martes, agosto 28, 2007

Lorenzo Contreras, Hacia un cambio de escenario

martes 28 de agosto de 2007
Hacia un cambio de escenario Lorenzo Contreras

Entre todas las declaraciones facilitadas por el ministro Rubalcaba a Radio Nacional de España, la frase más significativa es probablemente ésta: “ETA nunca va a conseguir sus objetivos políticos con la violencia, pero tampoco por dejar la violencia”. Se trata de una novedad si comparamos tal manifestación con las habituales referencias de inspiración oficial sobre la necesidad de que la violencia cese si ETA quiere lograr un avance en sus pretensiones.
Ahora cambia en teoría al planteamiento del Gobierno, si es que Rubalcaba revela con exactitud el propósito o la estrategia del Ejecutivo. En realidad todo lo que viene aconteciendo últimamente permite conjeturar que ha habido o va a haber un cambio de escenario. Si así fuera, ETA, digan lo que digan los dirigentes batasunos, habría desistido de su búsqueda de conquistas territoriales e independentistas por la vía de los contactos hasta hace poco establecidos. Y el Gobierno, por su parte, estaría dispuesto a liquidar su estrategia de aproximaciones dialogantes compatibles con el llamado terrorismo de “baja intensidad”.
Nada de esto parece ya sostenible. ETA ha optado por la radicalidad después del fracaso de la última tregua. Y el Gobierno habría desistido, quizá sólo temporalmente, de continuar por la vía de unos diálogos que se le han cerrado con un portazo en las narices. Ciertamente esta situación parece perjudicial para ambas partes. Con el retorno a la violencia de “alta intensidad” el zapaterismo queda en lamentable estado de imagen y con ello la propia ETA se priva de un interlocutor condescendiente como nunca lo tuvo, obligado éste por las circunstancias electoralistas, a romper la baraja que se ocultaba bajo el tapete de la mesa común. Malo también para ETA porque una eventual derrota de Zapatero en las urnas de marzo determinaría la recuperación del sistema de lucha de José María Aznar, que —no se olvide— dejó a la banda con su eficacia reducida a la mínima expresión. Perderían los presos —algo que a ETA debe importarle poco desde el punto de vista de la suerte personal de los interesados— y se abriría la posibilidad de acentuar el rigor de la ley de Partidos y las ilegalizaciones correspondientes, entre ellas las que afectarían a las “máscaras” de Batasuna, sobre todo Acción Nacionalista Vasca, más conocida por sus siglas ANV. Este aspecto de la cuestión sí lastimaría especialmente los intereses de la mafia terrorista, cegaría los conductos de su financiación a cargo del erario público y perdería sensiblemente en el terreno de la propaganda social emanada de su presencia en las instituciones. Tal vez demasiado bello para ser cierto.
Los tremendos atentados de Barajas-aeropuerto y de la casa-cuartel de la Guardia Civil en Durango hacen retroceder la situación veinte años por lo menos. Es decir, se vuelve a los peores tiempos del atentado habitual, a los secuestros y a una intensificación de las extorsiones. La incógnita ahora se orienta a saber cuál será la línea del PNV, hoy dividido aunque no lo quiera reconocer, cercado por nacionalismos más radicalizados y, sobre todo, con una bicefalia en la que Ibarretxe representa a un Ejecutivo debilitado y Josu Jon Imaz el liderazgo joven y cambiante de un partido muy viejo.
Naturalmente, es legítimo preguntarse cuánto va a tardar el zapaterismo en regresar a sus vicios de origen. En realidad, en términos generales, todo va a depender del resultado de las elecciones de marzo. Un Zapatero “repetidor” puede no aprenderse la asignatura que le dictan las presentes circunstancias. Un Zapatero derrotado sería simplemente el paso obligado de una página de la historia.

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