viernes, agosto 31, 2007

Manuel Rodriguez Rivero, Spiderman cojuelo

viernes 31 de agosto de 2007
Spiderman cojuelo
POR M. RODRÍGUEZ. RIVERO
NOS decían que la Naturaleza copiaba al Arte. Ahora sabemos que la Ciencia remeda al Cómic. Leo en las páginas de «Ciencia y Futuro» de este diario -constante fuente de inspiración a las que reitero mi agradecimiento- que está a la vuelta de la esquina la fabricación de un traje o vestimenta integral que, aprovechando la teoría de la atracción molecular de Van der Waast (he consultado Internet, no vayan a creer que escribo a tontas y a locas), y mediante el empleo de nanotubos de carbono en guantes y calzado (¿calcetines o zapatos deportivos?), proporcionaría a sus usuarios las mismas cualidades trepadoras que caracterizan a Spiderman.
Como sin duda ya saben mis improbables lectores, el tímido estudiante Peter Parker, un ciudadano normalito que se oculta tras el superhéroe creado por Stan Lee y Steve Ditko a comienzos de los sesenta, adquirió sus superpoderes a través de la picadura de una araña que había mutado a consecuencia de una explosión nuclear (eran los años del terror atómico). Ahora, y gracias al progreso científico, las cualidades excepcionales del personaje estarían al alcance de todos los que puedan pagarse el traje. Incluidos los políticos.
El deseo de subirse por las paredes (dejemos a un lado por ahora otros significados de la expresión) está documentado en ilustres antecedentes iconográficos y literarios. Entre nosotros, el antepasado más célebre de Spiderman es aquel Diablo Cojuelo imaginado por Vélez de Guevara en la España de Felipe IV, cuando todo el monte ya no era orégano dorado y americano, y lo que Deleito y Piñuela llamó la «mala vida» era simple costumbrismo en una Babilonia madrileña bullente de pícaros, putas, corruptos y arribistas.
Claro que lo que hacía entonces aquel diablillo no era practicar la acrobacia urbana y combatir el mal desde el aire, sino mostrar a Cleofás Leandro Pérez Zambullo, un ingenuo estudiante que todavía no se había caído del guindo (como ven, un Peter Parker avant le comic) lo que se ocultaba tras las paredes y los tejados de la capital. Y esa es, en mi modesta opinión, la más eficaz prestación que nos ofrece el futuro traje.
Lo que me roe la paciencia es que haya que esperar tanto. Imagínense por un momento el extraordinario aprovechamiento que el indumento tendría estos días. Poder trepar por las paredes o los tejados de Génova o de Ferraz y, aprovechando cualquier hueco -una ventana entornada, un intersticio del aparato de aire acondicionado, la salida de humos de la cocina-, observar y escuchar eficazmente y sin necesidad del limosnero off the record las estrategias y tácticas que se van a poner en marcha para promocionar (desde Génova) al nuevo partido «de izquierda nacional» Basta Ya y (desde Ferraz) a la lista de candidatos «progresistas» del PP que deberían acompañar a Rajoy en las próximas elecciones. Imagínense lo que sería poder escuchar las deliberaciones de los obispos -habitualmente circunspectos- cuando se reúnan para comentar la creciente protesta de los colegios católicos por las vociferaciones del Vociferante al que siguen pagando el sueldo. O lo que se dicen (y se hacen) Ibarretxe e Imaz, o Aguirre y Gallardón, o Más y Durán, o Molina y Regàs cuando creen que no les ve ni les oye nadie. Un chollo.
No hace falta ser tan astuto como Zaplana para comprender que ese traje se va a convertir en una imprescindible herramienta en el ejercicio del periodismo y del análisis político. Por eso, y por la cuenta que nos trae, desde aquí me permito solicitar humildemente un esfuerzo económico a nuestro Director y, aún más allá, a los responsables de las pelas en Vocento. Ningún periodista ni colaborador de ABC sin el traje de nanotubos de carbono. Y rápido. Antes de que los adquieran los políticos y se suban por las paredes para saber lo que se cuece en los consejos de redacción de los diarios.

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