jueves, agosto 23, 2007

Ferrand, Rubalcaba, el salvador

viernes 24 de agosto de 2007
Rubalcaba, el salvador

M. MARTÍN FERRAND
ALFREDO Pérez Rubalcaba es, muy posiblemente, el más artero de todos los políticos que nos ha dado la democracia. Podría equiparársele con Francisco Fernández Ordóñez; pero el hoy titular de Interior, felizmente vivo, ha dispuesto de más tiempo para curtir su experiencia y, con menor afán protagonista, sabe que su gloria y su porvenir políticos dependen del grupo en el que se incrusta y, si se tercia, se agazapa. Como dicen sus paisanos cántabros, especialmente los pasiegos, sólo se engaramba -se encarama- si no queda más remedio o, lo que para él viene a ser lo mismo, si así conviene a los intereses del PSOE. Ahora, conducido por los acontecimientos, que suelen ser más tenaces que la Guardia Civil, ha tenido que presentarse ante la opinión pública para, desbordado en sus incoherentes declaraciones el director general de Tráfico, echarle una mano y justificar lo que sólo un peso pesado de la propaganda y la astucia podía hacer pasar por bueno.
Según el ministro son muchos, demasiados, los muertos producidos en nuestras carreteras; pero, añadió inasequible al desaliento y consciente de que la repetición continuada termina por fabricar verdades, el carné por puntos ha salvado muchas vidas desde su implantación. Más que el mismísimo San Cristóbal. Según Rubalcaba, 500 le deben la vida a tan singular y polémica norma administrativa. Hay que remontarse a los tiempos del franquismo más duro para encontrar un caso parecido de desparpajo contable. El que fue ministro de Información y Turismo, Gabriel Arias Salgado, en vez de salvar cuerpos, tal que Rubalcaba, se dedicaba a la salvación de las almas. Según José María Pemán en «Mis almuerzos con gente importante» (Dopesa, 1970), en el curso de una comida en la que le acompañaban Juan Ignacio Luca de Tena, Víctor de la Serna, Wenceslao Fernández Florez... y Félix Ros, éste último le preguntó a quien se autotitulaba «teólogo de la Información»:
«Ministro, ¿es verdad que lleva usted una contabilidad exacta de los que se salvan ahora en España gracias a sus métodos coercitivos y parece que se ha mejorado mucho la balanza de pagos metafísicos, y que nuestras exportaciones al Paraíso superan cada mes las cifras del mes anterior?».
Arias Salgado estaba convencido de que su implacable saña censora redimía conciencias y salvaba almas -«la libertad es una opción entre la buenas posibles, pero excluyendo siempre el mal»- y Pérez Rubalca debe estarlo, o se comporta como si lo estuviera, del mérito de su ministerio en la salvación de vidas de automovilistas. La democracia legitima el poder, que no es poco; pero, en un tiempo y en un lugar dados, quienes ejercen ese poder tienden a estar hechos de la misma pasta. El titular de Interior está siempre al plato y a las tajadas, sin perder oportunidad de arañar un voto para su cofradía. En eso debieran imitarle sus adormilados adversarios.

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