miércoles, agosto 22, 2007

German Yanke, Estado de obras

miercoles 22 de agosto de 2007
Estado de obras Germán Yanke

Para enmarcar adecuadamente el debate sobre lo que ha ocurrido este verano en Cataluña —desde los problemas de suministro eléctrico a los ferroviarios— el presidente del Gobierno ha echado su cuarto a espadas tras visitar al Rey. Resulta que, según Rodríguez Zapatero, el problema en Cataluña no es de falta de inversiones o infraestructuras, como se dijo cuando se aprobó el nuevo Estatuto, como insisten allí tanto el Gobierno tripartito como la Oposición (aunque aprovechen el río revuelto para fustigarse unos a otros), como apuntaban antes algunos dirigentes del PSOE para justificar una especial dedicación del Gobierno español a las cosas catalanas. De acuerdo con el punto de vista del presidente, lo que hay es muchas inversiones, muchas nuevas infraestructuras y los únicos problemas son las molestias coyunturales que ocasiona ese “estado de obras”.
Este estado de obras es con minúsculas pero, oyendo al presidente Rodríguez Zapatero, casi se podía rememorar el otro, con mayúsculas, el Estado de Obras al viejo estilo Fernández de la Mora. Se diría que, en este afán de justificar por la tangente lo ocurrido y dar su “mucho” apoyo a la ministra de Fomento, nada se ha hecho para modernizar España antes de la llegada de su Gobierno. Todo son esfuerzos, oportunidades para el futuro inmediato, gastos para poner el país al día. Si antes había pantanos, ahora autovías y trenes de alta velocidad. A España, diría un émulo de Alfonso Guerra en el actual Ejecutivo, no la va a reconocer ni su madre gracias al presidente.
Ahora quedan, de todos modos, dos cosas importantes. Ver si en Cataluña se convencen, socialistas incluidos, de que están padeciendo los inconvenientes de la gran reforma, es decir, que deben estar más agradecidos que molestos. Y, en segundo término, quizá termine llegando la hora en la que esta discusión sobre las infraestructuras catalanas, como otras en otros lugares, se circunscriban a parámetros más serios que un exagerado victimismo por un lado y una euforia despampanante por otro. En Cataluña hay problemas reales que el Gobierno no ha sabido ni resolver ni encauzar. Si para que haya tren de alta velocidad en diciembre tienen que venirse abajo los trenes de cercanías en Barcelona es que el país está muy lejos del paraíso moderno que nos pinta el Gobierno. Si tras las comparecencias en el Parlamento catalán de los presidentes de Endesa y Red Eléctrica Española, en las que se advirtieron claramente deficiencias en la previsión y en las decisiones que competen a los poderes públicos, se sigue diciendo que no pasa nada, que ya hay luz, que ya ha pasado el susto, es que la gestión pública tiene agujeros graves.

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