río. Adivinando sus temores, Mary O'Byrne le propuso quedar en la esquina de St. Patrick's Street con Drawbridge Street, pero, por supuesto, su interlocutora rehusó. En los días siguientes, ésta evitaba coger el teléfono con alguna excusa. Si levantaba el auricular y escuchaba la voz lenta y algo dubitativa de Mary O'Byrne colgaba de inmediato. Llegó un momento en que no volvió a contestar a ninguna llamada. Los timbrazos en el silencio del piso eran desagradables, así que ha dado de baja la línea fija y ya sólo utiliza el móvil. Esta semana ha recibido en su correo electrónico un mensaje que decía: «Hola. Soy Mary O'Byrne». Pero al menos no puede escuchar su voz.

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