martes, agosto 14, 2007

Felix Arbolí, Donde se habla mucho y no se dice gran cosa

miercoles 15 de agosto de 2007
DONDE SE HABLA MUCHO Y NO SE DICE GRAN COSA
Félix Arbolí

(A mi entrañable amigo Eduardo Ramos, de San Fernando, a quién debo algunas de las palabras, que me inspiraron el artículo. Sin ellas, no se me hubiera ocurrido). HACE tiempo, mucho tiempo, había una nación llamada España, antes Hispania, mucho antes Iberia y quien sabe cómo se llamaría en los tiempos donde no había anuncios o “spots”, pero si mercados, esos que ahora se llaman “markets”, puestos de venta o “stands”, y las gentes se iban de acampada, los “campings” actuales, en el que cuentan nunca se ponía el sol. Aunque los cultolatiniparlos de turno, le llamen el tiempo del oscurantismo. Hoy se pone el sol en nuestros dominios con bastante frecuencia y, a veces, hasta se esconde más de lo debido tras las nubes, perdido en el horizonte para no tener que soportar el denigrante y amenazador panorama que le ofrece la locura e insensatez del español actual. Éramos, según cuenta la Historia real, no esa pantomima que hoy se sirve en los libros de texto, la nación más poderosa y temida de Europa y dueña de casi todo el mundo conocido, que ya era bastante extenso. Nuestros gobernantes, reyes de la Casa de Austria, eran respetados y tenidos muy en cuenta en todos los foros internacionales y sus posibles enfrentamientos bélicos nada deseado por sus oponentes, incluso la poderosa Isabel I de Inglaterra, la reina virgen de matrimonio, que no de hombres en su lecho. Ser español era un verdadero orgullo. Hoy desgraciadamente, somos pocos los que sentimos tal sensación. Tampoco tenemos Austrias de los que presumir. Pero desde tiempos inmemoriales, aún antes de que el manco de Lepanto, nuestro universal Miguel de Cervantes, escribiera su obra inmortal, hemos sido quijotes en nuestra manera de pensar, obrar y entender a los demás. Es nuestro sino. ¡Qué le vamos a hacer!. Nos hemos encontrado con excesivos molinos girando en nuestro entorno, como los del hidalgo manchego, que nos han machacado sin contemplaciones. Molinos “made in Spain” y en otros muchos lugares del mundo, que para nuestra desgracia, no hemos podido dispersar en tan duras y continuas batallas siempre en desventaja, o “handicap” contra esos gigantes aspados que se han cruzado en nuestro camino y que en lugar de harina de trigo, nos han ido moliendo sin contemplaciones desde dentro y desde fuera. Ya tuvimos nuestro calvario con cartagineses y romanos jugándose nuestro espacio y soberanía, como si se tratara de la finca del abuelo. Los unos por el afán de incrementar sus negocios o “business” y los segundos porque sus ciudadanos continuaran ostentando el calificativo de “vip” ante el mundo conocido. Nosotros, como tantas otras veces, nos limitamos a poner la cama y disimular nuestros sentimientos o “feelings”. Siglos más tarde, tras el Columbus day”, ( no día de España), para exaltar nuestra gesta, aunque les cueste gran esfuerzo reconocer esta autoría, llega un italiano florentino, Américo Vespucio, tripulante de la expedición y hace un mapa y cuenta la hazaña a su manera, dándole su nombre a las tierras recién descubiertas. Seguimos enfrentándonos a molinos y no precisamente de vientos. “ Spain is diferent”, que luego reconoció nuestro incombustible Fraga. En época más moderna, tras los años de luchas contra piratas, en continuos “footings”por esos mares de la imaginaria China, nos vemos despojados de todas nuestras conquistas y asentamientos, unas veces por nuestros propios y emancipados descendientes y oriundos y otras, por esa nueva colonia que se sacude el yugo inglés y aglutina a una enorme extensión de territorios que se engulle como si se trataran de simples “sándwiches”, despojándonos de Cuba,. Filipinas y Puerto Rico, que a excepción de la primera, pierden hasta el uso habitual del idioma español y lo cambian por el inglés. Sin darnos cuenta, la España colonizadora y madre de naciones, se convierte en colonizada del “yanquismo” de moda. Así van introduciendo en nuestro vocabulario coloquial palabras y expresiones inglesas, que llegan a alcanzar más vigencia que las originales. A nuestros bares, le llamamos “pubs”; a las toallitas de mano, “kleenex”; a la medias de nuestras mujeres “panties”y a nuestros calzoncillos “slips”. Cuando quieren que paremos decimos “Stop”, porque así nos lo han impuesto ellos. Cuando queremos encender o entrar “into” y si queremos salir o apagar “off”. Pocos artefactos útiles y lúdicos circulan hoy sin que sus instrucciones, manejo y piezas fundamentales, estén escritos en esa dominadora lengua. Y nosotros, quijotes eternos, maravillados y casi agradecidos ante tanta gentileza. Hoy no se puede circular por las calles españolas con tranquilidad y suficiencia si no se domina la lengua de Shakespeare. Vemos una serie de rótulos que, siguiendo esta anglomanía, nos hablan e indican sus funciones en esa lengua: Si vemos un supermercado, lo anunciaran como “Supermarket”; cuando se trata de un bar de copas, lo señalaran como “pub”; si es un autoservicio, será un “selfservice”, si se trata de degustar comidas ,“lunchs”; de aperitivos “cocktails”; y si hablamos de señores ejecutivos, diremos simplemente “yuppies”. Hasta nuestra rica panceta o tocino jamonero, una de nuestras más exquisitas tradiciones culinarias, ha perdido sus señas de identidad y la anuncian en las cartas bajo el nombre de “bacon”. No se le ocurra quedar citado con ese amigo, cliente o compromiso en el vestíbulo, que a lo mejor es capaz de irse a la guardarropía. Diga sencillamente, “nos vemos en el hall”. Será entendido en todas partes. Pero antes, no olvide dejarle las llaves del coche al encargado del “parking”, para que lo deje convenientemente aparcado. Si es mujer, puede dejar a su “baby”, con la “nanny”, nuestra antigua niñera, que ahora se llama de esa guisa. Claro que para ello hace falta pertenecer a la muy distinguida y selecta alta sociedad o “jet”, ser una “top-model” muy cotizada en portadas de revistas y programas del corazón y hasta con representante, que ahora es el “manager”, en exclusiva. . O un hombre famoso de los que figuran en programas y actuaciones de altos vuelos, al tratarse de un “show-man” excepcional. Vamos como el sabio de la poesía recogiendo las hierbas que el otro iba tirando. A los que antes dábamos lecciones de Historia, prestigio y de ser la cuna de grandes pensadores, investigadores y científicos, ahora le seguimos los pasos como el chavalín que corre admirado tras su hermano mayor, deseando emularle hasta en los gestos. Y como siempre, infravalorando nuestros méritos y valores, deslumbrados por los destellos ficticios de un faro que solo alumbra artificialmente. Llevamos un rumbo equivocado, de eso no hay la menor duda. Hemos despreciado lo eterno e inmutable y nos hemos encaprichado por lo superfluo y torcitero. Días pasados, un compañero de estas páginas, Ignacio San Miguel, por el que siento una gran admiración y me honro con su amistad, explicaba con toda claridad, sin recovecos, ni camuflajes, que íbamos disparados a alcanzar el “honroso” honor de ser los últimos de la clase. Yo le contestaba en el foro, que no éramos los últimos de la clase, sino el “culo” de Europa. Que hasta países con menos población, peso e importancia en todos los órdenes nos iban adelantando y dejándonos arrumbados en la cuneta. Y nadie parece darse cuenta de ello, ni nuestros “excelsos” políticos, ni nuestros próceres legisladores, ni nuestros intachables diputados y comuneros (por lo de Comunidades autonómicas o atómicas, que ya ni lo se), intervengan para nada e intenten deshacer el entuerto, como dice nuestro Quijote. Aquí no pasa nada. Pero estamos perdiendo la identidad nacional, el respeto a normas y valores éticos, morales y hasta sociales, el sentido de una unidad nacional y un idioma común, (que hoy es uno de los más hablados en el mundo, y nos empeñamos en elegir vocabularios nada conocidos fuera de escasas ciudades y casas), y hasta el afán de superación que debe tener todo pueblo si no quiere desaparecer en los inevitables círculos anglófono, chino o islámico. Es el final que les espera a los que como los salmones no superan su obstáculo contra corriente y quedan varados esperando su desaparición en las fauces de cualquier oso con sombreo de copa, media luna o cualquier otro distintivo. Y dejo este asunto, ya que es la hora del “afternoom snack” y quiero saborear ese bizcocho, (perdón, “plum-cake”), mientras presencio el “casting” de los nuevos participantes a ese concurso televisivo. Mi nieto, se entretiene con su tebeo, (otro lapsus, perdón, “comic”) y la pequeña imita a su madre haciendo gimnasia, (otra metedura de patas, “aerobic”). ¡Vaya tarde de despistes! “Excuse moi”. Bueno no, quise decir “Sorry”. Si, y muy contrariado que estoy ya que he extraviado la insignia (¡y dale, el “pin”), de mi Atlético de Madrid. No me falta, por supuesto mis “compacs” de música clásica, hoy precisamente bandas originales de muy buenas y recordadas películas. Esta es una de las pocas colonizaciones que me gustan de más allá del Atlántico, sus orquestas e intérpretes. Pero no todo es negativo, ya que si ellos han implantado la palabra “stress”, tan de moda actualmente, nosotros le hemos devuelto el favor con la no menos sonora, bonita y excepcional de la “siesta”. Algo que nada ni nadie podrá eliminar de nuestros hábitos, aunque conforme van las cosas, mucho me temería que algún cabrito no intentara también borrarla de nuestras costumbres y virtudes, como han hecho con tantas otras cuestiones. “Visnú, visnú, patita de conejo!, como decían las crías, hoy abuelas, que compartieron mis años infantiles, cuando querían espantar a algún maleficio.

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