lunes, agosto 13, 2007

Juanjo Sanchez, La amenaza biocombustible

La amenaza biocombustible
13.08.2007 -
JUANJO SÁNCHEZ ARRESEIGOR

Todo lo que puede ir mal en Oriente Medio va mal: Afganistán, Irak, Irán, Israel, Líbano, Pakistán, Palestina, Yemen... A veces desearía haberme hecho experto en algún otro tema para poder escribir de vez en cuando un artículo optimista y positivo. Pero lo cierto es que si no fuera por el petróleo, le dedicaríamos al mundo islámico la misma atención que le dedicamos al África negra: ninguna en absoluto.Dada la volatilidad geopolítica de Oriente Medio, se han planteado diversas soluciones para reducir en lo posible nuestra dependencia del petróleo: energía solar, eólica, geotérmica, mareomotriz, biomasa, fusión nuclear, hidrógeno, etcétera. Algunas de estas soluciones son viables, otras son técnicamente factibles pero poseen un potencial muy limitado. Un par de ellas son ilusorias o incluso fraudulentas, aunque inofensivas, lo que por desgracia no se puede decir de la última moda al respecto: el biocombustible. Técnicamente el tema no es demasiado complicado: El azúcar presente en numerosos vegetales puede ser fermentado para convertirlo en alcohol o derivados como el metanol o el etanol. Construir un motor de etanol no plantea problema técnico alguno... si disponemos del combustible. ¿Pero de cuántos motores y de cuánto combustible estamos hablando? El consumo español de petróleo es de 1,6 millones de barriles diarios; 584 millones de barriles al año. El 60% de todo ese crudo se dedica al transporte, que depende del petróleo en un abrumador e inamovible 98,8%. Desde 1973 hasta la actualidad, la industria española ha reducido su dependencia petrolífera del 69,7% al 33,5%. Los demás sectores pasaron de una dependencia del 74,6% a sólo el 54,1%. En cambio el transporte permanece anclado en el petróleo porque el motor de combustión interna propulsado por combustibles líquidos derivados del petróleo es la tecnología más eficiente jamás creada para impulsar vehículos, por su autonomía, potencia, facilidad de manejo, abundancia del suministro y coste económico. Por lo tanto es indispensable encontrar cuanto antes combustibles alternativos. En Brasil utilizan a gran escala la caña de azúcar. Una tonelada de caña produce 66 litros de etanol y 250 kilos de desechos vegetales que al ser quemados proporcionan la energía suficiente para todo el proceso. El etanol posee menos energía que la gasolina (5.100 kilocalorías por litro frente a 7.800) pero eso puede compensarse aumentando la compresión o construyendo coches más ligeros. Con una producción media comprobada de 54 toneladas por hectárea/año se obtienen 3.500 litros de combustible, lo que equivale a 22 barriles. Eso significa que para cubrir el consumo español de petróleo necesitaríamos 25 millones de hectáreas. El problema es que la superficie agrícola española es de 20 millones de hectáreas. Podemos ampliar esa superficie, podemos sacrificar cultivos inútiles desde el punto de vista alimenticio o industrial, como las flores o el tabaco -lo siento por los fumadores- pero la verdad es que no disponemos de tantos millones de hectáreas. Las frías ecuaciones no tienen piedad. En el mejor de los casos, los biocombustibles pueden ser una ayuda muy valiosa al indispensable esfuerzo de ahorro y sustitución, pero también pueden ser algo más: una grave amenaza para nuestro bienestar.Desde hace un par de años los norteamericanos han empezado a consumir grandes cantidades de biocombustibles elaborados a partir del maíz. Existen 200 plantas ya construidas o en construcción, pero todo el maíz de Estados Unidos sólo proporcionaría el equivalente al 6% del consumo petrolífero norteamericano. Por lo tanto han comenzado a comprar el maíz fuera, provocando un alza general de precios en todo el mundo. El consumidor español todavía no lo ha notado en su bolsillo pero eso cambiará pronto. Para que los norteamericanos puedan disfrutar de carburantes baratos, las familias del resto del mundo tendrán que pagar mucho más por su comida; una desagradable molestia en los países ricos pero una catástrofe para un gran número de países pobres. Los norteamericanos consideran el derroche más espeluznante como un derecho nacional. Los coches europeos gastan una media de 7 litros por cada 100 kilómetros, mientras que los norteamericanos consumen 13. Mientras la UE planea fabricar minicoches de una o dos plazas y reducir el consumo a 2 ó 3 litros por cada 100 kilómetros, en Estados Unidos casi la mitad de los vehículos vendidos son esos enormes coches-furgoneta todo terreno, los SUV, que pueden gastar 23 litros ¿o incluso más de 60! Una vivienda norteamericana consume casi el doble que otra europea del mismo tamaño. Podrían reducir en un tercio su gasto de petróleo aplicando los métodos europeos, pero no les da la gana.La amenaza biocombustible apenas ha comenzado, pero en México arrecian las protestas porque la demanda norteamericana ha duplicado el precio del maíz, que es un alimento básico en su país vecino del sur. Pronto sucederá lo mismo en otros países. ¿Qué ocurrirá dentro de unos años, cuando la producción actual de etanol se multiplique por 10, por 20 o incluso por 50 y llegue realmente a amenazar el suministro de alimentos en algunas regiones?Sin embargo quiero terminar con una nota optimista. Si aceptamos que su producción ha de tener unos límites muy estrictos, el etanol puede ser muy útil para garantizar que se mantengan en marcha algunos servicios clave como ambulancias, bomberos y policía. El sector agrícola podría autoabastecerse cultivando ellos mismos el combustible que necesitan, para lo que serían necesarias 3,7 millones de hectáreas. De esta forma, el etanol ya no sería una amenaza para nuestro suministro de alimentos sino todo lo contrario.

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