domingo, agosto 12, 2007

Jon Juaristi, Morisca

domingo 12 de agosto de 2007
Morisca

POR JON JUARISTI
AL sur, arde la costa en torno a Dubrovnik. Tres gigantescos tanques aéreos abrevan continuamente en el mar y sueltan toneladas de agua sobre los bosques crepitantes, pero aquí, un centenar de kilómetros al norte, todo está como cuando, hace seis años, por estas mismas fechas de agosto, Mario Vargas Llosa visitó la isla y escribió una estampa viajera que me prometí contrastar algún día con el original. Éste tiene varios nombres posibles: los croatas la llaman Korcula (léase Córchula), del griego Korkyra o Corcira, que fue también el nombre antiguo de Corfú. Para distinguirlas, a ésta la apodaban Melania, la Negra, por su vegetación tupida y oscura. Para los venecianos, que la poseyeron durante casi ocho siglos, fue y supongo que todavía es Curzola.
Tiene su encanto, aunque, como ya advertía Vargas Llosa, no hay mucho que ver. La antigua ciudadela veneciana, en el extremo meridional, cuenta con un par de iglesias interesantes, algunos rincones poéticos y la torre donde dicen que nació Marco Polo, puro kitsch que -no debería sorprender- atrae el mayor flujo de turistas. El museo de iconos es francamente pobre, rozando lo fraudulento. Pero no se pierde el tiempo visitando el de la ciudad, en la logia, y menos aún, el del palacio episcopal, con su magnífica colección de arte sacro, ornamentos, tablas medievales, iconos, libros y medallas. La historia de éste y de los numerosos enclaves venecianos del litoral croata, entre Istria y los dominios de Ragusa, no debió de ser lo que se dice apasionante hasta que los turcos entraron en escena.
En la catedral de San Marcos, más pequeña que muchas iglesias rurales castellanas, se conserva -además de un Tintoretto de primera- una confusa oploteca donde se exhiben lanzas, azagayas y alabardas de, al menos, dos orígenes distintos. Unas fueron abandonadas por los españoles que sitiaron la ciudad, sin poder tomarla, en 1483. Otras, según reza un rótulo latino un poco retórico, se las quitaron los corchulanos a los turcos. Al parecer, en 1571, el año de Lepanto, el corsario Uluzelinus (Uluch Selim, deduzco) puso cerco por mar a la fortaleza y a punto estuvo de rendirla por hambre, pero, el día de la Asunción, 15 de agosto, una súbita tempestad desbarató la flota otomana y la puso en fuga. Por cierto, la inscripción latina se pasa de paganizante: la Virgen asciende al Olimpo, y la ciudad dedica «estos trofeos partos» a la Divina. Y es que, cuando los venecianos se ponían clásicos, era de echarse a temblar.
De esta época parece proceder la Moreska, una danza guerrera que enfrenta a cristianos y moros (turcos) y que constituye la gran atracción veraniega de Korcula. Aquí ya saben que se trata de una tradición ampliamente extendida por la Europa antaño católica, pero se jactan de que la suya es la única al este del Adriático. Y tienen razón. Las danzas moriscas o danzas de espadas abundan en Italia, España, Francia e incluso en Inglaterra, donde se las conoce por Moorish dances o Morris dances. Los contendientes son casi siempre moros y cristianos, y ocioso es decir que los primeros pierden. En Korcula, los danzantes van vestidos con los mismos colores que los de las moriscas de las pastorales vascofrancesas: los turcos, de rojo, y los cristianos, de azul. El rojo tenía, en toda la Europa cristiana, connotaciones infernales. A pesar de ello, la bandera de Korcula es exactamente igual que la de la CNT, roja y negra, pero con una corona en cada triángulo. Me encanta.
A la Moreska se le ha adaptado una obrita romántica en verso, con cautiva cristiana y rey moro enamoradizo. No es un caso único de fusión entre teatro y danza tradicional (el teatro folclórico vascofrancés, por ejemplo, surgió de un compromiso entre las moriscas y la literatura caballeresca). Pero la forma cultural siempre ha sido la misma: la Cristiandad frente al Islam, lo que repugna, obviamente, a los progres que quieren cargarse las fiestas valencianas de Moros y Cristianos. Por fortuna, en Korcula no se han enterado todavía de que existen progres.

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