jueves, agosto 16, 2007

Ferrand, El tamtan de Zapatero

jueves 16 de agosto de 2007
El tamtan de Zapatero

POR M. MARTÍN FERRAND
EN evitación de que pueda llegar a abrumarle la fatiga, Mariano Rajoy ha llegado al ecuador del mes de agosto sin que, hasta ayer, se le advirtiera un solo suspiro. En equilibrada combinación de siestas y reposos, el líder del PP ha ido despilfarrando unos días útiles para la prédica de los valores de su oferta electoral. La intensidad informativa decae con la canícula y resulta más fácil asomarse a la primera página de los diarios sin pagar el tributo invernal de las grandes declaraciones y los gestos desmedidos. Quizás sea que, encerrado en su mismidad, Rajoy trate de desenredar el ovillo de intrigas que han puesto en circulación, por todos los mentideros nacionales, quienes, con mayor o menor descaro, ambicionan relevarle en el póster electoral que muy pronto tendrá que desplegar el partido aspirante -¿lo sigue siendo?- por las paredes de toda España.
José Luis Rodríguez Zapatero, también practicante del veraneo al modo de los lagartos, se despereza de vez en cuando y, para que no decaiga su cotización, asoma la jeta por algún mitin convocado a tal efecto y emite los sonidos adecuados para que puedan ser repetidos por todos los tamtanes de la tribu socialista y amplificados por su devotos, y agradecidos, servidores mediáticos. Para su reciente y última aparición el presidente del Gobierno eligió el jerezano Museo de la Atalaya, una exhibición del poder socialista de cuando expropiaron Rumasa, y allí formuló una pregunta propia de los monólogos humorísticos que, para promover el llanto, emiten los programas de la tele. En concordancia con su última obsesión inquirió el líder de la sonrisa perpetua: «Qué les molesta de una asignatura que se llama Educación para la Ciudadanía, ¿la educación, la ciudadanía o las dos cosas a la vez?». Quienes fuimos obligados a cursar Formación para el Espíritu Nacional podríamos explicárselo con rotunda y meridiana claridad, que el problema no suele estar en los rótulos -impecables el uno y el otro-; sino en el contenido y, peor todavía, en el uso que de él pretenden hacer quienes controlan la manija del poder.
Emitido el mensaje, Zapatero volvió a su madriguera del Coto de Doñana. Misión cumplida. Ha vuelto a usar una mora verde para limpiarse la mancha que le produjo otra madura, tal que Magdalena Álvarez. Lo importante es cambiar de conversación cuando la que cursa no favorece a la causa electorera que constituye la única esencia de su ideario y la exclusiva intención de sus acciones. Zapatero no quiere educar a los ciudadanos, algo benemérito e inalcanzable con una sola asignatura. Lo que pretende es adoctrinar desde su propio y envejecido código ideológico a las generaciones que, por nuevas, debieran volar con sus propias alas y sin concesiones al anacronismo marxista que, seguramente en homenaje a su abuelito, destila el presidente. Durante la II República, el tiempo de sus devociones, la versión neutral de esa asignatura se llamó Urbanidad.

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