jueves, agosto 09, 2007

Lorenzo Contreras, Los milagros de la cuota

jueves 9 de agosto de 2007
Los milagros de la “cuota” Lorenzo Contreras

La crisis de las infraestructuras viarias en Barcelona y, en general, en Cataluña, han llamado la atención sobre la figura política de la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, una mujer que en principio desautoriza el mítico acierto de la cuota femenina porque con ella, al igual que con otras mujeres, se ha demostrado que la aplicación de un criterio sistemático en la materia de las designaciones y nombramientos puede conducir y de hecho conduce a lamentables errores. En poco tiempo, Zapatero se ha visto obligado a prescindir de las ministras Calvo (Cultura) y Trujillo (Vivienda), y lo ha hecho con una intencionalidad electoralista por entender que así mejoraba la imagen de su Gobierno con vistas a las urnas de marzo.
El criterio de la cuota tiende a entrar en crisis porque el talento, como la incompetencia, carece de sexo. Hay demasiado mastuerzo masculino en los cuadros de la alta Administración y demasiado elemento desechable en las féminas promocionadas para buscar un empate absurdo con los hombres. En cambio se aplica un rigor selectivo en materia de edad, de modo que se infravalora la experiencia y la solvencia de juicio con base en la partida de nacimiento. No es cosa de reivindicar la gerontocracia de las culturas del pasado, tan patentes en tiempos de esplendor de acreditados imperios, pero tampoco cabe admitir como algo sensato que la edad en plena sazón del talento imponga la norma de la exclusión y el paso a la inopia de personalidades aprovechables.
Magdalena Álvarez no gozó de especial prestigio en la Comunidad andaluza, donde el autoritarismo era lo más llamativo de su manera de obrar. Dicen por Sevilla que la llamaban “Mandatela” en vez de Magdalena por su afición al ordenancismo y a la imposición sin garantía de acierto. Ahora se ha comprobado que, en efecto, manda tela con tanta prodigalidad como su tendencia a escabullirse. En materia de infraestructuras, especialidad cardinal del ministerio de Fomento, la ejecutoria de doña Magdalena Álvarez ha conocido algunos significados tropiezos. Desde la Comunidad andaluza, donde su poder o influencia invadían numerosas áreas de la Administración, Manuel Chaves, que no es precisamente un modelo de solvencia personal, “la colocó”, cuando la ocasión le fue propicia, en la Administración zapateril. Seguramente fue una de las pocas medidas de indudable inteligencia que el presidente andaluz ha podido acreditar.
Esto no quiere decir que los socialistas hayan sido los únicos a la hora de equivocarse en la selección política de mujeres para los cargos de mayor nivel. En la etapa popular, por ejemplo, la ejecutoria de Celia Villalobos como ministra de Sanidad no dejó un rastro de memoria agradecida. Distinto fue el caso de Ana Pastor, que siempre ha merecido un recuerdo respetuoso para su gestión.
Zapatero ha tenido recientemente oportunidad para redondear una depuración de ministras incompetentes, pero ha preferido aplicar un criterio mezquino. Ahí está el caso de Cristina Carbona, que no dio una en Medio Ambiente y encima corrigió la política de aguas de la peor manera posible y con muy escaso sentido distributivo. Pero sigue al frente de su departamento como si con ella no fuera la cosa.
A Carmen Calvo, un auténtico desastre, se le dio “la boleta”, pero una boleta con recompensa porque ha aterrizado en la Mesa del Congreso de los Diputados con una sustanciosa nómina. Distinto ha sido el caso de la muy gris Trujillo, que ha hecho mutis por el foro sin señales de obtener especiales destinos. Si hubiese continuado con sus proyectos de vivienda, Zapatero no habría podido perfeccionar su catálogo de promesas sociales.

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