sábado, agosto 11, 2007

Los Bancos centrales nos inyectan una nueva dosis

11-VIII-2007
Los bancos centrales nos inyectan una nueva dosis
Ni la Reserva Federal ni el Banco Central Europeo podrán evitar la crisis. El momento en que ésta se produzca, y su gravedad, dependerá de cuántas nuevas dosis de droga nos van a inyectar antes de darse por vencidos.

Aunque a algunos les pueda sorprender, en realidad la decisión adoptada esta semana por el Banco Central Europeo y la Reserva Federal es consecuencia directa de la reacción a los atentados del 11-S. En aquel momento, temiendo que el impacto de los aviones provocara una crisis que hasta ese momento el pinchazo de la burbuja tecnológica no había provocado, los dos principales bancos redujeron los tipos hasta llegar al 1% la FED –el nivel más bajo desde 1945– y al 2% el BCE.
La consecuencia es que el crédito se hizo extraordinariamente barato y, aunque se salvó ese bache con pocos desperfectos para nuestras economías, se empezó a gestar otra crisis: la inmobiliaria. Los bancos empezaron a prestar a más largo plazo que nunca, asumiendo más riesgos y a un tipo muy bajo. Las viviendas empezaron a subir, necesitando hipotecas cada vez a mayor plazo y con mayores riesgos de impago. El caso español es un caso particularmente exagerado, por nuestra menor tasa de ahorro y mayor expansión crediticia, pero no deja de ser un ejemplo más de un ciclo que ha tenido lugar en buena parte del mundo.
Al subir los tipos de interés, muchas familias han dejado de poder pagar sus hipotecas, provocando pérdidas e incluso quiebras en las instituciones financieras. En concreto, en Estados Unidos se ha desatado estas últimas semanas una grave crisis por la quiebra de varias instituciones dedicadas a las hipotecas de alto riesgo. Los políticos empeoraron allí la burbuja inmobiliaria encareciendo las casas mediante restricciones a la construcción a nivel local y estatal y aprobando una ley a nivel nacional, la Community Reinvestment Act, que obligaba a prestar dinero a personas a las que por prudencia los banqueros no habrían concedido préstamos o hipotecas.
Lo que ha sucedido es lo que preveía la teoría austriaca del ciclo elaborada por Mises y Hayek y por la que se galardonó a este último con el Nobel de Economía, algo que ya advirtió el Banco de Pagos Internacionales (BIS), considerado el banco de los bancos centrales, hace un año. En un mercado sin bancos centrales, el tipo de interés tendería a reflejar la tasa de ahorro de la sociedad; cuanto mayor fuera ésta, más dinero habría disponible para prestar, menor sería el tipo de interés para atraer prestatarios y el momento de rentabilizar una inversión se alejaría en el tiempo. Pero la existencia de crédito disponible a un tipo de interés más bajo del que ofrecería el mercado ha provocado que se emprendan proyectos a muy largo plazo no respaldados por ahorro real.
Esto produce un desajuste entre oferta y demanda. La sociedad quiere consumir más, pero los recursos necesarios para producir esos bienes de consumo están invertidos en esos proyectos a largo plazo. Los precios suben y las empresas que proveen los bienes de consumo pueden ofrecer más por esos recursos. Las inversiones a largo plazo se quedan sin ellos y tienen que liquidarse con pérdidas, produciendo una crisis hasta que la oferta y la demanda vuelven a estar ajustadas.
Este proceso puede alargarse si los bancos centrales vuelven a financiar esos proyectos a largo con una mayor expansión del crédito, ya sea con tipos más bajos o inyectando dinero en el sistema. Pero eso sólo aplaza la corrección –la crisis– que inevitablemente tendrá lugar, y la agrava. Por emplear una analogía muy clara, el sistema bancario es un adicto al dinero barato, y necesita dosis cada vez mayores de esa droga. Mientras los bancos centrales se las proporcionen, todo irá bien. Pero en el momento en que no puedan darle más, tendrá que pasar el "mono", que será mayor cuanto más tiempo haya estado recibiendo su droga. Las intervenciones de estos días de la Reserva Federal y el Banco Central Europeo no son otra cosa que gasolina para el fuego que ellos mismos han provocado. No podrán evitar la crisis. El momento en que ésta se produzca, y su gravedad, dependerá de cuántas nuevas dosis de droga nos van a inyectar antes de darse por vencidos

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