lunes, agosto 20, 2007

Jose Javaloyes, Linea de alta tension estrategica

lunes 20 de agosto de 2007
Línea de alta tensión estratégica José Javaloyes

Vladimir Putín, personaje formado en los criterios de la seguridad del Estado —el que sea—, antes aun que en los de la seguridad nacional propia de los sistemas democráticos, va devolviendo pelota tras pelota a todo cuanto impulsa su “amigo” George W. Bush para consolidar la indiscutibilidad de la hegemonía norteamericana.
Así, el presidente ruso esgrime la vuelta de los euromisiles ante la insistencia occidental en levantar un escudo de radares y cohetes entre el Báltico y el cuadrilátero de Bohemia, frente al riesgo de una locura misilística de la República Islámica de Irán, y luego de que Washington y la OTAN hayan, en la práctica, dado la callada por respuesta a la iniciativa putiniana de compartir —rusos y norteamericanos con la OTAN— los filtros rusos de seguridad en torno al Caspio. Seguramente, porque Washington en particular y la OTAN en general, entre otras cosas, no se fían de la línea rusa con Teherán.
Piedra de toque para tal recelo, en este nuevo panorama ruso-americano, puede ser el apretón de Washington al Consejo de Seguridad de la ONU para que aplique en sus resoluciones presión efectiva y resolutoria, sobre el régimen iraní, en lo tocante a su programa nuclear. Que progresa impasiblemente hacia el dominio crítico de la tecnología para el enriquecimiento del uranio.
Rusia mantiene al respecto históricos puntos de vista propios; reservas y reticencias que le apartan del consenso internacional en la materia. Acaso si Washington diera más bola a Moscú en otras cuestiones, cooperaría… Es lo normal en diplomacia: quererlo cobrar todo y no dar nada si nada se recibe a cambio. Debe reconocerse que el mundo, para universal desgracia, insiste en no entender y no aceptar en estas materias, los salvíficos puntos de vista del presidente Rodríguez. Con un poco de alianzas de civilizaciones estarían arreglados todos los problemas y cabría prescindir de analistas, diplomáticos y demás especies pertenecientes a un tiempo oscuro que se resiste a desaparecer.
Pero a lo que íbamos. Entre la hostilidad abierta y el seguidismo político y diplomático queda una banda intermedia por la que Putín se ha lanzado, consciente, como cabe presumir, de todos los inconvenientes que ello comporta. El primero y más notorio, la imagen de Guerra Fría que se deriva de las nuevas decisiones del Kremlin sobre seguridad y defensa. La última de ellas, la reanudación de los vuelos estratégicos de la aviación rusa: práctica de patrullas globales, en todos los escenarios oceánicos y continentales. Esos vuelos habían sido suspendidos por los rusos en 1992, pero la OTAN nunca hizo lo propio.
Sostiene el Kremlin que la situación así mantenida durante 15 años obsta, objetivamente, a la seguridad militar rusa. Pero, de otra parte, no se puede dejar de considerar que aquella decisión rusa venía precedida de la derrota estratégica del sovietismo, tras del mortal tropiezo de Afganistán, que trajo consigo la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La suspensión de tal patrullaje era tal que una consecuencia mecánica de la derrota en la Guerra Fría, en la que la URSS sucumbió por falta de económico.
Ahora, sin embargo, con los actuales precios del petróleo y de todos sus derivados, Rusia se acerca a una situación económica envidiable mientras que el mundo libre de antaño encara las sabidas tribulaciones, a las que no es del todo ajeno el nivel estratosférico del precio de las energías . Y si Hugo Chávez, desde tal razón, se cree el rey del mambo, no es de extrañar que el presidente ruso haga otro tanto, consciente de lo que siempre ha sido el nacionalismo competitivo en la Historia de su país, desde Pedro el Grande hasta Stalin.
Pero existe un hilo interrogativo del que se habrá de tirar. En términos de responsabilidades internacionales contraídas, ¿pueden las naciones asumir su pasado a beneficio de inventario? Las derrotas, y Rusia perdió la Guerra Fría, se pagan todas, al contado o en plazos variablemente cómodos. En 1992 tocaba hacer a Rusia lo que hizo; por necesidad, no por virtud.
jose@javaloyes.net

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