miércoles, agosto 29, 2007

Joaquin Roy, Mas alla de la dimision de Gonzales

Más allá de la dimisión de Gonzales
29.08.2007 -
JOAQUÍN ROY

A las pocas horas de la dimisión del hasta ahora fiscal general de Estados Unidos, el abogado texano Alberto Gonzales (sin acento, y con 's' final, sin el bigotito de aire mexicano que exhibía de joven y sin hablar español), los comentaristas se han apresurado a resaltar los archisabidos detalles biográficos y las causas inmediatas de su caída. El drama (para Bush) y la liberación (para el dañado prestigio del país) van más allá de unas vicisitudes profesionales y los insoslayables destinos de la política. La dimisión y sus causas representan una lamentable herida no solamente para todo el tejido institucional del país, sino muy especialmente para la comunidad hispana.Gonzales probablemente reiniciará su brillante carrera jurídica y con sus contactos en el Gobierno se convertirá en próspero consultor de importantes personas en transitorias dificultades legales. No se descarta que uno de los ocho hijos de un jornalero mexicano analfabeto, ascendido socialmente mediante el trabajo y el estudio tenaces y sistemáticos, equipado con títulos de Rice y Harvard, haga sus pinitos en la política. Y nada extrañaría que muchos de sus compatriotas lo voten con entusiasmo.La razón de esta paradoja es que pueden ser precisamente los más influyentes chicanos e hispanos en general los que consideren que la actuación de Gonzales fue la correcta. Su ejemplo seguirá siendo el modelo a seguir si se quiere progresar en esta sociedad cruel, competitiva e hipócrita, bajo el lastre de ser hispano. Gonzales realizó en su momento una lectura correcta de lo que tenía que hacer para no regresar al medio de donde salió y beneficiarse (según sus propias palabras) del 'sueño americano'. Este plan de ascenso no es sólo privativo de EE UU y su sector inmigratorio, sino que también es compartido por el resto del continente. Los sociólogos prueban con suma facilidad la aparente paradoja (casi todo es paradójico en América) que representa el hecho de que los inmigrantes procedentes de los lugares del globo más empobrecidos, obligados por la combinación diabólica del efecto del 'push' (acción de expulsión desde el país original) y del 'pull' (atracción de la tierra prometida), a los pocos años, como máximo en una generación, se convierten en conservadores.En lugar de actuar como abogados de las causas de 'los de abajo', se tornan ideológicamente en cómplices de 'los de arriba'. De ahí que los iniciales movimientos de izquierda revolucionaria en América Latina terminaran en sonoros fracasos y en la imposibilidad de forjar unos partidos socialdemócratas eficaces y plenamente implantados. De ahí que los sectores naturales fueran cooptados por el populismo paternalista, conservador al fin y al cabo. En Estados Unidos, los colectivos hispanos de reciente inmigración aprendieron temprano que la mejor y más rápida manera de progresar en esta sociedad es optar inteligentemente entre el activismo sindical de César Chávez o la escalada tenaz del modelo Gonzales. Los más perspicaces detectan pronto que los demócratas, a los que votan mayoritariamente (excepto los cubanos), en realidad no les revierten los favores mediante la apertura de sus enclaves socioeconómicos. Sus sindicatos están dominados por intereses a la postre conservadores de los logros y privilegios de gremio.Cuando se presenta la tentación de cruzar la línea roja que pudiera cuestionar los cimientos del sistema capitalista a la americana (abierto a las oportunidades) y del dogma político imperante (animadversión visceral hacia el marxismo), los hispanos efectúan una elección prudente y evitan dar la impresión de que pretenden implantar medidas, programas y menos aún legislación que tengan un tufillo socialista. Más allá de la básica e insuficiente seguridad social, las escuelas gratuitas y la garantía del voto, los hispanos rara vez se aventuran en otra senda incierta. Detectan sabiamente que el sistema más rápido y eficaz de ascender peldaños es imitar de forma desmesurada la ideología conservadora y fundamentalista que tanto éxito de implantación ha tenido en la última década. Es en el terreno natural de los republicanos donde los Gonzales se sienten más cómodos.De ahí que un abogado, producto del adiestramiento de la más puntillosa tradición jurídica del planeta, elija en el momento preciso la prioridad de la lealtad incuestionable al que lo ha nombrado primer ministro de Justicia hispano de la historia estadounidense, en lugar de prestar atención a los más elementales conceptos jurisprudenciales, respetados por la mayoría del mundo civilizado. Nada tiene de extrañar, así, que Gonzales pase a los anales de la violación de los más básicos principios del sistemático progreso hecho por la Humanidad en el pasado siglo, escarmentada de guerras y holocaustos. Gonzales no sólo pasará a la historia por haber ocupado, con todo el lastre de su extracción hispana, uno de los puestos más influyentes de la nación más poderosa del planeta, sino por sentar 'doctrina'. Va a ser difícil que alguien lo supere en la insólita definición (en su memorando de 25 de enero de 2002) de la Convención de Ginebra como «pintoresca», y en justificar la tortura en las circunstancias excepcionales y el contexto insólito (se espera que irrepetibles) de Guantánamo y Abú Ghraib.

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