lunes, agosto 20, 2007

Ignacio del Rio , ¿Donde esta Wally?

lunes 20 de agosto de 2007
¿Dónde esta Wally? Ignacio del Río

Pedro J., en su epístola del último domingo, relata el repertorio de Dan Rice, una especie de buhonero, que, según dice el director de El Mundo basó su éxito en su “magnética versatilidad”, capaz de presentar un cerdo que daba la hora y de acompañarse por caballos que leían el pensamiento. Un relato que finaliza con la operación Roger Rabitt (Rodrigo Rato).
La comparación más acertada, sin embargo, asigna el papel de Dan Rice a Zapatero cuyo repertorio político, con el cerdo o los caballos y la imitación de los cantantes negros maquillándose con betún, nos recuerda su negociación con ETA, sus pactos políticos con Esquerra y a la Alianza de las Civilizaciones. El artículo es, por ello, una correcta puesta en escena con la trama mal resuelta.
Y especialmente esta trama afecta al PP, a la valoración actual de su liderazgo y al pronóstico sobre el resultado de las próximas elecciones, presupuestos que hacen ineludible traer a la política nacional al precursor del Conejo de la Suerte.
Lo probado es que el guión trazado por Aznar, sucesor elegido y elecciones ganadas, no se cumplió y Zapatero ha superado todas las previsiones en su condición de dinamitero de la arquitectura constitucional y ha puesto en claro riesgo nuestro futuro como Nación, la estabilidad y el camino de progreso y bienestar alcanzado, significativamente vulnerable en una situación financiera de alta volatilidad.
Si hay algo evidente es que las alarmas están encendidas y los ciudadanos observan, cada vez con mayor preocupación, que la negociación con ETA ha destrozado la dignidad del Estado, que la ruptura se ha convertido en un paréntesis, y que la gobernación de un modelo autonómico depredador, nos lleva al caos en versión incendios de Canarias, electricidad en Cataluña o gestión de la inmigración.
Si encima caen chuzos sobre la economía doméstica con la subida de las hipotecas y el pequeño ahorro bursátil se pulveriza en tres jornadas, la inquietud se instala en los ciudadanos que no perciben las fanfarrias y bendiciones de nuestra economía.
El bálsamo de fierabrás de Zapatero, el país estable, alegre y confiado que le jalea mientras baja de la barcaza en el grandioso marco de Bajo Guía, ha puesto en marcha, hace un mes, la campaña electoral, durante el Debate del Estado de la Nación, mientras la oposición popular pensaba que había tomado la iniciativa cuando reclamaba las actas de una negociación que esta simplemente suspendida, sino sumergida.
La cuestión básica y principal, que se deberá resolver en las próximas elecciones generales, se sitúa en la continuidad o no del modelo político de Zapatero, que se desliza por la superficie política, como una grácil bailarina del Bolshoi, mientras la oposición bracea en las aguas pantanosas, azuzada por el cerdo relojero, el caballo cinético y los negritos con betún.
En esta situación, el líder popular tiene ante si el dilema del laberinto. Puede tomar un camino equivocado y pensar que el tiempo juega a su favor y el azar le proporcionará la misma oportunidad que brindó a Zapatero, mientras espera y esperamos que el natural desgaste de todo gobierno cumpla su función. Ello supondrá, probablemente, la victoria electoral del PSOE y un nuevo ciclo para Zapatero, mientras el PP intenta resolver su inevitable crisis que conducirá a su fraccionamiento en partidos regionalistas que se buscan la vida por su cuenta con escaso sentido de Estado.
El otro camino es escoger lo mejor y al mejor. No está escrito que el Presidente del Partido tenga que ser el candidato a la Presidencia del Gobierno ni que encabece la candidatura por Madrid. Núñez Feijoo ha declarado que estaría encantado de tener al Presidente en la circunscripción de Pontevedra y, además, corresponde a la Junta Directiva designar al candidato, sin necesidad de ningún Congreso extraordinario.
La política exige, sin duda, renuncias y sacrificios. Churchill y De Gaulle los hicieron y pasaron a la Historia. Por eso, no hay que sacar ningún conejo de la chistera, ni Roger Rabito ni Bugs Bunny, sino simplemente, aplicar el sentido común y escuchar lo que se oye en la calle. La gente quiere un cambio que actúe como revulsivo y traslade ilusión y esperanza. Las elecciones en nuestro país han obedecido a una lógica casi cartesiana. Perder puede perder cualquiera, pero saber ganar, aún a costa de uno mismo lo saben hacer muy pocos.

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