jueves, agosto 23, 2007

Ignacio del Rio, Gallardomia

viernes 24 de agostso de 2007
Gallardomia Ignacio del Río

Alberto Ruiz Gallardón tiene todo el derecho a pedir un puesto en la próxima lista al Congreso por Madrid. Tiene toda la razón cuando dice que siempre ha estado a disposición de lo que le ha pedido la dirección del PP. Como candidato a la Comunidad, como Portavoz en el Senado y cuando Aznar le hace volver a bregar al Ayuntamiento, en el que había comenzado su carrera política, después de dos mayorías absolutas en la Comunidad. Una auténtica judiada, después de haber sido ignorado en la formación de sus Gobiernos.
Alberto Ruiz Gallardón tiene también todos los méritos para ser diputado por Madrid. Le sobra inteligencia, tiene profesionalidad y capacidad de trabajo y su oratoria brillante está a años luz de la mediocridad plúmbea con la que se deambula por la Carrera de San Jerónimo. Todo esto es tan obvio que no necesita a nadie de su entorno para exponerlo y menos cuando su segundo lo único a lo que contribuye es a estropear la presentación del personaje.
También, debe ser motivo para el reconocimiento que diga lo que piensa, aunque no sea todo lo que piensa, en medio de una clase política instalada en el disimulo y que utiliza más la faca y el hipérbole que la razón y la elocuencia. Y es igualmente elogiable que diga algo de lo que piensa, en medio de un sistema de partidos en los que no ya el debate, sino la mera opinión, han desaparecido, para convertirse en batallones disciplinados de la infantería ideológica que se produce en los aparatos centrales.
¿Qué ha fallado en todo este escenario que se ha producido en el frescachón agosto que el cambio climático, enarbolado por la izquierda a falta de otros estandartes, nos ha proporcionado? Pues probablemente valentía, coherencia y, como siempre Alberto, estrategia.
La primera virtud, la valentía, que a veces aparece como temeraria, exigía que dijese todo lo que piensa. Y la confianza de Gallardón en las posibilidades que tiene Rajoy de ganar a Zapatero, es perfectamente descriptible, como lo es en el 99 por ciento de las personas que hacen tertulia política. En el toreo, como en la política, los subalternos sólo salen cuando el maestro pierde la compostura.
También le ha faltado valentía para proponer que se modifique la ley electoral para hacer posible un sistema de elección más directo por los ciudadanos o al menos dar alguna apariencia de que los Partidos son organizaciones con democracia interna en su funcionamiento. Valentía que también le faltó cuando compitió con Esperanza Aguirre a la Presidencia del PP de Madrid, actuando por persona interpuesta.
La segunda falta es la de la coherencia., porque la teoría de la mejor defensa y representación de Madrid, es políticamente incorrecta en la democracia liberal y, más aún, en el Congreso donde reside la soberanía nacional. En la Cámara Baja y en España sobran localismo provinciano y falta grandeur de Nación y de Estado.
Gallardón no puede ni debe ir al Congreso con el problema de los atascos de Madrid y de las prostitutas de la calle Montera .Eso es lo que quieren Carod e Ibarretxe, que el país hable sólo de Xirinach y de Otegi. Al Congreso hay que ir a hablar de España, de la Constitución, de la Justicia, de la política exterior y de los problemas de los ciudadanos.
Por eso, si quiere ir al Congreso tiene que dejar previamente la Alcaldía, que seguro que le aburre y, además, ya no hay dinero ni cuerpo para hacer más túneles. Los alcaldes de las capitales autonómicas y los presidentes de comunidad tendrían que estar como miembros natos del Senado, aunque sea sólo con voz y sin voto, para que, alguna vez, se sepa que hacen nuestros senadores en el caserón de la plaza de la Marina Española y la Cámara sirva, políticamente, a la estructura territorial del estado.
Lo sucedido no es sino un preludio de la sinfonía desafinada que se está tocando en el PP. De aquellos polvos, la designación digital del sucesor, vienen estos lodos y el remedio sólo depende de la voluntad y capacidad para rectificar por quién corresponde.
Gallardón, lo que también tiene que contar es que presentará su candidatura al Congreso, al otro Congreso, que se celebrará después de las elecciones, rebus sic stantibus o si Rato no lo remedia. Y que quiere presentarse desde la condición de diputado por Madrid, porque sabe que, en la oposición, el poder esta en el grupo parlamentario y en el partido.
La cuestión está en comprobar si los militantes y dirigentes le quieren y confían en él. Pero esto es la democracia y los partidos y las personas necesitan, de vez en cuando, su catarsis, que ya practicaban los griegos para su purificación y reestablecer su equilibrio anímico y sentimental.
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