lunes, agosto 13, 2007

Ferrand, Zapatro y sus complejos

martes 14 de agosto de 2007
Zapatero y sus complejos

POR M. MARTÍN FERRAND
SIEMPRE que, en síndrome de abstinencia de popularidad, Pasqual Maragall se aparece en público suele mostrarse quejoso de José Luis Rodríguez Zapatero. No le faltan razones para ello. Haría falta acudir a Los tramposos, la película de Pedro Lazaga sobre guión de Miguel Martín, para encontrar un repertorio tan amplio y sorprendente de timos y engañifas como los que el líder socialista ha prodigado a su colega catalán para, independientemente de su coste y de su precio, salir ganando en aras de su permanencia en La Moncloa. Esa es la más auténtica línea política de Zapatero, la que mejor practica y en la que más insiste, y, en lo que a Maragall afecta, nunca se vio una simbiosis política con menos ventajas y más corto lucimiento para una de las partes.
A manera de consuelo, ya en una irremediable jubilación anticipada, el ex president de la Generalitat le ha dicho al «Diari de Girona» -antes, «Los sitios», de Prensa del Movimiento- que «habría valido más reformar la Constitución que modificarla desde fuera». De eso no cabe la menor duda. El camino de reforma estatutaria seguido en Cataluña es, ni más ni menos, un intento de forzar la Constitución y, como ocurre con todos los procedimientos tramposos, no servirá para mucho y, poco a poco, irá cobrando su factura. El propio Maragall ya ha pagado por ello. Su cabeza fue el precio, injusto e indebido, con el que Zapatero satisfizo la demanda de la opinión pública española, inquieta y/o irritada por el curso de los acontecimientos germinados por el tripartito y, previamente, orientados por los torpes y cambiantes diseños estratégicos del líder que descansa en el Coto de Doñana. ¿De qué descansará el hombre?
Sostiene Maragall que la actitud socialista en Navarra, al propiciar el gobierno de la derecha «españolista y regionalista», es «un error estratégico monumental». No parece que sea para tanto. Se trata, sencillamente, de una consecuencia más del estilo que caracteriza y define a Zapatero. Como las veletas, se orienta según la dirección del viento dominante y eso, en él, no es testimonio de criterios volubles o voluntad débil; sino, sin rodeos ni tapujos, la más diáfana expresión de su carácter y de sus criterios éticos y de compromiso. Zapatero no es un gobernante de raza. Es un superviviente... y sobrevive.
El presidente, según el ex president, está «acomplejado» por la política territorial del PP. No es eso. El presidente lo es en función de su liderazgo en uno de los dos grandes partidos de ámbito nacional español. Su política territorial, más errática que nacionalmente herética, merma sus expectativas en las circunscripciones en las que ser español es algo indiscutible y apreciado. De ahí que, más por electoralismo que por cualquier otra razón, incumpla sus compromisos y retroceda sobre sus propios pasos. Antes en Cataluña, ahora en Navarra y mañana donde convenga. Zapatero no trata de hacer Historia; sino de mantenerse, a cualquier precio, en donde está y nunca confió llegar a estar

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