jueves, agosto 02, 2007

Luis Hernandez Arroyo, Vidas entrecruzadas

viernes 3 de agosto de 2007
Economías española, europea y norteamericana
Vidas entrecruzadas
Nuestra esperanza se centra en que los tipos no suban y alcancen pronto sus máximos para que se suavice bastante el peso del ajuste, repartiéndolo más en el tiempo.
Luis Hernández Arroyo

En la economía de Estados Unidos se ven recientemente hechos contradictorios, lo que hace difícil una valoración: la economía crece fuertemente en el segundo trimestre, pero gracias a la sustitución de unos sectores en retirada por otros que toman el relevo. Las familias moderan notablemente su consumo, mientras el gasto en viviendas sigue bajando, pero con menor intensidad (nótese que la inversión residencial resta 1-1,3 puntos al crecimiento desde hace cuatro trimestres). Los precios de la vivienda continúan cayendo o, para ser más exactos, caen a mayor velocidad: un 2% interanual. Por la parte empresarial, es buena noticia la fuerte recuperación de la inversión en nuevas plantas y en bienes de equipo. El sector exterior mejora gracias a la caída del dólar. Persisten riesgos e incertidumbres financieras (precio de la vivienda, riesgos de impago en préstamos subprime, o por debajo del precio de mercado) que han restringido la liquidez. Los precios se han moderado pese al frenazo en las subidas del tipo de interés desde hace más de un año... Con todo, la opinión de consumidores e inversores es buena.
Destaquemos el hecho que, hasta ahora –esperemos que siga así–, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria ha propiciado cambios fluidamente asimilados por los mercados. El dinamismo ha ido del consumo a la inversión y a las exportaciones. Especialmente importante es la depreciación del dólar y su bonito efecto expansivo en las exportaciones y contractivo en las importaciones, sin que se vislumbre retroalimentación hacia precios internos. Repito que ojalá se cierren pronto las incertidumbres en el frente financiero: así lo piensan los analistas, que apuntan que es una crisis de liquidez transitoria.
Teniendo en cuenta lo dicho, se enfrían notablemente las posibles subidas de tipos de la Reserva Federal, no sólo por el control de precios, sino también por las incertidumbres financieras abiertas. Ahora el bono a 10 años rinde 0,5 puntos menos que un depósito a 3 meses, mientras las primas de riesgo se disparan. Mal contexto para subir tipos. Y esto tiene claras implicaciones en Europa: el BCE sigue suscitando expectativas de subidas, aunque notablemente más frías: se han reducido mucho las previsiones de subidas hasta el 4,5% y se han avivado las de incrementos hasta el 4,25% de aquí a final de 2007.
Esto es una buena noticia para nosotros, pues todo lo que reduzca el riesgo de un pinchazo brusco de nuestra burbuja es bienvenido. Pues en España, por razones obvias, muchas de esas vías para que los ajustes sean graduales están cegadas. Las subidas de tipos deberán absorberse "en seco", es decir, sin que una depreciación del euro –que seguirá apreciándose– lo compense vía exportaciones. Nuestra situación exterior es, como sabemos, lamentable, y si el euro se aprecia con fuerza deberemos ajustar la demanda por la vía más dolorosa: contrayéndola. Y el mercado laboral tiene rigideces preocupantes que dejaría una bolsa de desempleados con escasa movilidad.
Por todo ello, nuestra esperanza se centra en que los tipos no suban y alcancen pronto sus máximos para que se suavice bastante el peso del ajuste, repartiéndolo más en el tiempo. No se sabe cuánto, pero lo que es seguro es que lo suavizaría notablemente. Piénsese que a los deudores hipotecarios o futuros adquirentes de vivienda se les ofrece un panorama de rebajas en los tipos antes de lo que se pensaba hasta hace poco.
Ahora bien, está claro que eso no depende de nosotros. Depende de que los imprevistos jueguen a nuestro favor. Curioso, ¿no? Pero, ¿no fue precisamente para eso que entregamos las llaves de la emisión monetaria a poderes foráneos? Así es: ahora están en las manos de unos advenedizos empeñados en enfrentarse al mero sentido común, capaces de subir los tipos sólo porque Sarkozy no quiere que lo hagan para así demostrar su independencia, como destaca Melvyn Krauss en su artículo en Expansión de este jueves. Podemos felicitarnos, pues, del poder casi omnímodo que les hemos dado.

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