lunes, agosto 13, 2007

La amenaza permanente de Al Qaida

lunes 13 de agosto de 2007
La amenaza permanente de Al Qaida
INDEPENDIENTEMENTE de la consideración que se le pueda dar desde el punto de vista orgánico, lo que se conoce como Al Qaida es una franquicia que se dedica a la imposición por la fuerza de un absolutismo ideológico. El único fin del terrorismo yihadista internacional es ése y cualquier intento de matizar la amenaza contra las sociedades libres está destinada a un peligroso desarme moral de las víctimas potenciales. Se sabe con toda claridad que el objetivo del fanatismo criminal no se detiene ante pretendidos matices de conveniencia, sino que tiene sus propios objetivos, que pasan por someter a las sociedades libres. De ello hemos tenido ejemplos en los últimos días con el ataque directo a las tropas españolas en Afganistán o con los planes -que hoy desvela ABC- de atentar contra los policías y guardias civiles enviados a Yemen para colaborar en las investigaciones del atentado contra turistas españoles. El respeto a la ley y a los procedimientos del Estado de Derecho no entran en la visión de quienes no tienen otro afán que destruirlos.
Que las tropas españolas en Afganistán hayan entrado en combate otra vez a una escala tan relevante significa ni más ni menos que los grupos armados de talibanes han empezado a encontrar en su área de responsabilidad un terreno más propicio para moverse que en las provincias del sur del país, donde la OTAN, bajo el liderazgo de los militares británicos, ha asfixiado la capacidad de movimiento de los criminales. Lo único que cabe esperar desde un punto de vista racional es que este tipo de ataques se repetirán cada vez con más frecuencia y que los militares españoles que están colaborando en la reconstrucción de este atormentado país van a tener que hacer frente a un número creciente de ataques. La idea de transferir en todo lo posible la responsabilidad a los bisoños militares afganos es buena, pero no será nunca en modo alguno una medida suficiente para garantizar la seguridad de la región, al menos a medio plazo. ¿Qué va a hacer el Gobierno?, ¿seguirá disimulando y disfrazando la naturaleza de la misión que cumplen nuestros militares en Afganistán o decidirá de una vez afrontar la naturaleza de la situación a la que nuestras tropas se exponen cada día?
El de Yemen es un crimen que debería ser una referencia para hacerse una idea clara de los mecanismos que animan a las redes criminales. En El Líbano, y para descrédito de nuestra posición en el mundo, el Gobierno ha respondido ante el atentado contra nuestros soldados con una negociación nada disimulada con los terroristas de Hizbolá, cuyo desarme es lo que precisamente nos han encomendado Naciones Unidas. ¿Eso es lo que vamos a hacer en Afganistán o en Yemen?, ¿negociar una coexistencia pacífica con los talibanes? El Gobierno parece todavía empeñado en seguir transmitiendo la idea de que nuestras tropas destacadas en misiones internacionales están cumpliendo labores estrictamente humanitarias y que permanecen allí lejos de cualquier mandato de fuerza. Pues bien, la realidad se encarga de desmentir tozudamente esta versión. El terrorismo yihadista no es una amenaza que hubiera creado artificialmente Estados Unidos, ni un pretexto para imponer fantasiosos planes de control sobre los países árabes, es un chantaje real al que nos vemos sometidos cotidianamente las sociedades democráticas y una fuerza que está luchando para impedir que se cumplan los deseos de paz y de progreso de la inmensa mayoría de las sociedades de los países árabes e islámicos.
En vez de seguir predicando aquel estéril lema de la «Alianza de Civilizaciones», del que por cierto ya no queda rastro, el Gobierno debe armar moralmente a la sociedad española explicando claramente cuál es la amenaza que afrontamos y reforzar los medios de nuestros militares.

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