jueves, agosto 23, 2007

Lorenzo Contreras, Triunfalismo y amnesia

jueves 23 de agosto de 0207
Triunfalismo y amnesia Lorenzo Contreras

Zapatero ha seguido sin referirse al vejatorio asunto de los concejales populares vascos evacuados a escape en una furgoneta de payasos para no caer en manos de una caterva de energúmenos proetarras tras una función de teatro. En Marivent, donde fue recibido por el Rey en la preceptiva audiencia veraniega de Palma de Mallorca, mantuvo su silencio al respecto. Y cuando le preguntaron los periodistas por su actitud ante ETA, escurrió el bulto y se refugió en la actividad policial de los tiempos que han seguido a la terminación de la tregua famosa. Esa es su coartada mientras espera que una victoria en las elecciones generales de deje suelto de manos. La pregunta oportuna habría sido a este efecto si piensa seguir negociando con ETA, pero parece que esa cuestión no entraba en el guión que el presidente llevaba preparado. Lo que Zapatero quería expresar, y así lo hizo rompiendo cómodamente su silencio sobre los graves asuntos que se han ido acumulando durante el verano, es que la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, sigue contando con su confianza y que la crisis de las infraestructuras en Cataluña es imputable a la desidia de la Administración anterior, la de Aznar, que por eso mismo ha obligado a la suya a atropellarse en una gestión modernizante. De la lentitud en la asistencia a una población abandonada en el terreno de los servicios supletorios, ni palabra. Del absentismo de la ministra durante la peor fase de esa crisis, “ni mu”. Sobre la cuestión de Navarra, manifestación de confianza sorprendente en el presidente Miguel Sanz, actualmente convertido en rehén de PSN que es tanto como decir del PSOE. Por lo demás, todo maravilloso en términos de futuro para España, que en tres años, tres, se convertirá en modelo planetario sobre trenes de alta velocidad. Y los problemas financieros internacionales no rozarán a España, y si la rozan, no le harán mucho daño, que por algo nuestra economía “tiene bases muy sólidas”.
Zapatero sobrevoló a distancia, tan a distancia que el terreno no se contemplaba desde tanta altura, los errores de su política exterior. Eso no tiene importancia, por lo visto, aunque el Herald Tribune se ha permitido alguna crítica.
En cuanto a la identidad de España y la cuestión de sus símbolos, nada de nada. La burla de las banderas y la desobediencia a los tribunales tampoco entraba en el repertorio de asuntos abordables. No se olvide que está en marcha todo un programa-campaña de recuperación de los símbolos nacionales, que la “ñ” puede recibir una protección especial, que vamos a tener como nación un logotipo fruto de un laborioso concurso de proyectos, ideas y diseños para “contribuir a la construcción de la identidad de España”. ¿Es que no estaba construida? ¿Y el pleito de las banderas carece, por tanto, de significado?
Quién iba a decirnos que el zapaterismo, maestro en el arte de obviar la idea de España a través de la permisividad aplicada a los estatutos en marcha, por ejemplo el catalán, por el que tanto se batió su amigo Maragall, y que al final ha quedado bajo la soberanía de un tripartito catalán donde todavía proyecta su sombra Carod Rovira, acabaría siendo el baluarte de nuestra lastimada identidad. Y ello justo cuando sólo faltan meses para que se abran las urnas de las elecciones generales. Zapatero y su Gobierno (por favor “Gobierno de España”, un respeto) desea que la memoria del elector tenga en cuenta su gesto protector de “lo nuestro”, de lo específico de nuestra simbología, para que nos parezcamos a Inglaterra, Alemania o Francia, por ejemplo.
Gracias a Zapatero podemos terminar reconociéndonos como españoles. Decir “Gobierno de España”, y no sólo España como concepto significativo, es reivindicar desde el Ejecutivo alguna suerte de patriotismo, una reclamación de propiedad, un énfasis sobre lo propio. ¿Qué dirá el “Govern catalá”?

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