lunes, agosto 20, 2007

Ferrand, La ambicion de Gallardon

martes 21 de agosto de 2007
La ambición de Gallardón

POR M. MARTÍN FERRAND
NAPOLEÓN estimulaba el valor de sus ejércitos haciéndoles creer a los soldados que todos ellos llevaban en la mochila el bastón de mariscal. Es el mismo espíritu que fideliza a los militantes de los partidos políticos. A partir de tan científico y preciso principio general puede observarse que los militantes de hoy, como los combatientes del Emperador, aplican distintos grados de ambición en sus esfuerzos por alcanzar el mariscalato. En el PP, donde abunda más la pereza que las ganas, Alberto Ruiz-Gallardón, el actual alcalde de Madrid, nunca ha ocultado su ferviente deseo de poder. Eso le honra. Entre quienes no lo tienen y los que, si lo tienen, no lo confiesan, el gran partido del centro derecha parece, muchas veces, un patio de colegio antiguo, más dado a la rencilla interna que a la pedrea con el colegio de enfrente. Así no se endurece el músculo.
A Gallardón, que siempre estuvo en las cocinas del partido, no se le ha olvidado que Antonio Hernández Mancha, una de las mejores oportunidades despilfarradas por el PP, no prosperó en su intento de suceder a Manuel Fraga por no tener escaño en el Congreso de los Diputados. Ejercer la oposición desde la tribuna de los visitantes es como jugar al póquer con garbanzos, y Gallardón no quiere que, llegado el momento de la sucesión de Mariano Rajoy, le pueda ocurrir lo mismo. De ahí que el nieto de «Don Sincero» -uno de los pseudónimos de su abuelo periodista, Víctor Ruiz Albéniz- vuelva a reclamar presencia en las listas del PP para las próximas legislativas. Van pasando los años y teme que, como a las mocitas casaderas, se les pase el arroz.
La novedad reside en que Ruiz-Gallardón dice pretender ahora que Madrid tenga voz propia en la Cámara. A Gallardón, tan sobrado de facultades como escaso de buenas compañías, le flojean los recursos dialécticos. ¿La lista del PP por la circunscripción de Madrid para las elecciones venideras, se supone que encabezada por Rajoy, no es suficiente para que la voz de la capital resuene en el hemiciclo? Barcelona, Valencia, Bilbao, Zaragoza, Sevilla, Valladolid... ¿no deben, como Madrid, hacerse oír en la Carrera de San Jerónimo?
Después de la reconversión del «Vicente Calderón» -la gran alcaldada de la canícula-, algo que deberán agradecerle eternamente los herederos de Jesús Gil y quienes, en su día, resulten serlo de Enrique Cerezo, Gallardón ha perdido finura argumental y esconde bajo un manto de aparentes intereses capitalinos lo que es un legítimo y ardiente deseo personal. En lo fundamental no le falta razón. En un sistema parlamentario, aunque sea tan escaso como el nuestro, quien no lleve en el bolsillo un acta de diputado no puede aspirar a mariscal. Ni a coronel tan siquiera. Lo que sí resulta chocante en todo esto es pensar que si su abuelo era el único periodista capaz de llamarle Paco a Francisco Franco, ¿el nieto no se atreve a llamarle Mariano a Rajoy para plantearle el asunto de frente y por derecho? También es posible que el problema esté en Rajoy.

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