jueves, agosto 16, 2007

¿A la iglesia o a la mezquita?

jueves 16 de agosto de 2007
¿A la iglesia o a la mezquita?

EL ex general Michel Aoun ha vuelto a la carga (en El Líbano) con más confusión en sus declaraciones y discursos, indicando que los obispos maronitas «no son responsables de la vida política del país, que ellos deben dedicarse a la vida espiritual de los ciudadanos de confesión cristiana». Con ello, Aoun ataca un vez más a las autoridades religiosas maronitas, predicando que, en calidad de religiosos, no deben ocuparse de situaciones o cuestiones políticas. En otras palabras, el general Michel Aoun pretende aplicar el principio de separación entre iglesia y estado exclusivamente a la comunidad cristiana, puesto que él ha creado una alianza de la que se vale para alcanzar la presidencia de la nación vía grupo fundamentalista chií, en cuya cúpula y dirección se encuentran solamente jeques y mulás, incapaces de imaginar una política no relacionada con el Corán.
La separación entre iglesia y estado es un principio que muchos libaneses verían con agrado si fuera aplicado a su sistema democrático, que hoy, de forma falsa y distorsionada, permite que una religión, el islam, dicte cada aspecto de la vida de las personas; no autoriza por ejemplo a hombres y mujeres a elegir libremente entre traje, turbante o sombrero, condicionando a los libaneses en un extraño contexto social que se remonta a la Edad Medieval.
Mientras las denuncias de pucherazo vuelan en las elecciones celebradas en la región cristiana del Metn entre partidarios de Aoun y del ex presidente Amin Gemayel, las elecciones presidenciales se acercan en el Líbano, y el Patriarca Maronita y el mulá supremo chií Hassán Nasrala trabajan y presionan con vistas a influir en la elección del próximo presidente. La Constitución libanesa reconoce 17 formaciones religiosas distintas (y específicas) y asigna la presidencia según religión solamente a un cristiano maronita, sólo un musulmán chií puede ser presidente y portavoz del Parlamento, y solamente un musulmán suní puede ser primer ministro. «Así sucesivamente», dice la Constitución.
Cuando las tres comunidades no están inmersas en matanzas tribales, discuten y debaten a menudo «fastidiándose» (za´al, árabe libanés) mientras se esmeran y esfuerzan por paralizar el proceso político. Está sucediendo ahora, mientras siguen brindando a la sociedad libanesa servicios públicos deplorables -no ha habido suministro eléctrico 24 horas ininterrumpidas en los últimos 27 años, elevado paro, una economía difunta, y «así sucesivamente»-. Tanto es así que árabes y hasta europeos «preocupados por la situación libanesa» han enviado emisarios y mediadores -inútilmente-. Último ejemplo: el viaje a Beirut de Moratinos, cuya perfomance ha resultado un impresentable «desatino» al acudir a Beirut a reunirse con elementos antidemocráticos, marginales y renegados.
Mientras tanto, «fastidiarse» sigue de moda en ambos frentes. Aoun «fastidia» tanto que declara ante sus seguidores que «Israel -no los apagones- es el enemigo mortal del Líbano, y que la nación se encuentra en un estado de guerra total y terminal contra Israel». Lo último que habíamos oído los libaneses era que solamente Hizbolá se encontraba en guerra con Israel.
Tiempo atrás escuché decir a Aoun -cuando le entrevisté- que durante sus quince años de exilio parisino «condenaba el estado de guerra impuesto por Hizbolá en el Líbano como frente de guerra con Israel para liberar Palestina», y exigía un inmediato acuerdo de paz entre el Líbano e Israel, fundamentando sus exigencias en que otros países árabes estaban intercambiando felizmente embajadas y negociando pacífica e inteligentemente con Israel.
A estas alturas, el lector se preguntará lo mismo que la mayoría del pueblo libanés: ¿por qué el Estado libanés ha declarado la guerra a Israel, cuál fue la causa? ¿En que fecha el primer ministro Siniora declaró oficialmente la guerra a Israel? ¿Cómo es entonces que el Ejército libanés nunca ha combatido con Israel si la nación está en guerra contra ese Estado vecino? ¿Cómo es que solamente los fundamentalistas chiíes están defendiendo al país en esta guerra? ¿Dónde están todos los demás, los cristianos valerosos, los suníes nacionalistas, los drusos combativos y todas las otras comunidades religiosas que no están emprendiendo esta guerra contra el enemigo israelí codo con codo con los héroes del fundamentalismo chií? Si la nación está en guerra, ¿no debería la unidad libanesa demostrarlo? ¿No tendría que conducir el mismo general Michel Aoun un batallón de combatientes a alguna parte, a lo largo de la línea fuego? El mulá Hassán, feliz y gustosamente, pagaría miles de misiles y cohetes para lanzar a los israelíes. Entonces, ¿de qué «estado de guerra» habla Michel Aoun entre el Líbano e Israel?
Permítanme aclarar este estertor psicótico de forma sencilla y clara: «La guerra a la que refiere Aoun y sus socios chiíes renegados de Hizbolá se encuentra exclusivamente en sus mentes, su odio y sus servicios pagados por Damasco y Teherán».
Quizá el general «Napole-Aoun», como le gusta autoproclamarse en su paranoia y desequilibrio mental, desearía aconsejar a los obispos maronitas su conversión al Islam y a sus nuevos socios chiíes. Tal vez de esa manera los obispos cristianos tuvieran el derecho a opinar y participar en política que hoy Aoun sólo extiende al Islam y niega a la Iglesia Cristiana. Aunque curiosamente, Aoun «sí ve con buenos ojos que lo haga su aliado el mulá Nasrala», y ante eso mantiene un silencio hipócrita y sepulcral.
Si el general Aoun lo desea también podría indicarnos a los libaneses cristianos a dónde debemos ir, si a la iglesia una vez a la semana o a la mezquita cinco veces al día. Puede que Michel Aoun salga elegido presidente en noviembre. Tal vez salga elegido Líder Supremo de la Revolución.

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