jueves, agosto 23, 2007

Inocencio Arias, Mas pesimismo sobre Irak

viernes 24 de agosto de 2007
Más pesimismo sobre Irak Inocencio Arias

Los medios de información de Estados Unidos concluyen casi generalizadamente que la luz al final del túnel en Irak no acaba de vislumbrarse. El aumento de tropas estadounidenses que decidió Bush hace meses ha dado algunos resultados al devolver una cierta tranquilidad a algunas zonas del país pero, en otras, hay sobresaltos espectaculares: 250 personas pertenecientes a la secta Yazidi en Kurdistán morían en dos pueblos en el atentado más sangriento del último año.
Políticamente, sobre todo, la situación no es más alentadora. Las divisiones en el gobierno, entre las diversas comunidades, sunitas, chiítas..., y en el seno de ellas no se reducen. De los 37 miembros del Ejecutivo, unos 18 han dimitido o no asisten a sus sesiones. “El gobierno está colapsado” dice Richard Engel en Los Ángeles Times. Su Presidente, Maliki ya ha oído muestras de descontento de Washington. Bush ha manifestado que había “un cierto grado de frustración” con los esfuerzos oficiales para unificar la acción gubernamental y Maliki ha salido respondón. “Podemos encontrar amigos en otros lugares”, ha dicho de forma desafiante, si Washington no comulga como el modo que dirigimos el país, “nadie puede imponerle calendarios al gobierno iraquí”. No es raro que N. Kristoff en The New York Times apunte que “no ganaremos en esta ocasión”, los Estados Unidos no podrán hilvanar un acuerdo entre tantas facciones en guerra.
Esta es la madre del cordero. La intervención extranjera en Irak ha resucitado furiosamente la animosidad entre las comunidades iraquíes. La lucha, por el poder, ha despertado, a su vez, una virulenta pugna en el seno de las propias facciones. Un ejemplo relevante son los chiítas mayoritarios en el gobierno y en las elecciones. Tres grupos importantes, el de la dinastía Sadr, el de la Hakim y el Falhida de Basora luchan por el poder con milicias que les son afines.
Esta división, con los enfrentamientos intestines, explica el encogido papel que los británicos han acabado interpretando en la importante provincia de Basora. De patrullar sin problemas han pasado a estar atrincherados, a protegerse estrictamente a sí mismos. La creencia dominante ahora es que los británicos, con unos efectivos reducidos y sin haber querido hacer ningún desembolso en la reconstrucción iraquí, fueron una vital hoja de parra política para la Administración Bush pero tuvieron una escasa incidencia militar.
El premier Brown rumia, al parecer, como retirarse del país sin levantar ampollas en su aliado y el Financial Times titula ominoso: La Historia dirá quién perdió Irak.

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