viernes, agosto 10, 2007

Jose Javaloyes, Libia, una agujero negro en el firmamento internacional

viernes 10 de agosto de 2007
Libia, un agujero negro en el firmamento internacional José Javaloyes

Era lo que faltaba saber de la terrible historia del cautiverio de las enfermeras búlgaras y el médico palestino en las cárceles de la dictadura líbica. Seif el Islam Gadafi, primogénito del Coronel, viene ahora a contar en la televisión árabe Al Yazira que el grupo sanitario fue sometido a torturas durante su encarcelamiento; torturas físicas con electrodos, además de las torturas morales y de la opresión experimentada por saberse condenados a muerte en dos juicios sucesivos.
Acusados de contagiar el virus del sida a 400 niños del país norteafricano, para que así se pudiera sacudir el sistema de la responsabilidad de su ineficacia y su chapucería, el entero equipo médico-sanitario ha sufrido una historia de la que no se encuentran precedentes más que en otras dictaduras totalitarias como las comunistas, especialmente la de Stalin.
Existía una evidente responsabilidad en los centenares de contagios sufridos por esos niños a través de los servicios en el hospital de Bengasi. Pero la responsabilidad estaba localizada, como no podía ser de otra manera, en los niveles gubernamentales o ministeriales. No en el limitado quehacer de un equipo encargado de aplicar las rutinas terapéuticas que fueran del caso. O sea, quienes adquirieran los sueros y el plasma con los que se infectaron los niños eran los paniaguados del sistema, directores generales o ministros. Eso es lo normal.
Pero lo normal y propio en un sistema político “normal”, democrático digamos, es que un accidente de esa naturaleza se sustancie con la asunción de una responsabilidad política, tal como ocurrió en Francia, con una historia cualitativamente igual en lo concerniente al escape de seguridad clínica, aunque cuantitativamente mucho más modesta. Aquello le costó la dimisión ministerial a Laurente Fabius, una de las carreras políticas más brillantes y prometedoras en el socialismo francés.
Claro que de lo que se trata en Libia es de una anormalidad institucionalizada, hecha sistema. El escapismo en el nivel político de la Administración sanitaria fue apoyado, como no podía ser de otra manera, por el aparato policial: concebido para servir al régimen pero no a la población. Los genuinos responsables de esa catástrofe sanitaria no sólo utilizaron de dicha forma a la policía sino que indujeron falsos testimonios de naturaleza técnica, sobre los que los jueces de la suprema instancia concluyeron por dos veces sus sentencias de muerte. Todo eso es lo que se infiere de lo declarado por el hijo mayor del Coronel, del que se supone que ocupará un día la poltrona de su padre.
Pero la cuestión, de momento, no es la del cambio en el mando del país cuando llegue su día. Que será a mejor, por lo que se ve: hacia la transparencia. La cuestión es que por ahora, hasta que el Coronel se vaya, lo echen o se muera, el régimen líbico es un auténtico agujero negro internacional en lo que se refiere a los derechos humanos y en lo que corresponde al Derecho de Gentes. Cualquier cosa le puede pasar a un extranjero que caiga por allí, como lo hicieron los del equipo médico-sanitario llegados al hospital de Bengasi. Es la lección y el aviso para toda suerte de navegantes. En el mejor de los casos, no es el cuello sino la cartera aquello que se pone en juego.
jose@javaloyes.net

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