jueves, agosto 09, 2007

Impresion e ineficacia

Imprevisión e ineficacia
09.08.2007 -

La concatenación de averías en infraestructuras básicas registradas en Barcelona y su área metropolitana ha provocado una comprensible indignación en la ciudadanía, además de una palpable preocupación sobre la calidad y el estado de unos servicios indispensables para la movilidad y la calidad de vida de una de las regiones más desarrolladas de España. El deterioro de la red de cercanías de Renfe ha quedado en evidencia por su incapacidad no ya para superar las dificultades creadas por la coincidencia con las complejas obras del AVE, sino para hacer frente a las generadas por una rutinaria tormenta. El aeropuerto del Prat, que en siete años ha ganado 11 millones de pasajeros, también se ha resentido por sus problemas estructurales. Y la red de autopistas de entrada y salida a Barcelona se ha colapsado en cuanto el volumen de vehículos ha superado su limitada capacidad, insuficiente para absorber las necesidades de una sociedad que ha crecido de seis a siete millones de habitantes, de los que dos tercios residen en el cinturón metropolitano.Las desafortunadas apelaciones a la paciencia por parte de la ministra de Fomento, tratando de contrarrestar las críticas de quienes achacan al Estado desidia inversora, colisionan con las lógicas reclamaciones de unos usuarios que aspiran a unas infraestructuras acordes al potencial económico de Cataluña y del conjunto del país. Las quejas se ven justificadas por la reiteración de los incidentes en la red de cercanías -uno cada tres días- y la constatación de que muchos de ellos se han producido en zonas muy alejadas del tramo en construcción del AVE. El ciudadano sufre así no sólo los perjuicios de la falta de previsión, cuya responsabilidad compete a las administraciones central, autonómica y local; también una ausencia de información directa y atención posterior que delata una ineficacia global. Con la agravante de que lo ocurrido puede ser el indicio de unas deficiencias de alcance más amplio, derivadas de la creciente demanda de servicios básicos provocada por el fuerte crecimiento de la economía española en la última década y el sustancial incremento poblacional. El enorme menoscabo sufrido por la competitividad catalana en plena temporada turística y la distorsión de su -antaño- inmaculada imagen internacional han de redundar, más allá de la interesada diatriba política, en una enseñanza sobre los déficits que deberán encarar las administraciones ante una realidad social más exigente. Además de intensificar la inversión pública en los sectores clave de las infraestructuras deficitarias, parece obligado estimular el desarrollo de la inversión privada como un agente complementario indispensable y aligerar las trabas a su participación en las áreas vinculadas al transporte, la energía y la comunicación. Y apuntalar, junto a ello, el control institucional con la puesta en marcha de la Agencia de Evaluación de la Calidad de los Servicios Públicos.

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