lunes, agosto 20, 2007

Fatigas y payasadas prometedoras

lunes 20 de agosto de 2007
Fatigas y payasadas prometedoras

Mala pata. Se empieza por no saber coordinar trenes de cercanías y lejanías en la estación de Sants y se acaba en la plena confusión sobre horarios, responsabilidades, palabros y palabras. Cuando el ministerio de la Verdad del Gobierno Zapatero ha comenzado a gastarse el dinero con entusiasmo para celebrar a bombo y platillo la recuperación del sagrado nombre de España -se nos dice que tras gallarda lucha contra una perversa tribu cavernaria que lo tenía secuestrado-, falla una vez más la coordinación entre los socialistas nacionalistas y nuestra Moncloa estival transhumante. Está claro que la coordinación de actos voluntarios no es el fuerte de estos modernizadores y que, desde luego en verano, les cuesta mucho bañarse y escuchar al mismo tiempo las órdenes de Madrid para que dejen de masticar chicle. Igual que los socialistas navarros han tenido que organizar una larga y forzada frenada para cumplir el ordenado cambio de tercio con su provisional renuncia al acuerdo con el nacionalismo vasco, los socialistas gallegos están tan imbuidos en su concurso nacionalista con el BNG que no se enteran de nada y se les ha escapado que Zapatero quiere que se ponga de moda la palabra España. De aquí a marzo.
El hecho es que, sin que a nadie pueda sorprender en demasía la falta de reflejos, la Xunta de Emilio Pérez Touriño nos ha pergeñado un cartel oficial de la Xunta de la Vuelta Ciclista a la Palabra Liberada que reza: Galicia: na orixe do mellor ciclismo. 1-23 Septiembre (Vigo- Madrid). En el cartel aparece solo el territorio gallego como si de una isla se tratara y el recorrido de la enigmática competición por su geografía hasta que salta hacia un espacio vacío en el este que no se diferencia del mar al oeste y en el norte pero donde, ¡sorpresa! flota -se supone que una aldea que hasta se identifica: Luarca-. Don Emilio hubiera podido ganarse más de un cariño si, avisado, hubiera llenado los pueblos y ciudades de Galicia con grandes pancartas de la «Vuelta ciclista al territorio del Gobierno de España». O «bajo la coordinación del Gobierno de España». Habría mentido por supuesto, pero a estas alturas la sorpresa estaría en que no lo hiciera.
Pero lo dicho, la fatalidad ha surgido con un Pepiño de vacaciones y Maritere probablemente incapaz de comunicarse con la Xunta por falta de traductores al gallego. Así las cosas, nos hallamos ante otra descoordinación que sugiere alguna contradicción. Como esa otra de la cúpula de las instituciones catalanas en recoleta asistencia a una misa por un triste lunático apologeta del terrorismo. O la extensión de la presencia e influencia de fuerzas antisistema más allá de los ghettos tradicionales en el País Vasco y Cataluña para cobrar fuerza de la mano del socialismo en todas las regiones con fuerzas nacionalistas y en el seno de las organizaciones socialistas. O el tontiloquismo de quienes desde el PP o sus aledaños se ven tentados a sumarse a la carrera del particularismo asumiendo la lógica perversa y el supuesto determinismo histórico de la parcelación indefinida de los intereses de una España que es mucho más que la marca que algunos quieren ahora prostituir durante seis meses en ciertos distritos electorales. Las órdenes de mentir cambian cada vez con más premura y más desorden.
Los disparates de este fin de legislatura y los perjuicios que de ellos se derivan hacia la ciudadanía en toda España han alcanzado tales cotas de obviedad grotesca que comienzan a tener el paradójico efecto de albergar un potencial de esperanzas en un cercano fin de ciclo. No puede ser eterna la traca en el patio de Monipodio, con todos los corralitos en agitada competencia por el mayor ridículo y absurdo. En el año IV de la era Zapatero las contradicciones se agudizan ya tanto que no hay que ser Marx ni Gramsci para albergar esperanzas de que en un futuro no muy lejanos sean superadas y se reinstaure al menos la intención de un retorno al sentido común. Si Zapatero ha de recurrir a todo aquello que ha despreciado es porque «la cierta fatiga» que se percibe no es hacia España como dice su aliado Carod Rovira. La fatiga y la indignación parece más bien volverse lentamente contra quienes intentan quebrar una profunda, relevante y plural comunidad nacional capaz de defender un espacio común de solidaridad y libertad. Para crear entes pequeños domeñados, mezquinos, uniformes y miedosos. Es posible que no puedan. Que no sea demasiado tarde.

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