miércoles, agosto 22, 2007

Ignacio Camacho, Corrupcion de ida y vuelta

miercoles 22 de agosto de 2007
Corrupción de ida y vuelta

POR IGNACIO CAMACHO
SI yo fuese concejal de Urbanismo y no me hubiese corrompido (aún), vería de organizar un simposio de reivindicación colectiva, como los de alcohólicos anónimos o de toxicómanos rehabilitados, para salir del entredicho gremial y mostrarle a la sociedad la cara amable del cargo y el sufrimiento que conlleva cargar con la etiqueta social de una presunción de culpabilidad genérica. Y aun así es probable que se colasen en el congresillo algunos corruptos haciendo protesta de inocencia, a base de insistir, como continúa haciendo Isabel García Marcos, en que son presos políticos y no políticos presos... de la codicia y en ocasiones de las penitenciarías del Estado. Con semejantes compañeros de viaje resulta difícil que la gente no crea, como le acaba de decir al CIS una mayoría bastante absoluta de españoles, que la política es una actividad generalizadamente venal, en la que los intereses corporativos priman sobre la denuncia de los trincones y en la que, lejos de apreciarse síntomas de regeneración, los ciudadanos sólo ven una casta de privilegiados en busca de atajos fáciles para el enriquecimiento irregular.
Claro que como el CIS va de buenista según la corriente dominante y trabaja en pro de una democracia deliberativa en la que el pueblo siempre tiene razón, no pregunta a esos mismos ciudadanos hasta qué punto estarían ellos dispuestos a participar en el tejemaneje, como si los políticos se corrompiesen bajo el impulso abstracto de una tentación existencial y no con la colaboración necesaria de quienes pagan para beneficiarse de favores en un mercado negro. Parece que nuestra relajada moral social ha decretado que sólo es culpable el que cobra, olvidando la popular ley de Mahoma -sobre el que da y el que toma- para aliviarse a sí misma del incómodo trance de mirarse en el espejo de una conciencia colectiva devastada por el anhelo de riqueza. Lo fácil es descargar siempre la culpa sobre los otros.
La realidad es que en las últimas municipales triunfaron muchos partidos y alcaldes colocados no sólo bajo la sospecha indiciaria, sino bajo la misma acción de la justicia. Y que en la denostada Marbella, Gomorra del pecado de avaricia, el GIL sacó cuatro mayorías consecutivas basadas en un pueblo cómodo con la prosperidad que le proporcionaba la cleptocracia organizada. A la gente le gusta apedrear en la plaza a los políticos sorprendidos en la postura del egipcio, pero no renuncia a beneficiarse de un sistema que crea empleo y multiplica plusvalías mediante el cohecho y la mangoleta. Lo fácil es estar al plato y a las tajadas, con el ladrillo de lapidar en una mano y el maletín de sobornar en la otra.
Vivimos en un régimen de impunidad más o menos consentida en el que los partidos se protegen mediante el encubrimiento y la endogamia mientras la ciudadanía se limita a descreer para exculparse de su responsabilidad colectiva. El resultado es un desprestigio de la actividad pública frente al que nadie parece dispuesto a asumir la autocrítica. Y en vez de querer ser de mayores futbolistas o ingenieros, los chavales más espabilados sueñan ahora con una concejalía.

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