miércoles, agosto 15, 2007

German Yanke, La ministra no dimite

miercoles 15 de agosto de 2007
La ministra no dimite Germán Yanke

La frase más interesante de la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, durante su comparecencia de ayer en el Congreso fue la relativa a la amplísima petición de dimisión: “Bienvenido sea el día en el que el presidente decida que debo dejar el cargo”. No es que lo desee, como podría equivocadamente deducirse, de la citada frase, sino que viene a decir que su única responsabilidad es ante el presidente Rodríguez Zapatero, del que —dice— sigue teniendo apoyo.
Es interesante la afirmación porque revela, en primer lugar, que, para los ministros —estos y los anteriores— el Parlamento es un mero trámite, un lugar al que los que no pertenecen a su partido van a molestar y a hacerse los importantes. Que se quejan, cosas de la política; que piden su dimisión, una muestra más de utilización partidista de los problemas. Y, en segundo lugar, que la mayor parte de ellos, desde luego Magdalena Álvarez, no contrastan su gestión con los resultados ni con el parecer de la opinión pública, sino únicamente con el semblante del presidente
La gestión de Fomento es un desastre. En ese ministerio se comenzó la legislatura haciendo bromitas con el trabajo de Francisco Álvarez Cascos y ahora procuran que nadie mente su nombre porque las comparaciones son lamentables para su sucesora. No se trata ya de la mediatización política de su importante presupuesto sino, lisa y llanamente, de incapacidad para tan fundamental tarea. La petición de dimisión formulada por CiU, PP, ERC e IVC coincide, además, en un momento dramático en el que se palpa, más que verse, la falta de seriedad y la desorientación del ministerio que se permite, además, la bromita de mal gusto de trasladar a un secretario de Estado a Barcelona como si, en la era de las comunicaciones, fuera necesario, para enterarse de lo que pasa y solucionarlo, que el enviado especial de Magdalena Álvarez se tome el café en las Ramblas.
A Cataluña se suman las quejas y las reivindicaciones de otras comunidades autónomas y algunas otras bromitas del mismo tipo, como inaugurar en la última campaña electoral obras que correspondían a la Comunidad de Madrid.
Pero la ministra no revisará su trabajo con espíritu crítico ni contraponiéndolo a sus planes o a las exigencias de otras instituciones y partidos. Le basta que el presidente, más que apoyar su gestión, no considere que sea precisamente el momento para cesarla. La deja quemarse y ella piensa que la sostiene con orgullo.

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