miércoles, agosto 29, 2007

Lorenzo Contreras, Nada de rendir cuentas

miercoles 29 de agosto de 2007
Nada de rendir cuentas Lorenzo Contreras

Una de las grandes cuestiones políticas irresueltas durante el mandato de Zapatero ha sido la rendición de cuentas ante la institución parlamentaria. Ante ella se han tramitado numerosos asuntos, leyes y proyectos, pero la sistemática petición de que el Gobierno confiese al Parlamento una parte sustancial de lo que negocia con ETA, por ejemplo, o de lo que emprende en política exterior con carácter polémico, ha sido desoída. Ahora acaba de saberse por el primer ministro francés François Fillon que Zapatero le ha confesado haber cometido un grave error con su política de regularizaciones masivas de inmigrantes, generadoras del temible “efecto llamada” que ha convertido a España, y en buena parte también a Europa, en una falsa tierra de promisión.
El ministro Moratinos ha neutralizado esta confidencia presentando con las mejores tintas y los mejores perfiles del acierto esa desventurada equivocación. Y, naturalmente, el Parlamento se ha tenido que enterar por los medios de comunicación de los verdaderos estados anímicos de los gobernantes, sin previo debate aclaratorio.
El ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, por su parte, cuando confiesa que Batasuna no puede ni encargar un café sin permiso de ETA, no descubre nada que no se sepa o se sospeche con pleno fundamento, pero sí acredita el auténtico origen del fracaso de las conversaciones, negociaciones o diálogos secretos del Gobierno con la banda terrorista, es decir, la base falsa en la que han venido sustentándose y, por tanto, condenándose al fiasco, los llamados intentos de pacificación. Al Parlamento se le ha contado lo que algunos llaman “milongas”, con lo cual la opinión ciudadana se ha encontrado completamente en ayunas.
Alguien podría preguntarse si no habría sido más lógico, y con posibilidad de cobertura dialéctica, haber planteado estas realidades ante el Congreso. Pero no. Lo lógico ha sido la práctica de una política de ocultación por parte del Gobierno y concretamente de Zapatero, predispuesto siempre a delegar en su entorno ministerial o en su escudero Pepiño Blanco la versión parcialmente mentirosa de lo que acontece. Falsa explicación, por supuesto, digan lo que digan Moratinos o especialmente la vicepresidenta Fernández de la vega, ya que se trata de modalidades del mutismo oficial, evasivas y retorsiones de lo que sucede en las profundidades del poder, mientras Zapatero se esconde en sus repliegues.
En la actualidad impera un delicado asunto: qué hacer con la Asociación nacionalista Vasca (ANV), convertida cada día con mayor evidencia en una franquicia de ETA. El argumento que defiende el actual “statu quo” es que conviene andarse con pies de plomo, no cometer resbalones en la ejecución de una política represiva, no ilegalizar la totalidad de la sucursal etarra hasta que la presente evidencia se convierta en evidencia oficial reconocida, Harán falta más bombas, qué duda cabe. El Gobierno, evidentemente, tiene miedo a manifestar su verdadera imagen errática a sólo unos meses de las elecciones generales. Si el presidente del Gobierno tuviera desgraciadamente que empezar, cosa probable, a presidir entierros de víctimas de ETA, su deterioro político sería manifiesto. Y en la actualidad, ilegalizar lo que de ANV queda tras su entrada a medias en el mundo institucional, representaría para el Gobierno no tanto una lúcida rectificación, sino la más clara expresión de que la opinión pública española ha venido siendo estafada, naturalmente en detrimento general de la nación española.

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