jueves, agosto 02, 2007

Garcia Brera, Mentiras, promesas y sumision

viernes 3 de agosto de 2007
Mentiras, promesas y sumisión
Miguel Ángel García Brera
S ON tantas las mentiras que nos inundan, que ya resulta difícil saber a qué atenerse cuando uno lee una simple gacetilla, un artículo, un discurso o una tesis doctoral. Políticos, articulistas, profesionales, catedráticos, jueces, investigadores - no todos claro – mienten al servicio de su partido, de sus intereses bastardos, de su insolidaridad. Incluso cuando uno lee una Constitución o una Sentencia, se topa con la mentira. La mentira en directo, con total impunidad y cara dura, o la ambivalencia verbal, abierta a todas las interpretaciones interesadas y torticeras, inundan la vida pública y privada y es difícil defenderse de la incertidumbre que producen, llevándonos a un general escepticismo, horrible en sí mismo y por cuanto tiene de generalizador. El pueblo lee, oye y, queriéndolo o sin darse cuenta, sostiene un debate interior en el que termina por pensar que casi no hay excepciones a la regla general que señala el imperio de la mentira. En el ámbito político, además de la mentira se ha instalado la promesa sin tino y la aceptación de todos los órdagos. Así, por ejemplo, ahora mismo, en lugar de depurar al máximo y exigir la reparación de los daños causados, aunque para pagarlos hayan de trabajar con una salario reducido media vida, a unos trabajadores que organizan una huelga salvaje disfrazándola con una imaginaria y puntual enfermedad que afecta a prácticamente todo el grupo – caso AVE-, se estudia remediar el dislate accediendo a todo o parte de lo que esos trabajadores privilegiados exigen. Y, según leo, en Martín Ferrán, entre las peticiones figura, nada más y nada menos, que convertir el grupo actual en un numerus clausus y no dar cursos de formación que permitan a otros acceder al puesto de conductores del AVE, que parece muy bien remunerado y atractivo. Es para volverse loco, pensar que hay gentes que exigen que otros no puedan obtener, con el mismo esfuerzo, lo que ellos obtuvieron de la sociedad. Esto si que es corporativismo del peor estilo y un inaceptable ataque a la Constitución donde se mantiene que la igualdad es fundamento de nuestro orden social. En cuanto a la promesa sin tino, se ha generalizado hasta ser una de las armas políticas del propio presidente del Gobierno. La panoplia de ese tipo de intervenciones presidenciales, puede arrancar, como la más grave, el día que prometió a los catalanes que su Estatuto seria respetado en la forma en que saliera de sus Cortes. Luego la promesa la llevó el viento y los huracanes han asolado ese Estatuto que puede, incluso caer a tierra, en el Tribunal Constitucional, con un daño, por las repercusiones que tendrá, indudables, para toda España incluida Cataluña. Y, para no hacer larga historia de promesas absurdas o incumplidas, pasaré a la más reciente que consiste en asegurar a los canarios – eso sí sin visitarlos de tú a tú - que cada uno de ellos volverá a tener lo mismo que poseía el día en que las imprevisiones del Estado y de nuestro Gobierno sobre la prevención de incendios, permitió que ardieran las islas. ¿Sabe un presidente del gobierno, que no conoce lo que vale un café en un bar público, cuanto costará al Estado poner en su modo de vida anterior a cuantos han perdido algo en el incendio? ¿Puede, sin saber ese importe, ni aproximadamente, comprometer el presupuesto nacional en hacer frente a tanto daño? No me opongo a la obligación y al deseo de todo español de socorrer a quien tanto ha perdido, pero un buen político no puede prometer lo que no sabe si le será posible dar, cuando ni siquiera tiene una mínima evaluación de lo que está prometiendo. Pero, como digo, la mentira se ha instalado en el discurso, la promesa en la ejecución de una política que preferentemente tiende a callar la boca y a someter las voluntades por el momento, buscando que dure el mayor tiempo el efecto de la promesa, sobre todo pensando en que llegue hasta que se celebren los próximos comicios. En cuanto a la sumisión, habría tanto que hablar. ¡Con qué descaro se aceptan propuestas absolutamente inaceptables, tanto en la vida pública como en la privada! El daño que a España va a suponerle el paso de este Gobierno, dada su habitual manera de acallar las reivindicaciones por estúpidas o absurdas que sean, no es tampoco fácil de calcular. Y lo malo es que no se ve la alternativa posible, cuando uno se da cuenta de que entre un Pepiño Blanco o un López Garrido y un Zaplana o un Acebes apenas hay diferencias. Cuando uno examina nuestra clase política, no puede por menos de condolerse y temer lo peor. ¡Si al menos quedaran 7 justos en Sodoma!

No hay comentarios: