lunes, agosto 13, 2007

Jaime Peñafiel, Un "posado" que nunca olvidará

martes 14 de agosto de 2007
Un ‘posado’ que ella nunca olvidará Jaime Peñafiel

¿Se pueden publicar, así como así, las fotos de Isabel Pantoja, realizadas en la comisaría? ¿Hay abierta alguna investigación judicial al respecto o, como aquí todo vale, la protección de datos le importa a la justicia un pimiento? Preguntaba Lucas Goñi, el pasado lunes, en El Mundo en la sección cartas al director.
Hay que reconocer que no existe, nada más humillante para un ser humano, delincuente o no, que las imágenes de la ficha policial, de frente y de perfil. No se sabría decir cuál de las dos es peor, si la de frente o la de perfil.
La imagen es un hecho aunque ahí están publicadas en prensa y televisión. Aunque nunca se me había ocurrido pensar, hasta haber visto las fotografías, tomadas en la comisaría de Marbella la noche en que detuvieron a Isabel Pantoja, cuanta variedad de rostros existen en una misma persona.
Contemplando, entristecido, estas tres dolorosas y humillantes fotografías policiales, llego a la conclusión de que cada hombre y cada mujer, poseemos varias.
Hay quien usa un mismo rostro durante años, pero éste, con el paso del tiempo, o se va gastando, se va arrugando o se ensucia, que decía alguien.
Un proceso natural.
Pero, de repente, como una tragedia en tu vida, una decepción, un engaño, una traición o una mala madrugada, porque a tu casa no ha llamado el lechero sino la policía, que viene a detenerte, te miras al espejo y preguntas: rostro, mi rostro ¿de quién eres tu?
Porque nadie puede, durante largo tiempo, el transcurrido hasta que la detuvieron, presentar un rostro a la prensa y a la multitud y, otro, así misma, en la dolorosa intimidad y preguntarse cuál es el verdadero.
Cicerón escribía que el rostro es el espejo del alma y los ojos sus delatores. Lo que más me ha impactado de esas fotografías, sobre todo las de frente, ha sido la mirada de Isabel, los ojos de la Pantoja ¿empañados por las lágrimas?
Son ojos, son una mirada, que exterioriza, no el miedo a la cárcel, ya lo estaba aunque fuera un calabozo, peor que la prisión, sino miedo a su propio miedo.
Tanto era el miedo, que se advierte en las imágenes, que ella, mujer rebelde y hasta violenta, se dejaba hacer: “ahora de frente… ahora de perfil… ahora del otro lado”, sin saber qué va a ser de mí.
No era mi Isabel. El juez Torres, me la había cambiado con sólo llamarla a declarar. Y eso que llegó a juzgados sin esposar, la primera humillación para que te vayas enterando.
Luego el “posado”, al que ella estaba tan acostumbrada, un posado que, como escribe Rosa Belmonte, esa chica del ABC que me gusta tanto,“vulnera el derecho a la propia imagen”. Lo que no es de justicia.
Pero, no se pueden comparar estas imágenes, con la del día del entierro de Paquirri, querida Rosa. Aquellas eran de dolor, pero éstas de miedo, de terror.
Ya sabes lo que decía Sófocles: “nunca, en un país, las leyes tendrían la fuerza que conviene, si no fuesen mantenidas por el miedo”.
A pesar de los siglos transcurridos, esto sigue teniendo vigencia.
Hoy, más que nunca, hago mías las palabras de Concepción Arenal: “odia el delito (presunto) y compadece al delincuente. Presunta, también, Isabel, presunta.

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