lunes, agosto 20, 2007

Felix Arbolí, Y Dios creo a la mujer

martes 21 de agosto de 2007
Y DIOS CREO A LA MUJER
Félix Arbolí

N O existe en esta vida una influencia más poderosa que la de la mujer en todos los aspectos y circunstancias. Soy un convencido de que si el mundo estuviera regido por mujeres, la política sería más responsable, eficaz y provechosa para la sociedad. De hecho, ya hay países donde lo hacen y marchan a las mil maravillas. Para mí la mujer es el compendio de todo lo bueno que se pueda dar en el ser humano. Sin ellas, aparte de la imposibilidad de nuestra existencia y crianza, seríamos seres errantes y desorientados, faltos de estímulos, carentes de ilusiones, sin posibilidades de sentir el maravilloso placer del amor o recibir los inestimables estímulos de la ternura. Hablo del hombre en general, sin detenerme en apeaderos y estaciones fuera del recorrido habitual. Soy un eterno enamorado de la mujer y un ferviente admirador de sus muchas virtudes, tantas que me hacen olvidar sus defectos, que también los tienen, aunque quedan eclipsados por las primeras más abundantes y gratificantes. Los hombres somos tan necios y altaneros que nos creemos los reyes de la creación y no nos damos cuenta que somos piezas fácilmente reemplazables y desechables, sin que por ello cambien panoramas y circunstancias. Nos sentimos grandes porque, desde tiempos inmemoriales e injustamente, la sociedad masculina se hizo con el poder, dado que entonces imperaba la ley del más fuerte y la violencia física, en las que la mujer no había sido preparada. Una colectividad que inició su andadura aprovechando la potencia muscular del hombre para hacerse con el mando, antes que la inteligencia y sutileza femenina pudieran reaccionar. Eran tiempos de gruñidos y garrotes, donde el humano competía con los animales en ferocidad y fuerza. . Nuestras evas, hay que tenerlo muy en cuenta, son enemigas terribles si las tenemos enfrentadas y una ayuda poderosa y valiosísima si la tenemos a nuestro favor. La fuerza física,. no nos empeñemos, no es un arma capaz de vencer a una mujer, aunque pueda coaccionarla y obligarla en esos instantes a aceptar nuestros abusos o necedades. Pero esclavizar y violentar no es lograr la victoria, ni mucho menos pensar que la hemos convencido y que el asunto puede darse por zanjado definitivamente. ¡Librenos Dios del resentimiento de una mujer maltratada y con toda la razón a su favor!. Será un ser que se siente de continuo amenazada y estará siempre maquinando la forma de liberarse de ese monstruo que la tiene atormentada y amargada. Alabo a esas féminas que con un par de ovarios ( perdonen mi rudeza), no consienten ser tratadas como un objeto sexual y caprichoso por un necio bruto y le plantan cara decidida a su torturador, para poner fin de una u otra forma a sus sufrimientos y atropellos. ¡Es horrible leer y conocer las desventuras de tantas mujeres torturadas y asesinadas ante sus propios hijos, por unos seres descerebrados que debieran estar más aislados que las peores fieras de un zoo!. Y más horrible aún contemplar la pasividad de la justicia para evitar a tiempo esas monstruosidades. Pienso que ese proceder solo puede obedecer a un enfermo mental y peligroso que no es apto para vivir en libertad. ¡Cómo es posible odiar tanto a esa mujer que llena de ilusión y confiada en nuestras falsas promesas y demostraciones de cariño, se aventuró a darnos los mejores y más bonitos años de su vida y hacernos protagonizar sus sueños más entrañables!.!La madre de nuestros hijos, el soporte de nuestros achaques y estupideces, la compañera leal y abnegada que supo estar a nuestro lado en los momentos más duros y difíciles y la que nos mostraba una forzada resignación, mientras el corazón se le partía a pedazos, para aliviarnos los momentos más penosos de nuestra existencia, que ella también los padecía. ¡Cuantas veces tras la sonrisa de nuestra inteligente y sacrificada mujer se escondía la decepción, el miedo, la desconfianza en el futuro y hasta las más firmes dudas sobre nuestra conducta!. ¡Cuantas faenas han llorado en la intimidad de la noche y en las tardes de soledad, mientras nosotros tan brutos, memos e insensibles continuábamos con nuestras infidelidades, meteduras de pata y locuras más propias de auténticos insensatos que de un padre de familia!. Quién no ha visto llorar a su mujer es un bendito de Dios, un ser privilegiado, algo fuera de lo normal, porque hasta los que la hemos querido y la queremos con locura, más que a nuestra propia vida, la hemos hecho sufrir con nuestras absurdas búsquedas de unos placeres momentáneos y falsos, sin percatarnos que teníamos en nuestras casas, esperándonos llenas de cariño, ternura y pasión, al verdadero y más maravilloso amor. Ese ser tan completo y magnífico capaz de hacernos sentir las más bellas emociones. Dicen “que detrás de todo hombre importante, hay siempre una gran mujer”. Pocos casos se han dado en la Historia de hombres que hayan llegado a la cima del poder o la gloria, que no tuvieran a su lado, aunque escondida en un discreto segundo plano, a esa desconocida coautora de su éxito, su eminencia gris. Ni políticos, ni escritores notorios, ni artistas que han dejado huella más allá de sus límites vitales, han podido vivir sin la influencia protectora y la necesaria inspiración de una mujer. Ella es la musa que hace que el poeta se evada a los espacios estelares y a través de ella, de su recuerdo, de su influjo, llegue a las cercanías de la divinidad. Sin mujer, sin el amor, no existe la poesía. Hasta los versos desesperados y desgarradores la tienen como protagonista y fuente de inspiración. Sin la mujer nuestra vida sería como vivir en un desierto de alicientes y sueños. Yo adoro a la mía, por todo lo que me ha aguantado y me soporta, con esa mirada tan llena de amor y comprensión, tan entregada a mi. No la merezco, soy sincero. Tarde me he dado cuenta de lo mucho y bueno que he recibido con esa mujer y lo poco que he sabido hacérselo saber y agradecer. Sigo siendo un soltero impenitente en mis pensamientos y miradas. Lo confieso humildemente y se que moriré amándola hasta el no va más, pero añorando sueños y amores que fueron parte de mi vida y que nada ha podido borrar de mi memoria. No se si soy un ser extraño e incomprensible para el humano normal. Se que ella se entregó a mi con todas las consecuencias y no se ha torcido en su camino y no es porque se llevara a un hombre excepcional, físicamente interesante, acomodado económicamente, con futuros de triunfos y fácil de convivencia. Soy difícil de tratar, aunque rápido en reaccionar y nada reaccionario a reconocer mi error y pedir perdón. Un mediocre de los que abundan y pasan sin dejar huellas. A mi madre, tampoco la comprendí como debiera. Era una mujer fuera de lo habitual, madre celosa, mujer luchadora y ejemplar en su vida y su manera de enfocarla. A veces, su excesivo interés persiguiendo mi comodidad, aligerándome el camino a costa de sus propios esfuerzos e intentando mi tranquilidad de espíritu para asegurarme el Más Allá, en el que ella estaba profundamente convencida, me producía cierto efecto negativo. No supe valorar sus muchas virtudes y perdí grandes oportunidades, que ahora lamento, de poder demostrarle que le estaba agradecido y la quería con la devoción de un hijo. Gracias a ella, a pesar de mis calaveradas, desvaríos y deslices de envergadura en muchas ocasiones, me he podido mantener fiel a unos principios que ella me inculcó y que se han fundido en mis sentimientos con mucha más consistencia de lo que yo jamás pude creer. Sin su insistencia y su machaconería, que tanto me molestaban entonces, posiblemente mi vida hubiera tomado otro rumbo y hoy no se cual sería mi situación. Seguro que muy distinta y peor que la que disfruto. Falta ese monumento a la mujer, madre y esposa, donde quede reflejado el poder de su seducción, la fortaleza que nos imprime su cariño y lo mucho que le debemos desde el mismo momento que nos traen a la vida a base de dolor e inagotable ternura o se unen a nosotros dispuestas a afrontar un futuro lleno de incógnitas y dificultades porque confían en nuestros sentimientos, aunque vean en su círculo habitual que no siempre el cuento de las perdices se hace realidad en nuestras vidas. Lo que me extraña, aunque lo respete, sin poder comprenderlo, es que la Iglesia, que se escribe y menciona en femenino y que tiene a la Virgen como su valedora e intercesora más eficiente, le haya dado tan poco protagonismo a la mujer. Su papel suele ser de auxiliar y no le otorgan la importancia debida y decisiva que interpretan. No comprendo que una Teresa de Calcuta, una Teresa de Avila, por citar a dos de las más conocidas universalmente, esas increíbles heroínas de la fe que hoy abundan en nuestro santoral, las fundadoras de tantas órdenes religiosas que sirven a la Iglesia, en muchos casos,. con más eficacia, austeridad y santidad que las fundadas por los hombres, etc, etc. tantas mujeres que han dado gloria, ejemplo y universalidad a la Iglesia, no hayan sido merecedoras de mover las conciencias de los doctos varones para su merecido homenaje y conferirle el lugar preeminente que dentro de nuestra Iglesia han sabido ganarse, aunque no lo quieran reconocer como debieran. Cristo mismo, dio un enorme protagonismo a la mujer en los principios del Cristianismo. Ya el mismo detalle de elegir a una mujer, su Madre, como punto de partida en su humana aventura para mostrarnos las pruebas de su divinidad y la grandeza de sus mensajes. Soy consciente y no creo caer en herejía al declararlo, que la mujer no debe tener veto alguno en alcanzar los mismos niveles en todos los aspectos que los hombres. Más aún, creo sinceramente que me confesaría más tranquilo, sincero y confiado con una mujer que con un hombre. Ellas, seguro, nos darían mejores y más eficaces consejos y serían más receptoras y comprensibles a nuestros problemas y pecados. Su sensibilidad, su innata ternura y su espíritu maternal que sienten desde que tienen uso de razón y “enganchan” a una muñeca, serían más provechosos que los consejos que nos pueda dar un hombre más apegado a nuestros propios defectos y sin tan exquisitos sentimientos. Creo que serían mejores sacerdotes y consejeros que los propios hombres. A mi, al menos, no me incomodaría abrirle mi interior y contarle mis pesares, preocupaciones, dudas y problemas, ya que ellas desde pequeñas tienen muy arraigada la ternura, están más acostumbradas a desarrollar entre los que la rodean los máximos cuidados y a derrochar toda esa carga de abnegación tan propia de su naturaleza y hasta soportar sacrificios si fuera necesario para sentirse útiles y mejorar nuestro entorno. Cosas que el hombre de natural egoísta y acomodaticio normalmente es incapaz. No entiendo esa norma habitual en todas las doctrinas y religiones de relegar a la mujer a puestos secundarios, cuando todo lo importante y trascendental en nuestras vidas tienen nombres femeninos: Divinidad, Creación, religión, creencia, Tierra, Luna, estrellas, madre, ternura, sensibilidad, devoción, suerte, desgracia, alegrías, desgracias, etc. y hasta los que existen y se denominan en masculino tienen dependencia de los anteriores expresados. En un curioso y acertado correo que recibo, del que ignoro su autor, se cuenta lo siguiente: “Cuando Dios hizo a la mujer, ya estaba en el 6º día de trabajo, en horas extras. El ángel que le acompañaba y observaba su trabajo le pregunta intrigado: “- ¿Por qué inviertes tanto tiempo extra en esta criatura? . “- Porque es algo muy especial. Debe ser algo muy diferente a todo lo creado hasta ahora. Debe tener un regazo que pueda acomodar a 4 niños al mismo tiempo,un corazón capaz de albergar multitudes y una ternura capaz de derretir el acero. Debe ser capaz de curar con un beso desde una rodilla raspada hasta un corazón roto y todo ha de hacerlo con solo dos manos. “El ángel quedó sorprendido con la respuesta divina- “¿Solo dos manos…?. Imposible. Además, me parece excesivo trabajo para terminarlo en un solo día..Creo que deberías esperar a mañana para terminarlo…. “- No lo haré, pues estoy a punto de terminar mi creación favorita. Ella se curará sola cuando esté enferma y podrá trabajar 18 horas al día sin mostrar el menor desaliento. “El ángel se acerca y toca a la mujer… “ – Pero. Si la has hecho muy suave, Señór… “•- Es suave, pero fuerte. No tienes idea de lo que podrá aguantar. Además de otras muchas cualidades, le daré la facultad de pensar con paciencia, razonar con fundamento y negociar con sabiduría. Será extremadamente prudente y decisiva. “El ángel vuelve a tocarla. Esta vez, a la mejilla y demuestra gran nerviosismo… “- Señor, este modelo parece que tiene una fuga. No me extraña. Son excesivas cualidades y aptitudes las que has puesto en ella… “-Eso no es una fuga, es una lágrima. Será la manera de expresar su dicha, sus penas, sus desengaños, su amor, su soledad, sus sentimientos y su orgullo. “- ¡Has hecho algo verdaderamente maravilloso, Señor!- “ –Lo es. La mujer tiene una fortaleza que maravilla al hombre, aguanta todo tipo de calamidades y es capaz de soportar grandes cargas, pero todo ello demostrando felicidad, amor y resignación. Sonríe cuando quiere gritar, canta cuando quiere llorar. Ríe cuando está nerviosa y llora cuando está feliz. Lucha por lo que cree. Se enfrenta a la injusticia. No acepta el “no” por respuesta cuando cree que hay una solución y se sacrifica para que a su familia no le falte lo necesario. Solo acude al médico cuando lo necesitan algunos de los suyos o una amiga que no se atreve a ir sola. “Ama incondicionalmente y llora de emoción ante el triunfo de sus seres queridos. Su corazón se rompe cuando muere alguien muy próximo, pero puede resistir cuando parece que ya no le quedan más fuerzas. Sabe que un beso y un abrazo pueden ayudar a curar un corazón roto. “No obstante, tiene un defecto: que se le olvida lo mucho que vale”. ¡Felicidades mujeres porque sois la creación más bella de Dios!.

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