viernes, agosto 17, 2007

Javier Lostalé, La ecuacion infinita del amor

viernes 17 de agosto de 2007
La ecuación ifinita del amor
POR JAVIER LOSTALÉ
La poesía de Clara Janés es una isla habitada por un ser humano que se encuentra con una doble intemperie: la que le nubla hasta impedir que se vea por dentro, y la abismal distancia que le separa del otro. Una isla atravesada por ráfagas de luz y sombra, donde el espacio y el tiempo se miden por movimientos de la conciencia. A lo largo de los años la escritura de Clara Janés se ha ido adentrando en ese terreno solitario donde única canta cada alma, y ha intentado a través de la mutua fecundación de la poesía y la filosofía resolver la ecuación que define al hombre llena de incógnitas y de misterio. Un esfuerzo no habitual en la creación poética española apoyado en un sincretismo de culturas y en un diálogo ininterrumpido con autores como Wladimir Holan, Jaroslav Seifert, San Juan de la Cruz, Jorge Guillén, Cirlot o María Zambrano.
Los números oscuros (XXI Premio Internacional de Poesía Barcarola), es una etapa más en su travesía por el bosque de la condición humana, donde se junta la alta claridad solar adivinada en el vuelo de unas mariposas con la más fría sombra de quien cruzó sin germinar en nadie. Clara Janés, que utiliza el símbolo como iluminación última de lo que nombra, y acude a lo abstracto dotándolo de carnalidad, se vale en esta ocasión de los números para hablarnos del amor y de la incomunicación entre los humanos.Y lo hace consciente de que los números son signos que no sólo articulan la lectura de la naturaleza, según afirman Pitágoras, Platón y Galileo, sino que representan al hombre, pues son movibles, como los sentimientos, operamos con ellos desde la finitud del presente y sin embargo albergan lo infinito, y son expresión de lo más racional e irracional. Son liberadores unas veces, y otras levantan muros que impiden alzar el vuelo. Sin olvidarnos de su textura mágica y onírica.
]Cuarenta y cinco poemas en rosa forman este libro de Clara Janés, que no es sino una vía interior a la comunión con el otro y un reflejo de la imposibilidad de alcanzarla en toda su dimensión. Un itinerario en el que luz, abismo, misterio, máscara, alas, eco, infinito, espejo, son, entre otros, términos que tejen una red existencial donde se escucha el pulso del deseo, los ascensos y caídas del alma humana, la mutación a las que nos obliga la vida, la persistencia del fluido amoroso, la quietud en la que cae el pensamiento o la insalvable distancia para el acoplamiento entre dos seres: ¿Qué espejo nos acoge ahora para que mis pies se unan a mis pies reflejados y los tuyos a los tuyos? Y al dar un paso más allá, tiran de ti tus rayos de sombra, te arrastran y te dispersan. Yo me recojo en la mía, me sumo en el uno y enmudezco. En Los números oscuros vuelve la poeta a un símbolo muy querido: el de las cortezas o el silencio que nos separa, y a plantearse el tema de la insuficiencia del lenguaje para nombrar la realidad anímica en toda su complejidad. Insuficiencia que compara con las cifras: Las palabras contienen también las cifras y ambas se deslizan por la lengua que las atrapa y que pretende con ellas ordenar el pensamiento, mas solo lo recubre. Y somos todos, al fin, sus prisioneros.
Otra característica de la obra en general de Clara Janés es la presencia metafísica del vuelo, muy relacionada con el misterio, que adquiere en Los números oscuros una importancia fundamental: Entra en el misterio —dijo una voz—, coge las alas, ¡vuela!Los números oscuros es, insistimos, un libro de búsqueda del amor, de asalto desde el lenguaje de las matemáticas, desde una ecuación infinita, a la fortaleza tantas veces inexpugnable donde se oculta.
[Para intentar sentir, aunque solo tenga la duración del relámpago, la experiencia maravillosa de su hallazgo. Amor que irradia más allá de la muerte. Un libro que debe leerse con la luz de la razón encarnada en un corazón dispuesto a hablar, y exige la entrega total del lector, a ser posible en estado de inocencia.
La poesía de Clara Janés tiene la fragilidad de la arena y la fuerza celeste de la palabra signada. Es un puente tendido entre lo visible y lo invisible. Sus versos despiertan con la temperatura de lo alumbrado desde la contemplación, y toca con ellos el centro de gravedad de lo innombrable, la estrella que brilla en lo hondo transitorio. Con ella la poesía se coloca al nivel de la espuma del alma

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