miércoles, agosto 22, 2007

Manuel Alcantara, Un camello negro

Un camello negro
22.08.2007 -
MANUEL ALCÁNTARA

No debiéramos seguir preguntándole a la muerte dónde está su victoria: en muchos casos somos nosotros quienes se la hacemos posible. Hay catástrofes de esas que llamamos naturales, ya que obedecen a los absurdos designios de la Naturaleza, pero hay otras que nos las buscamos a puro pulso. El azar, el destino y el carácter parece que rigen nuestra aventura terrestre, pero sin duda están descompensados. ¿Cuántos buenos esquiadores se han frustrado por haber nacido en Sáhara? ¿Cuántos grandes púgiles no han llegado a disputar un campeonato mundial sólo porque nacieron antes de que el marqués de Queensberry reglamentara el boxeo? Nada es insignificante, decía Schiller, que era casi como Goethe, «lo principal en todos los negocios del orbe es el lugar y la hora». A muchos les ha llegado su última hora a consecuencia del seísmo peruano, donde el Ejército intenta frenar con tanques los saqueos. A otros les llegará si el huracán Dean es puntual a su cita en las costas de México. La muerte siempre está dándonos voces, lo que pasa es que algunos somos duros de oído. Por si fueran escasos sus llamamientos, el fiscal general de Estados Unidos va a asumir más poderes de los que tiene para acelerar las ejecuciones. En la actualidad hay en el país más poderoso del mundo 3.350 personas condenadas a muerte, y de lo que se trata es de que tengan menos tiempo para apelar sus sentencias. La muerte, que según un dicho turco es «un camello negro que se arrodilla ante todas las puertas», se impacienta mucho. No sabe esperar hasta que «nuestra vida acabe y nuestro vivir ordene», como pedía el clásico: se lleva a mucha gente por delante por medio de esos asesinatos legales que llamamos «pena máxima». Este agosto está obteniendo una buena cosecha, por unas cosas o por otras. Se conoce que ella nunca veranea.

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