lunes, agosto 27, 2007

Leon de Azcarate, Dios y el terremoto en el sur de Perú

Dios y el terremoto en el sur de Perú
27.08.2007 -
J. LUIS DE LEÓN AZCÁRATE

El pasado 15 de agosto, fecha en la que tuvo lugar el terrible terremoto en el sur de Perú, yo llevaba pocos días impartiendo un curso en el seminario de Trujillo (Perú), desde donde escribo estas líneas. Afortunadamente, en Trujillo sólo se sintió un leve temblor sin consecuencia alguna. No era la primera vez que yo percibía temblores en esta tierra, así que no le di importancia. Únicamente descubrí la magnitud de la tragedia en el sur del país (Ica, Pisco, Cañete, Chincha) cuando escuché por la noche las noticias en televisión. Esa misma noche el presidente de la República, el aprista Alán García, dirigió un mensaje televisado a toda la nación.En el momento de su emisión el número oficial de víctimas mortales era aún muy bajo: entre 17 y 20 fallecidos. Hoy sabemos que la cifra de fallecidos supera ampliamente los 500 y va en aumento. Un colega argentino me decía que desde una radio de este país criticaban no sólo la falta de operatividad y de planificación de la reacción gubernamental (algo en lo que han insistido también los medios de comunicación peruanos), sino que denunciaban también que el Gobierno ocultaba la cifra real de fallecidos. Sea como fuera, la parquedad en las cifras iniciales llevó a Alan García a afirmar durante su discurso, demasiado apresuradamente, que «gracias a Dios» el número de fallecidos no había sido muy elevado. Me sorprendió la expresión «gracias a Dios». Pensé que sería casi imposible escucharla en el discurso de cualquier presidente europeo, al menos occidental. Al día siguiente, durante mis clases, un alumno me dijo que desde algunas sectas fundamentalistas cristianas, tan abundantes en Perú, se decía que el terremoto era un castigo divino contra «los adoradores de ídolos», en alusión a los católicos que fallecieron cuando se derrumbó sobre ellos la iglesia en la que celebraban la eucaristía.Este comentario y el de Alan García me dieron pie a reflexionar con mis alumnos sobre el hipotético papel de Dios durante el terremoto. ¿Actuó Dios en él, bien salvando vidas y evitando que la catástrofe fuera mayor (como implícitamente sugirió el presidente), o bien castigando a los idolátricos católicos (como enfáticamente señalaban grupos fundamentalistas cristianos)? ¿O lo hizo de las dos formas a la vez, salvando a unos y castigando a otros? Intentaré responder a la cuestión, quizá baladí para un europeo cultivado, pero no así allende el Atlántico. Ni uno (Alan García) ni otros (fundamentalistas cristianos) tienen razón. Dios no actuó directamente en el terremoto. La intención de Alan García fue buena, y partía de una visión benévola de Dios como el Ser Supremo que actúa amorosa y salvíficamente. Esta visión probablemente la compartieron la mayoría de peruanos (ningún medio de comunicación criticó el contenido religioso de la afirmación de Alan, algo que seguramente no se pasaría por alto en Europa) y la compartirían quizá también no pocos españoles. Pero, por benévola y bien intencionada que fuera, es ambigua y peligrosa. Aun si fuera cierta la reducida cifra inicial de muertos, la frase es poco gratificante para los familiares de los fallecidos o heridos, quienes habrían deseado que sus allegados estuvieran entre los 'salvados' por Dios. ¿Qué habría dicho Alan García si hubiera tenido que dirigirse a la nación a causa del terremoto de 1970, el más devastador de la historia peruana, que provocó más de 70.000 muertos? ¿Habría dicho que 'gracias a Dios' no fueron 100.000 los fallecidos, por poner un ejemplo? ¿O habría dicho que Dios se abstuvo de actuar? Lo más probable es que no habría mencionado a Dios en su discurso para nada. Ni como agente salvador o atenuador de la desgracia ni, menos aún, como agente castigador.¿Y qué decir del comentario de los fundamentalistas cristianos? Se invalida por sí mismo. ¿Acaso no fallecieron también personas de diversas sectas cristianas? ¿Es acaso Dios tan mal discriminador? La imagen del Dios de estos fundamentalistas no es más que una auténtica blasfemia que describe a Dios como un ser cruel y vengativo. Ése no es el Dios de la Biblia (acaso el de algunos textos del Antiguo Testamento) ni, menos aún, el Dios cristiano del amor, la justicia y la solidaridad encarnado por Jesús de Nazaret hasta sus últimas consecuencias. Pero, lamentablemente, es una imagen muy recurrente en determinadas sectas cristianas de América Latina.Significa esto que Dios no actúa en la Historia humana? ¿Será que realmente no existe? Dios respeta la autonomía de lo humano y de lo temporal como señala el Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes, nº 36). El mundo es el campo de actuación del hombre donde, para bien o para mal, obra libremente. Y Dios respeta dicha libertad. El mundo y lo temporal no son algo sagrado o mágico que depende directamente de la esfera divina, y, por tanto, vetado o restringido al hombre. Al contrario, es el territorio del ser humano en el que éste puede y debe desarrollar todas sus potencialidades. Pero eso no significa que la realidad creada sea totalmente independiente de su Creador, como señala el mismo texto conciliar. Tras el terremoto fueron innumerables las muestras de solidaridad tanto a nivel nacional como internacional. Momentáneamente, las diferencias políticas y religiosas fueron abandonadas con el fin de ayudar lo más eficazmente posible a los damnificados. He aquí un actuar indirecto de Dios, cuando mueve a las conciencias a ser solidarias no por razón de criterios ideológicos, sino por razón de la dignidad humana. La superación de barreras de todo tipo en aras de un mundo fraterno y justo para todos puede ser vista por diversas confesiones religiosas como un signo del actuar amoroso de Dios o del Misterio en la conciencia humana, y, por el no creyente, como un signo esperanzador de la bondad humana. En ambos casos, un signo de trascendencia (absoluta para el creyente, relativa para el no creyente).Puede que a un europeo este debate le pueda parecer absurdo, pero si se quiere comprender la cosmovisión y cultura de otras naciones o lugares de la tierra, incluso la europea, es ineludible confrontar la cuestión religiosa que da sentido, desde perspectivas muy distintas, a miles de millones de seres humanos.

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