domingo, agosto 05, 2007

Ferrand, La entrepierna del Rajoy

lunes 6 de agosto de 2007
La entrepierna de Rajoy Manuel Martín Ferrand

Siempre que tengo oportunidad, cuando compro los periódicos, tomo un café, viajo en taxi o pierdo/gano el tiempo paseando por calles y pueblos en las que nunca antes había estado, aprovecho para preguntarle a mis interlocutores ocasionales: ¿quién va a ganar las próximas elecciones? No trato de sacar ninguna conclusión científica o rigurosa de tan aleatoria experiencia; pero me parece significativo que, según mi observación de los últimos meses —en Madrid y en Cantabria—, puedo agrupar las respuestas recibidas en dos grandes grupos: a) quienes, aunque sea sin mucho entusiasmo, no dudan un instante y sostienen que “tenemos Zapatero para rato”, y b) quienes, no sin desasosiego, divagan sobre lo que debiera hacer el PP para recuperar su fuerza y tener alguna oportunidad cuando se abran las urnas.
Cada cual puede sacar sus propias conclusiones del mínimo bosquejo impresionista con el que señalo el ánimo social vigente; pero quien se mueva en la cúpula en la que habita —tan aislado, tan distante, tan desorientado— el grupo de poder del Partido Popular haría bien en dedicarle un rato a rumiar una observación, tan neutral como desinteresada, de la que pueden deducirse algunos de los síntomas de la enfermedad, con pronóstico reservado, que padece el partido que encabeza Mariano Rajoy.
José Luis Rodríguez Zapatero no es un líder que levante entusiasmos. Es más, a la mayoría de las personas, incluso votantes del PSOE, les parece “un mal necesario” o “el fruto de una situación atípica” (en referencia a los atentados terroristas del 11M); pero, simultáneamente, no terminan de ver a Rajoy como cabeza de una alternativa real y al alcance de las manos. ¿Qué raras fuerzas circulan por los laberintos de la opinión pública para que se genere un desenfoque tan distante de la realidad objetiva?
Operan en el juego muchos valores contradictorios entre sí. Mientras el PSOE es, sin disimulo alguno, un partido socialdemócrata, el PP se dice liberal —algo que no se advierte en los hechos de las circunscripciones en las que gobierna— y, acomplejado, se comporta como si también fuera socialdemócrata. Es el juego centrista que se lleva en el Continente y que, avalado por el Estado de Bienestar, tiene difícil corrección o enmienda.
Hay algo, creo, muy determinante en la creación de una imagen que presenta al PP como una formación radical y rabiosa, extrema, que no coincide con la realidad. No se olvide que al PP, antes AP, le debemos que no surgiera en España, contra lo que cabía temer como herencia directa del franquismo, una formación de extrema derecha. Desde los días de poder de José María Aznar, la política informativa y el diseño de comunicación abordados por el partido de la derecha han sido torpes y, salvo raras excepciones, encomendados a gentes de tercera división. Incluso sus alianzas mediáticas son más que discutibles. El Mundo y la COPE —en donde habitualmente se define a Rajoy como “maricomplejines”— son los medios de referencia del PP y ello activa y fomenta la imagen de perdedor que acompaña al partido y presenta a Rajoy como un hombre débil y sin expectativas de victoria.
Este pasado fin de semana, como suele suceder con las ediciones dominicales de los diarios, se han publicado un buen número de entrevistas políticas o, mejor, a políticos. En El País, Felipe González ocupaba lugares estelares y, no sin intención, puntualizaba sobre algunos aspectos del pasado de interés actual. María San Gil, vuelta a la política, era también estrella protagonista, especialmente en ABC, en multitud de publicaciones de toda España...
Mariano Rajoy centraba el interés de El Mundo en una de esas entrevistas que tanto se llevan, concordantes con el modelo informativo instaurado en las televisiones —periodismo sin noticias—, en las que lo jocundo triunfa sobre lo enjundioso. Desordenados recuerdos infantiles, coñas marineras, alusiones imprecisas... y preguntas de este tenor: “Que hace si le pica la entrepierna en un mitin?”. “Nunca me ha ocurrido”, responde Rajoy sin mayor garbo, ironía asesina o, por lo menos, irritación de punto final.
Está claro que, en mi personal y poco científica encuesta sobre el futuro electoral que nos aguarda, los integrantes del grupo b son los más ajustados y precisos.

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