martes, agosto 14, 2007

Maria Maizkurrena, Enjambres

Enjambres
14.08.2007 -
MARÍA MAIZKURRENA m.maizkurrena@diario-elcorreo.com

No he visto las Perseidas, las lágrimas de San Lorenzo, pero me pregunto si tendrán el aspecto de un enjambre de estrellas, aunque creo que no. Mi amiga Irene Lejarreta tampoco las ha visto, pero hace poco soñó que entraba en una película de Tim Burton y en el ojo vacío de una bruja veía el rostro del verano. ¿El rostro o la cara?, le pregunté yo. El rostro, que viene del latín rostrum, pico, contestó ella. No me explicó por qué. Según mi amiga Irene, el rostro del verano es un enjambre. ¿Un enjambre de qué cosa?, pregunté yo. De cuerpos, de coches, de estrellas, de topillos. De todo. De cosas abigarradas que se mueven bajo el sol. De cuerpos vivos y muertos arrastrados por fuerzas poderosas, como la oferta de paraísos turísticos o el valor de las hipotecas, o el clima, que cada año -avisa la Organización Mundial de Meteorología- nos proporciona los registros con más fenómenos extremos desde que existen registros. En el Reino Unido no llovía tanto en primavera desde 1766. Alemania ha conocido una sequía sin precedentes, Bulgaria, el verano más caliente de su historia. Hemos tenido suerte en la cornisa cantábrica, con nuestros maravillosos días nublados. En India han padecido una ola de calor, mientras que en el hemisferio sur el invierno ha sido insólitamente duro. La Humanidad es un enjambre densísimo y, por tanto, allá donde hay una inundación, un huracán, una migración originada por la prosperidad, por la pobreza o por la sequía, hay gente lista para la muerte. El clima da un manotazo, o un picotazo, y, caiga donde caiga el golpe, es seguro que pillará debajo a una parte del fecundo enjambre. En los campos de Castilla, los topillos mueren y nacen a miles, dicen que como parte de un ciclo natural favorecido por inviernos demasiado suaves y por una forma de tratar los campos que los contempla como materia inerte, sin interacciones y sin ciclos, salvo los de las estaciones, que también están cambiando. Otro ciclo, el de los monzones, se ha duplicado, y las lluvias torrenciales en los trópicos han producido 10 millones de desplazados. Recuerdo ahora que los enjambres de abejas, y las colmenas, claro, estaban siendo afectados por una alarmante mortandad. El asesino, dicen, es múltiple: los desarreglos en los cambios estacionales, los pesticidas y hasta la globalización, con la presencia de un parásito importado de Asia. Esto lo ha demostrado el Centro Apícola de Guadalajara. Las empresas de telefonía móvil deberían celebrarlo, pues otro centro de investigación, este alemán, les seguía la pista como sospechosas. Entretanto los topillos, perdón, los enjambres humanos, mandan sus avanzadillas al Gran Norte, donde el hielo se funde. Hay petróleo, gas y minerales bajo ese hielo.

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