miércoles, agosto 08, 2007

Garcia Brera, Estampa de Zagreb

jueves 9 de agosto de 2007
Estampa de Zagreb
Miguel Ángel García Brera
E S Zagreb una ciudad por la que da gusto pasear, tanto por estar dotada de amplias aceras, como por ser numerosas las plazas y calles peatonales. Por ellas he deambulado morosamente, junto a colegas de medio mundo, contemplando los edificios de distintas épocas, deteniéndome ante las fuentes de curiosos juegos de agua, admirando las estatuas y, entre ellas, las levantadas, al uso moderno, a pie de calle, en las aceras, como si el representado estuviera andando o formando parte broncínea del banco en el que aparece sentado. Esta moda lleva mi imaginación desde Zagreb a Oviedo, donde también hay profusión de tal tipo de estatuas, o a Madrid, que plantó también en la calle, entre otros iconos y personajes, a la Violetera del cuplé. En Zagreb, sobre todo en la parte baja, son famosos los cafés, con amplias terrazas, bajo vistosas sombrillas, amuebladas con cómodos sillones, ocupando muchas vías sin acceso al automóvil. Son establecimientos que reproducen las clases sociales, porque, según se me hace saber, en algunos sólo se reúnen los políticos y es fácil verlos al comenzar la mañana, antes de empezar su trabajo, y, en otros, bulle la juventud de los estudiantes, mientras hay terrazas en las que sientan cátedra mercantil, o hacen ostentación, los "parvenúes". Miro a la gente sentada y pienso en una paradoja, reproducida en todos los países y en cualquier tiempo: La de los enriquecidos, de repente, a causa de la guerra, que, al tiempo que daña gravemente a los pueblos, tantos beneficios produce a algunos "enchufados" en las Administraciones Públicas, a los negociantes inteligentes, a los avispados y, en algunos casos, incluso a ciertos delincuentes de guante blanco. El centro comercial de Zagreb es precisamente esta parte baja. El punto de encuentro de la gente suele ser la plaza de Ban Josip Jelacic, presidida por la estatua ecuestre de ese noble croata, con construcciones de los siglos XIX y XX. Una estructura urbanística de siete plazas relacionadas entre sí, permite hacer recorridos fáciles y contemplar los edificios más tradicionales de la capital; entre ellos muchos teatros y museos. Se muestra a mis ojos, encantador, el mítico Museo Mimara, entre cuyos tesoros hay algún Velázquez, y me atrae especialmente la rotundidad del Teatro Nacional Croata, delante de cuya fachada se encuentra el, tan fotografiado por los turistas, "Pozo de la Vida", cuyo brocal está rodeado de figuras humanas entrelazadas en artístico bronce. Otras obras, acordes con las más modernas escuelas de arquitectura, se han levantado en un tiempo más cercano, como el circular edificio del Hogar de los Pintores Croatas. Cerca de la plaza Jelacic, se alza el barrio llamado Kaptol, una colina donde destaca la catedral que, desde el siglo XI, marcó la influencia católica en Croacia, aunque guerras, incendios y persecuciones, no dejaron mucho de ella, si buscamos más allá del siglo XIX. Hoy se levanta en estilo neogótico, con dos agujas finísimas de 104 y 105 metros de altura respectivamente. En el interior, tras el altar mayor, se halla el sepulcro de Monseñor Stepinac, el cardenal que, sólo porque amaba a Dios y al prójimo, sufrió los horrores de la tortura comunista durante varios años. Vidrieras, lámparas, tumbas de piedra y de mármol, estatuas, el tríptico de La Pasión del Altar Mayor, cuyo centro con la Crucifixión se atribuye a Durero, y otros retablos hermosos hacen de la visita una lección de arte, que completa el hermoso púlpito barroco sostenido por un ángel y rematado por otro. Frente a la entrada del templo, dedicado a la Asunción de María y a San Esteban, se alza, sobre una fuente, una larga columna cuyo extremo ocupa la Virgen. En los aledaños, las Casas de los Canónigos reafirman el origen del topónimo zonal, en tanto, a un paso, donde hubo un dédalo de callejuelas en el pasado, hoy se ofrece un espacio abierto al amplísimo mercado de Dolac. Tras la compra diaria, muchos creyentes siguen un corto paseo hasta la encantadora iglesia gótico-barroca de Santa María. Como aviso para el visitante, y sin perjuicio de mucho que descubrir por cada cual, debo hacer mención a la plaza del rey Tomislav. La imponente estatua del monarca a caballo se destaca en este espacio, uno de cuyos límites adorna la alargada fachada de la estación de ferrocarril con aire decimonónico. Allí se han rodado varios filmes sobre los tiempos gloriosos del "Oriente Expreses". Una segunda referencia merece la calle Illica, la más larga de la urbe, recorrida por el tranvía, para fácil conexión entre la parte baja y la llamada Ciudad Alta. Y que nadie se pierda un viaje en el funicular desde el que alcanzará visiones inéditas de una ciudad realmente interesante, no sólo por su arquitectura sino también por su entramado en la naturaleza. A este respecto podría decirse que, si casi desde cualquier panorámica el visitante alcanza las torres catedralicias, igualmente hallará mil perspectivas de árboles y flores. Recomiendo, además, que nadie olvide subir al Sheraton-Panorama para tener otra idea de Zagreb por encima de sus tejados, entre los que considero el más llamativo el multicolor de la atractiva Iglesia de San Marcos (siglo XIII), muy cerca del Parlamento Estatal. La gastronomía, que es ingrediente fundamental en un destino turístico, destaca, por lo que a mis gustos respecta, en todo lo que se refiere a verduras, carnes y pescados. El queso da a determinados platos un gran atractivo, según he podido escuchar a mis amigos y colegas. No puedo certificarlo, dado que, desgraciadamente, una mala educación de mi gusto me hace reprobar todo plato que lleve lácteos, salvo el cántabro arroz con leche. Pero he de decir que, siendo también personalmente enemigo de las sopas, he probado las croatas y me he dado con fruición al consumo de las varias que he probado; las califico de excelentes. Restaurantes típicos y europeos hay para todos los gustos y, al menos en los hoteles que he visitado, especialmente en el restaurante "Fontana del Rey Tomislav" del Sheraton, los "buffets" son extraordinarios. Para no comer a palo seco, yo prefiero la cerveza nacional, extraordinaria, aunque no hay censura para ninguna extranjera y se ofrecen vinos de la tierra muy notables. El agua para consumo es un bien de alto coste en Croacia, pero ni escasea ni se repercute sobre el visitante. Se consume embotellada, mineral o natural. Y quienes la sirven, como en el resto de su trabajo, son eficaces y especialmente amables.

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