jueves, agosto 16, 2007

Luis Racionero, Antonioni

jueves 16 de agosto de 2007
Antonioni Luis Racionero

Cuando una película no es rápida, viva, interesante, o sea, taquillera, se dice que es “de arte y ensayo” o sea, un intento que puede haber fallado. Yo creo que siempre, pues si no falla, ya no se la llama “arte y ensayo”. Citizen Kane jamás ha sido arte y ensayo, ni esas maravillas, Sed de Mal o El Jinete Nocturno.
El arte y ensayo no existió hasta los años 60, pues antes se suponía que el cine siempre es un arte y que no es honesto exhibir ensayos. Fue con mediocres teorizantes como Goddard cuando hubo que echar mano del recurso “arte y ensayo” porque estos teóricos tenían revistas a las que la gente hacía caso; se creían obligados a ensalzar las películas que Cahiers du Cinema dijera que eran buenas. Eso me pasó a mí cuando aprendí a ser progre intelectual: me tenía que gustar por fuerza Goddard so pena de creerme un inculto. Pero nunca me gustó. O sea que me tragué sus rollos para no desentonar.
Tampoco me convenció Antonioni, quien, comparado a sus contemporáneos Fellini y Visconti, era otra mediocridad. Lo que pasa es que los otros dos proponían películas normales y Antonioni se inventó el cuento de “la incomunicación”. Eso consistía en poner a Monica Vitti en una alcoba con sábanas negras y lamparita de noche modelo “eclipse”, con cara de angustiada y larguísimos silencios que debían mostrar al espectador lo incomunicada que estaba la protagonista.
Era un cine en el que pasaban muy pocas cosas, se sugerían algunas, que no se dejaban nunca claras y en que la pareja estaba tan de vuelta de todo que no hacían nada, aunque insinuaban tenues movimientos de la voluntad, que enseguida se diluían en el tedio penalizante de la incomunicación.
El Eclipse, La Aventura, La Noche, marcaron una época por su estilo aburrido pero pretencioso. Si uno no sacaba más de la película la culpa era de la incultura de uno, creíamos nosotros, cuando en realidad se debía a la falta de imaginación de Antonioni sumada a su snobismo.
Luego mejoró con Blow Up o Zabriski Point, pero sin llegar a las obras maestras que nos dejaron Fellini o Visconti. Desde luego, era más verídica la incomunicación sueca de Bergman que ya venía de Ibsen y Strindberg. El sueco sólo se perdía cuando se ponía autobiográfico. Toda una época de “arte y ensayo” se va con ellos. Mejor que no vuelva.

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