miércoles, agosto 22, 2007

Lorenzo Contreras, Toque de silencio

miercoles 22 de agosto de 2007
Toque de silencio Lorenzo Contreras

Cuando varios concejales de un partido, no importa cuál, tienen que escapar de un teatro de Bilbao protegidos por la Ertzaintza y ocultos en el interior de una furgoneta de circo, es que el llamado terrorismo de “baja intensidad” ha adquirido proporciones descomunales. Y sin embargo, como ha señalado María San Gil, presidenta del PP vasco, Zapatero no ha realizado ninguna manifestación al respecto, para denunciar esa tropelía. Tampoco el “lehendakari” Ibarretxe se ha pronunciado sobre el episodio. Uno y otro político, lo que hacen es seguir y reforzar la pauta de tantos otros ilustres ciudadanos influyentes o dueños de poder: callar y hacia otro lado. Es lo más cómodo y lo que más caracteriza, tal vez, el perfil de la situación.
La tendencia a declarar, por vía de silencio, que nada grave ocurre en el país llamado España, al que pertenece el País Vasco, con o sin mayúsculas, es una expresión de la elocuencia política sin voz. Una elocuencia que en ambos casos, el de Zapatero y el de Ibarretxe, lo que delata es un interés personal relacionado con la proximidad de acontecimientos electorales.
María San Gil, a riesgo de descubrir la pólvora, declara que el silencio de ZP anticipa su voluntad de reanudar, o más bien mantener, los diálogos o incluso negociaciones con ETA. Actualmente, al presidente del Gobierno le conviene que los desmanes de la banda terrorista queden sin sanción verbal, al objeto de no perder la cara cuando, a cambio de que la “baja intensidad” no se transforme en “alta”, le llegue la hora de pagar facturas. Si mientras tanto unos representantes políticos, los concejales aludidos, tienen que escapar en un vehículo circense para no ser vejados y maltratados, ayudados por la policía autónoma, que por cierto no practicó ninguna detención entre sujetos que daban la cara descaradamente, la conclusión no puede ser más elemental: ETA, a través de sus “cachorros”, desmiente cada día la forzada versión oficial de que está derrotada. Una versión que comparten Zapatero e Ibarretxe para justificarse a sí mismos. Uno y otro se enfrentan de este modo con algo parecido a la nada, una especie de fantasmagoría que arremete y cuando le parece asesina. Algún ingenuo puede llegar a creer que el electorado sabrá responder adecuadamente con el voto cuando las urnas se abran. Pero probablemente no hay nada más irreal que esa conjetura. Como María San Gil ha observado, Zapatero, en su última comparecencia pública en tiempo vacacional, ha procurado no modular “ni una sola palabra que pueda molestar a ETA-Batasuna”. Se ve que cuenta con la benevolencia de la ciudadanía.
En síntesis, hay que seguir viviendo políticamente de las rentas de la pasividad personal. Se permite y se ordena que la acción policial y judicial —sí, también judicial— cubra, a veces los efectos de esa pasividad, como si se tratara de reprimir desórdenes propios de la vida política moderna en la vertiente callejera. Lo que en su día Arzallus llamó algo así como gamberradas de gente joven.
Mirar hacia otro lado viene siendo un vicio ciudadano cada día más extendido. Nos hemos acostumbrado a establecer distancia moral y física con los acontecimientos más detestables. Los peores desórdenes callejeros cohabitan con la celebración de las fiestas y semanas grandes en el País Vasco. Por un lado van los fuegos artificiales y por otro los cócteles molotov. Es como un estruendo compartido. Algún que otro grupo sensibilizado y organizado reclama orden y formula protestas que mueren en los juzgados y en las comisarías.
El Gobierno, en este sentido, al pairo. Los remedios y soluciones vendrán con el tiempo. De pronto, el Ejecutivo descubre, con las urnas al fondo, que puede ser rentable acordarse de España mediante el sencillo procedimiento de nombrarla y asignarle un modernizado escudo o emblema. Es nueva manera de mirar hacia otro lado y no hacia donde verdaderamente hay que mirar.

No hay comentarios: