jueves, agosto 23, 2007

Lorenzo Contreras, Bronca en las escuderias politicas

viernes 24 de agosto de 2007
Bronca en las escuderías políticas Lorenzo Contreras

Lo que faltaba es que se planteara a estas alturas, aunque sea en términos metafóricos, una disputa deportiva entre Rajoy y Gallardón, según la cual el primero sería Hamilton, en la actualidad aspirante más cualificado al campeonato de Fórmula 1 de automovilismo, en tanto Gallardón sería Fernando Alonso, desplazado de la primacía en la competición merced a las intrigas internas de la escudería McLaren.
Una pregunta periodística ha hecho posible que se produzca la comparación entre ambos políticos como si fueran pilotos. La escudería es en este caso el PP, con dos aspirantes a la victoria electoral de marzo. Ocurre que Alonso-Gallardón, después de los encubiertos rifirrafes de la carrera electoral, prefiere por ahora aparecer como un colaborador leal de Hamilton-Rajoy, cuya victoria desearía y al que promete colaboración para obtenerla.
La realidad, sin embargo, es inversa a la metáfora deportiva. Alonso quiere recuperar posiciones y llegar primero a la factoría frente a Hamilton, y éste intente evitar que aquél la consiga, para cuyo fin intriga todo lo que puede. No es, claro está, el caso de Rajoy, que lo que pretende es, sin intrigar tanto, no perder posiciones, mientras Gallardón predice la victoria de Rajoy en las urnas. O sea, Alonso apoyando a Hamilton. Todo al revés de lo que ofrece el panorama de la Fórmula 1.
Lo cierto de todos modos es que la “escudería” PP recuerda a McLaren y que Rajoy no tiene despejado el camino hacia la meta buscada. Lo cual no quiere decir que Gallardón se sitúe fácilmente en posición de ventaja. Utiliza a su “mecánico” Manuel Cobo para que justifique públicamente su juego turbio, valiéndose de los instrumentos mediáticos. Esta contienda intestina puede acabar facilitando la victoria de un tercero, que fuera de la metáfora se llama Zapatero, beneficiado sin duda por la división del PP. Una división que puede ser más grave que la de la “escudería” Navarra del PSOE. Allí, en Navarra, se le brindaría al PP buena ocasión de hacer llegar a la opinión ciudadana, o sea, al electorado, el espectáculo de la propia disidencia socialista. Pocas veces el zapaterismo se ha equivocado tanto como en la Comunidad Foral, donde sacrificó a su candidato a las elecciones de Marzo, Fernando Puras, primero promocionado, con postergación paralela del secretario general Carlos Chivite, y después lanzado al cubo de la basura para evitar el escándalo político de una alianza socialista con los independentistas “pacíficos” de Nafarroa Bai.
Convertido Miguel Sanz, presidente de UPN, hasta ahora sucursal política del PP, en rehén del Partido Socialista de Chivite (recuperado para la imagen dirigente porque ZP necesitaba promover a alguien que cubriera el vacío del PSN), resulta en último término que Sanz quiere para esa antigua sucursal el disfrute de un grupo parlamentario propio en el Congreso de los Diputados. Algo parecido, si no exacto, a lo que desea Gallardón para sí mismo, es decir, una especie de grupo parlamentario unipersonal en el que la alcaldía de Madrid, o sea, el alcalde en carne mortal, emprendería su negocio político, dirigido a convertirle —volviendo a la metáfora deportiva— en el nuevo Hamilton de la carrera popular para destronar algún día a Mariano Rajoy.
Entre lo que ocurre en Navarra y lo que sucede en los entresijos del PP, asistimos en la actualidad a un verdadero torneo de intrigas e influencias encontradas. Pocas veces habrá existido un prólogo electoral tan enredado y complicado como el que se plantea en esta ocasión. Aun así, Zapatero se ha podido reservar las mejores cartas para la partida de mus del año electoral 2008.

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