jueves, agosto 09, 2007

Las Olimpiadas de Pekin se acercan y China sigue siendo una dictadura

Las Olimpiadas de Pekín se acercan y China sigue siendo una dictadura

9 de agosto de 2007. Falta un año exacto para que se inauguren los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, y la República Popular China sigue sin cumplir los estándares de libertad, seguridad, derechos humanos y eficiencia ecológica que las grandes potencias industriales consideran inexcusables. Por su envergadura económica China ha conseguido hasta ahora un trato de favor de los países democráticos, pero la cercanía del movimiento olímpico volverá a poner sobre la mesa el problema. Unas Olimpiadas son una ocasión para exhibir los logros y el desarrollo de una nación, y China desea en 2008 dar muestra de su crecimiento y de sus mejoras. Pero dos tercios de los condenados a muerte del mundo son ejecutados en prisiones chinas, y en ocasiones en el curso de ceremonias públicas en estadios como los que utilizarán dentro de un año nuestros atletas. Con un criterio español y europeo, en China no hay democracia ni libertad, y los ciudadanos chinos viven en el régimen de terror propio del país desde 1949. Al fin y al cabo, China es un Estado totalitario comunista, y aunque invertir en China sea un buen negocio no cabe ocultar las graves deficiencias de aquel sistema político. Sin embargo, muchos Gobiernos occidentales prefieren callar. El país más poblado del planeta vive un proceso de crecimiento económico y de reforzamiento internacional del que las Olimpiadas serán un instrumento más. Sin embargo, hay censura, hay delitos de opinión, hay minorías nacionales cuya identidad cultural es negada, Tibet sigue bajo ocupación militar y cualquier referencia al imperio de la Ley, al Estado de Derecho o al habeas corpus no deja de ser un recurso humorístico. Y sin embargo, los mismos políticos que presumen de progresistas y en otros casos elevan sus voces para protestar, permanecen callados cuando se trata de China. Las grandes empresas, los Gobiernos y los creadores de opinión no ignoran que China es ajena a toda forma de democracia, pero Occidente vive un clamoroso silencio porque aquel país en general y los Juegos de 2008 en particular son un negocio demasiado bueno como para estropearlo recordando los derechos humanos. Sin embargo, sobre los Juegos de Pekín se cierne una amenaza imprevisible: la opinión pública de los países democráticos empieza a exigir a China que se ponga al día y abandone los viejos usos. Porque en otro caso, y aunque disponga del privilegio de sentarse de forma permanente y con derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, no puede pretender ser un socio bien visto por la comunidad internacional.

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