jueves, agosto 23, 2007

Javier Perez Pellon, Dad al Cesar

viernes 24 de agosto de 2007
Dad al César Javier Pérez Pellón

Evidentemente ni el Sr. Rossi (Valentino) ni el Sr. Capirossi (Loris), dos casi adolescentes, que han comenzado a afeitarse el otro día sin haber conseguido, aún, deshacerse del acné infantil de la pubertad, ignoran la carta que Benjamín Franklin escribió, el 13 de noviembre de 1789, a Jean Baptiste Le Roy, —cuando en París ya habían comenzado a caer las cabezas de aquella nobleza viciada y despilfarradora, exenta del pago de impuestos, del Ancien Régime—, en la que, entre otras cosas decía: En este mundo no existe nada de cierto, excepto la muerte y los impuestos.
Porque resulta que estos dos chiquillos, con pinta de golfillos de la periferia de una gran ciudad, que pasan poco del 1,60 de estatura y de los 50 k. de peso, —están todavía creciendo—, que a los 18 años eran ya campeones de motociclismo y tenían una cuenta en el Banco más alta que el administrador delegado de una gran industria, nos quieren hacer creer que el ser tan veloces en una pista les da el derecho de vivir por encima de las reglas y que eso de pagar los impuestos es un latazo, no previsto, del que hay que librarse de cualquier manera, icluyendo la fraudulenta.
Rossi, Capirossi, y los otros ex-niños, son, o al menos así parece, los protegidos por un estatuto especial, que alquilan aviones privados para un simple viaje de un país a otro, dentro de Europa, que suben a helicópteros como quien coge el autobús, y que se pasean en pijama en la first class de los vuelos intercontinentales, dejando en una o dos clases inferiores a un amigo íntimo y a su masajista y fisioterapeuta.
Rossi y Capirossi, que, evidentemente no han leído a B. Franklin, pero que, sobre todo, han demostrado tener una caradura descomunal, aparte de poseer lujosísimas villas en Malibú, o por ahí, y en otros lugares exóticos de cuya existencia sólo sabemos a través de los telefilms americanos, y que poseen de ocho a diez automóviles por barba, de entre los más costosos del mercado mundial del motor, deben haber cometido algún error en los libros contables, que, por supuesto llevan sus abogados y asesores fiscales, cuando la Hacienda italiana les reclama, al uno y al otro, entre impuestos no pagados e intereses acumulados por esa deuda, 120 millones de euros y 12 millones de euros, respectivamente. Ello representa, por decirlo de algún modo, el más vistoso, clamosoro y picaresco ejemplo de la evasión fiscal en este país que, en esta materia, ostenta el triste primado de entre todos los componentes de la UE, con la excepción, quizás, de Grecia y de Portugal.
Porque en estos días, —los últimos de un mes de agosto de fuego, no sólo por la natural calura del verano, sino por aquella otra innatural y criminal de los repetidos y continuos incendios dolosos que están reduciendo a candentes cenizas una buena parte de la hermosa vegetación de la isla de Sicilia—, la evasión de los impuestos, los viejos, los nuevos, y los que están al llegar, es el principal tema de debate entre las componentes de la coalición del gobierno, aquellas otras de la oposición, y las del gobierno de la Iglesia de Roma que, en Italia, ha estado siempre, y no ha cambiado, por encima de cualquier otro, cristiano o laico que sea que se alterne en el poder.
El presidente del gobierno, Romano Prodi, haciendo un alarde de cultura religiosa, que está en la base de su antigua pertenencia a la Democracia Cristiana, en su intento de hacer partícipe a la Iglesia, en la lucha contra la evasión fiscal, cita a San Pablo y su expresión quoque discolis (también a aquellos difíciles) para dar a entender que se debe obedecer a las leyes del Estado aún a pesar de estar dictadas por truhanes. Sólo que el bueno de este profesor boloñés de Economía, se quivoca, como es su costumbre, una vez más, ya que la cita es de San Pedro y no de San Pablo, y no se refiere al argumento del pago de impuestos, —la cita exacta, además es etiam discolis—, sino a los domésticos en sus relaciones con sus señores.
De todas formas, la Iglesia contesta, puntualmente, por boca del cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado del Vaticano. Dice el purpurado: “Naturalmente, todos debemos de cumplir con nuestro deber, lo mismo en el hecho de pagar los impuestos , según leyes justas, que el destinar estos recursos a obras justas y a la ayuda a los más pobres y a los más débiles”. Si hubiera teólogos en el fisco ya tendrían con que entrenerse para interpretar lo que se entiende por justas en el lenguaje, siempre ambiguo y un tanto sibilino, de la Iglesia.
“Estoy de acuerdo con el cardenal Bertone”, vuelve a responder Prodi y, acto seguido, anuncia nuevos impuestos con el aumento fiscal del 12,50% actual al 20%, sobre el rendimiento de títulos, incluídos los del Estado, y acciones de cualquier género. Es decir, dando un duro golpe al ahorro del sufrido ciudadano y a las reservas industriales para el desarrollo y la investigación. Y, naturalmente, se ha armado la marimorena. Mientras Rossi y Capirossi, alegan en defensa de la evasión de sus impuestos, el ser residentes fuera de Italia, Inglaterra y Mónaco, el Líder de la Liga Norte, Umberto Bossi, está dispuesto a proclamar, a partir del próximo mes de septiembre, la huelga fiscal. Es decir, no pagar y basta, desafiar al Estado para hacerle entrar en razón. Berlusconi, posiblemente el mayor contribuyente italiano, se disocia, aunque no del todo, de su aliado político, al que hace un guiño de complaciente satisfación.
Quien no debe tener problemas de impuestos es la provincia de Catania, una de las más endeudadas y con mayor criminalidad mafiosa de toda Italia, ya que utiliza los recursos económicos, exentos de tasas, concedidos por la UE para su desarrollo, para tapizar, con eslóganes como éste, “Catania entre fuego y mar: descubre la ciudad con el volcán en actividad más alto de Europa”, 500 taxis en Londres, 300 vagones del metro y 3 tres líneas de trolebús en Moscú, 300 autobuses en Madrid y así en Alemania, en los Estados Unidos y en Japón. “Visit Metaponto”, rezaba un cartel publicitario de este pequeño pueblo de la Basilicata, en el Aeropuerto de Shanghai. Algo de locos.
Como de locos, o más bien de pillos redomados, son los responsables de Calabria del programa “Desarrollo Italia”, que entre padres, hijos, hermanos, cuñados y sobrinos de los máximos dirigentes del Centro Izquierda y Centro Derecha acaba de emplear a 34 personas, de esta sociedad de parentela, a costa del contribuyente que, quizás, no es un evasor fiscal.
Y, por si fuera poco ¡hala! el tesorero del DS, los democráticos de izquierda, el antiguo PCI, Partido Comunista Italiano, el partido que exhortó, por boca del puro y honesto Enrico Berlinguer, la “cuestión moral”, la vuelta a la moralidad del Estado, lanza la idea de tasar a todos los italianos para que financien los gastos de los partidos políticos, comenzando, naturalmente, por el suyo. Y todo esto a pesar de que el financiamiento público de los partidos políticos fué abolido, con un resultado del 93, 3% de votos a favor de tal medida, en un refrendum del 1993. “Eso sucedió hace ya un siglo”, contesta tan frescamente el tesorero del partido ex-comunista italiano.
Quien, a diferencia de Rossi y Capirossi, si debe haber leído a Benjamín Franklin, “los acreedores tienen mejor memoria que los deudores” (La forma de llegar a ser ricos), es la Mafia siciliana, qie tiene “bajo su control” a más de los dos tercios de las actividades comerciales e industriales de la isla y a más de un tercio de las actividades comerciales de Roma. En cuanto a la camorra napolitana, se podría decir lo mismo de su “influencia” en toda la región de la Camapania. La mafia calabresa, ya se sabe, cuando alguien desobece a sus reglas, es capaz de converir una ciudad alemana, Duisburg, en el día de San Valentín del Chicago de Al Capone.
Así va el mundo. Así va este bendito y bellísimo país. El país “donde florecen los limoneros”, al decir de Goethe. “Dad al César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios” ¡Esperemos!.

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