viernes, agosto 03, 2007

Hermann Tertsch, Resignado retorno a la tradicion

viernes 3 de agosto de 2007
Resignado retorno a la tradición

POR HERMANN TERTSCH
El gran plan de rearme de Oriente Medio anunciado por la Administración norteamericana esta semana generará, nadie lo dude, virulentas críticas en Europa. Se volverá a hablar de la perversa afición de Washington a fomentar escaladas armamentistas en la región, de la peligrosa contradicción que supone suministrar armamento sofisticado a teocracias del Golfo, dictaduras como Egipto o dar más alas a un posible aventurerismo de Israel. En realidad, lo que han anunciado el presidente George Bush y después Condoleezza Rice en su gira por Oriente Medio, es el retorno a una política clásica de contención. Es decir, la resignada confirmación por parte de Bush de que considera fracasada la aventura de los neoconservadores y sus «trotskistas del Pentágono» de cambiar radicalmente y por la fuerza el perfil político y social de Oriente Medio. Bush relanzará una política que es la contraria a la que ha mantenido durante su presidencia. Y que será criticada con la misma vehemencia que la anterior.
Al final de su segundo mandato, Bush da por cerrado el intento de generar una democracia amiga de EE.UU. en el corazón de Oriente Medio que pudiera expandir el prestigio del sistema y la prosperidad, y acabar así con el círculo vicioso de la retroalimentación entre Estados fallidos y el fanatismo. Así podría EE.UU. y todo Occidente liberarse de su dependencia de los Estados antidemocráticos de la región -especialmente de la Arabia Saudí que vuelve ahora al protagonismo absoluto- e incrementar por ello la presión hacia las reformas democráticas y el respeto a los derechos humanos con lo que las sociedades abiertas podrían realmente adoptar una actitud ofensiva y no defensiva frente al avance del islamismo radical y el terrorismo.
No ha podido ser. El concepto mismo partía probablemente de mucho desconocimiento de la situación real en la región y de premisas falsas aunque con seguridad no de tantas como se le achacarán ahora. Muchos lo calificaron una locura desde un principio, otros creyeron que valía la pena intentarlo, pero ahora su principal valedor lo da por liquidado. Después de una intervención contundente en Irak, se dieron grandes pasos como convocatorias electorales con participación mucho más alta que las hoy existentes en la mayor parte de democracias occidentales. Se eligió una asamblea constituyente, se hizo una constitución que fue ratificada y se lograron en muchos momentos consensos que hacían pensar en que el proyecto sería viable. Pero una política de ocupación plagada de errores y tibieza, la falta de cooperación de muchos aliados cuando no el sabotaje por parte de algunos, la explotación política por parte de Rusia y China de la creciente soledad de Washington han llevado al fracaso esta política. Es inútil especular sobre cuáles habrían sido sus posibilidades en otras condiciones.
Con un secretario de Defensa, Robert Gates, ajeno a las aventuras neocon, EEUU vuelve a la política de Bush padre y tantos otros, centrada en la cooperación y el equilibrio entre estados y considera que no son de su incumbencia las realidades sociales existentes en los países aliados o enemigos mientras no afecten a la cooperación misma. Gaza, Líbano, Irak, el terrorismo islamista en general y la mano constante de Irán en todas estas crisis han impuesto de nuevo la noción clásica de apoyar a quien quiera ser aliado, independientemente de su catadura. Y la vuelta a la noción de la contención. Los 30.000 millones de dólares en armas que recibirá Arabia Saudí, los 20.000 que recibirá Israel en ayuda adicional militar y los 23.000 para Egipto tienen como objeto afrontar la máxima prioridad ya que es la neutralización de la amenaza de Irán. En Irak no habrá bajo este presidente una retirada total que supondría una inmensa catástrofe para el pueblo iraquí y la seguridad occidental. Pero ahora la política se centra en Irán y se mantiene la opción diplomática pero cada vez más reforzada con argumentos militares. Pese a todo, Teherán sigue con su programa armamentista y nuclear. Ahora se trata de que los mullahs y Ahmadineyad comprendan que cualquier agresión por su parte tendría un costo inaceptable. A corto plazo ya hay para ello en el Golfo una presencia naval considerable. A largo plazo son los países del entorno rearmados la advertencia a Irán. Nadie se rasgue las vestiduras. Los saudíes se habrían ido de compras a Rusia o a China si no reciben las armas de EEUU. O a Francia, que también parece ya decidida armar a amigos aunque sean tan recientes e impredecibles como la Libia de Gadafi.
Hermann
Tertsch

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