viernes, agosto 10, 2007

Irak ayuda a destruirse a si misma

viernes 10 de agosto de 2007
Irak ayuda a destruirse a sí misma
LAS Naciones Unidas se disponen a aprobar en las próximas horas una resolución que al mismo tiempo que amplía por un año el mandato de la presencia de tropas extranjeras, consagrará la madurez del proceso de transición de la dirección de la guerra al Gobierno iraquí. En este sentido, el hecho más simbólico de esta resolución es que no se ha podido aprobar precisamente porque el primer ministro iraquí, Nuri Al Maliky, se encuentra de visita oficial en el extranjero, y tanto Estados Unidos como Gran Bretaña, miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y promotores de este texto, no han querido someterlo a votación sin que haya sido aprobado previamente por el propio Gobierno iraquí, que debería ser el primer interesado.
A pesar de los discursos más o menos retóricos, hace tiempo que el presidente norteamericano, George Bush, ha dejado de creer en la posibilidad de algo que no sea minimizar los efectos del desastre que se ha incubado en Irak, y cualquier perspectiva realista pasa por esperar a que se creen cuanto antes las condiciones para empezar una retirada razonable de las tropas y transferir la responsabilidad del futuro del país a los propios iraquíes.
Sin embargo, las fuerzas disgregadoras y destructivas de la propia sociedad iraquí están revelándose como el elemento más perturbador de la estrategia occidental en Irak. Estados Unidos está perdiendo capacidad de influencia en la evolución de un enjambre de conflictos intercomunicados que se han desarrollado al margen de la presencia militar occidental. El hecho de que una cantidad astronómica de las armas que Estados Unidos ha entregado al nuevo ejército iraquí haya desaparecido en los abismos del mercado negro y esté ahora alimentando la espiral de violencia, en lugar de contribuyendo a serenarla, es por ejemplo uno de los elementos que mejor ilustra buena parte de lo que está pasando allí.
Precisamente, el viaje oficial de Al Maliki no es a cualquier país, sino al Irán de los ayatolás, al que Estados Unidos considera como instigador de parte de la violencia que asola a Irak (y a Afganistán) y que mantiene en vilo a la comunidad internacional con sus persistentes planes de construir armas nucleares. Siendo de confesión chií, las efusiones de Al Maliki con la República islámica vecina de Irán podrían ser puentes para tratar de encontrar soluciones, pero también concesiones no tan apaciguadoras. La evolución de los acontecimientos demuestra que los países vecinos tienen mucho que decir a la hora de buscar soluciones para poner fin a esta insoportable situación de violencia, y ayer estos manifestaron públicamente su voluntad de contribuir a ello. Pero la parte más importante del trabajo queda en manos de los propios iraquíes. Si no existe una voluntad expresa y sostenida de paz y reconciliación por parte de todos los iraquíes, nadie podrá pacificar el país.

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