domingo, agosto 05, 2007

Jose Vilas Nogueira, Los sueldos de los gobernantes

lunes 6 de agosto de 2007
Los sueldos de los gobernantes
Últimamente se han elevado algunas críticas a los sueldos de los gobernantes, hecho llamativo, dada nuestra larga tradición caciquil. Quizá no le sea ajena la frecuencia de los gobiernos de coalición, efecto conjugado de nuestros sistema de partidos y electoral. En efecto, otras circunstancias iguales, los gobiernos de coalición tienden a resultar más caros que los monocolores: son más las bocas a llenar y tal su avidez, que de fraile parecen. Además, en aquel tipo de gobiernos la retórica del servicio a la comunidad pierde eficacia legitimadora. Se ve más claramente que el móvil principal de los políticos es participar de los presupuestos públicos. Y como los políticos progres son, según su propia autodefinición, más políticos que los liberales (hay bibliotecas enteras destinadas a justificarlo), también son más rapaces.
Carmen Calvo sentenció que el dinero público no es de nadie. Con sus legiones de psicoanalistas, los argentinos no han conseguido lo que nosotros con sólo nuestra antigua ministra de Cultura: la epifanía del inconsciente. Pero en el terreno de la consciencia, el dinero reclama perentoriamente un dueño. Un dinero que no es de nadie es no ya una contradicción; es un despilfarro. Un mérito más, y no el menor, de los políticos progres es resolver la una y remediar el otro. La expropiación es el alfa y omega de su política.
Con todo, la mayor parte de los planteamientos críticos sobre los ingresos de los políticos yerran al centrarse en los "sueldos". En la mayor parte de las magistraturas el sueldo es un componente poco importante de los rendimientos del titular. Gastos de representación, dietas por concurrir a consejos y comisiones, viáticos y mil y uno similares (la imaginación es particularmente fértil cuando se trata de estos inventos) constituyen la parte del león de los ingresos del gobernante (por no hablar de los ingresos paralegales). Si se limitase al sueldo, el cargo de presidente del Gobierno sería un destino poco pagado, no ya en comparación con el sector privado, sino en el mismo ámbito público. El presidente del Congreso de Diputados y algunos presidentes de Comunidades Autónomas tienen sueldos mucho mayores. Y hasta hay alcaldes con sueldos equiparables al del presidente del Gobierno.
Además, no sólo importa el tamaño (el montante de los ingresos), sino su naturaleza. En este aspecto, nuestra clase política es bastante indecente. Me refiero a medidas tales como el cómputo para la carrera profesional de servicios políticos. Por ejemplo, profesores que apenas han dado una clase ni realizado una investigación han sido recompensados, por su actividad política, con todos los complementos a la excelencia docente e investigadora; o han "consolidado" un grado retributivo superior al de su cuerpo funcionarial, gracias a un nombramiento de delegado provincial o similar. Me refiero a la insolente autoatribución del seguro de desempleo para aquellos electos que no consiguen la reelección, y cosas similares.
Los partidos políticos que contienden acremente sobre casi todo, curiosamente están de acuerdo en estos desafueros. Y parece ser que se está cociendo una nueva Ley de la Función Pública, no sé si de ámbito estatal o autonómico, que dará una vuelta de tuerca más al abuso. Encarna Otero, a título personal, lo ha lamentado. Con el consabido ánimo funeral, le acompaño en el sentimiento. En mi opinión (no he leído el artículo de la Sra. Otero), cualquier solución exige previamente remediar los desafueros antes citados. Sólo después podríamos hablar en serio de los sueldos de los gobernantes.

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