miércoles, agosto 22, 2007

Enrique Dans, Vivir en la Edad Media

jueves 23 de agosto de 2007
El túnel
Vivir en la Edad Media
El problema del analfabetismo en la red, obviamente, tiene fecha de caducidad. Una nueva generación nacida y criada en la red viene empujando fuerte, aprendiendo los conceptos básicos de Internet desde la más tierna infancia.
Enrique Dans

La vida en Internet en nuestros días tiene cuestiones verdaderamente curiosas, comparables casi a lo que ocurría en Europa durante los llamados “años oscuros”, la Edad Media, aproximadamente entre los años 500 y 1000. Entiendo que comparar la oscura Edad Media con un siglo XXI en el que florece todo tipo de conocimiento puede resultar, como mínimo, provocativo, pero veamos si soy capaz de expresar adecuadamente el razonamiento: la Edad Media se caracteriza por un completo estancamiento del conocimiento humano. Por razones de múltiples tipos que abarcan desde lo político (desaparición de referentes unificados de poder) a lo religioso (intolerancia y persecuciones a los herejes) y lo socioeconómico (caída de la productividad debida a plagas, pestes y epidemias), la Edad Media supone un auténtico agujero negro para todo tipo de progreso, una era de quinientos años de dominio de la ignorancia y de fortísimas desigualdades sociales entre élites y pueblo. La inmensa mayoría de las personas vivían prácticamente toda su vida sin aventurarse más allá de escasos kilómetros del lugar donde habían nacido, expuestos a escasísimos niveles de cultura y desarrollo intelectual, con su curiosidad completamente reprimida por el desarrollo de normas que hacían aparecer como amenaza todo aquello que se saliese de la norma.
En cierto sentido, creo que algo así está pasando con la Internet de hoy. Por un lado, aumenta la división entre las personas que aprenden a extraer a la red todo su valor como vehículo de comunicación, difusión cultural o productividad, y una gran masa de “desinformados”, personas que directamente rechazan Internet o que poseen una visión completamente deformada de la red. Los primeros, denominados “netócratas” por autores como Bard y Soderqvist, obtienen progresivamente acceso a mejores puestos de trabajo y evolucionan con arreglo a fenómenos de difusión de conocimiento que se desarrollan con velocidades desconocidas hasta el momento. Los segundos, en cambio, conforman la masa de los “sin experiencia”: un vasto océano de ignorantes carentes de la más mínima alfabetización digital. Personas que van desde los que simplemente carecen de posibilidades de acceso por encontrarse en el “lado malo” de la brecha digital, a aquellos que sólo entran en Internet en busca de algo en concreto que han oído en algún sitio, y que se ven expuestos a todo tipo de delitos, estafas y malas artes debido a su escasa experiencia.
Una reciente encuesta a 2.482 usuarios adultos de Internet patrocinada por Microsoft reveló que un altísimo número de los internautas, un 58%, desconocía los conceptos más básicos acerca de amenazas de la red tan básicas y extendidas como el spam, el spyware o el phishing. Un 81% de ellos abría de manera habitual mensajes de correo electrónico con propuestas comerciales no solicitadas y, no sorprendentemente, en torno a un 17% de ellos declaraba haber sido ya víctima de algún tipo de estafa o timo en la red.
Desde el lado de los netócratas, este tipo de cifras se ven como algo completamente absurdo, carente de sentido: simplemente, no se entiende como alguien con dos dedos de frente y unos cuantos kilómetros en la red puede caer en una cosa tan obvia. Sin embargo, las cifras están ahí, y el problema evoluciona en forma de pescadilla que se muerde la cola: mientras exista esa masa de usuarios desinformados, víctimas de un escaso interés por aprender a comportarse en una red que los medios de comunicación tildan de peligrosa y malsana con titulares sensacionalistas, los delincuentes siguen encontrando un suelo fértil para sus actividades, y siguen suponiendo un obstáculo para el desarrollo de la red en todos los sentidos.
En el fondo, el paralelismo es como si, en pleno siglo XXI, hubiese una masa significativa de gente viviendo en plena Edad Media: personas que jamás se ha alejado de su casa y que, en el momento en que se encuentran a cierta distancia de la misma, carecen completamente de esquemas de comportamiento, porque su curiosidad se encuentra inhibida por las cosas terribles que han oído acerca de la red. Personas que no saben proteger su información, que desconocen qué cosas pueden hacer y cuáles resultan peligrosas, cómo comportarse ante determinadas situaciones... Desconocer el idioma y los protocolos de comportamiento de la red hoy en día es algo que se paga: el ostracismo digital empieza, cada día más, a ser peor que la cárcel.
El problema del analfabetismo en la red, obviamente, tiene fecha de caducidad. Una nueva generación nacida y criada en la red viene empujando fuerte, aprendiendo los conceptos básicos de Internet desde la más tierna infancia. No hay ninguna duda que con el paso de los años, la aparición y desarrollo de Internet será visto como una época en la que el progreso, la difusión del conocimiento y la aparición de nuevas ideas cambió la forma de trabajar, de aprender y de acceder a la información de toda la Humanidad.Pero mientras, una amplia masa de gente permanece al margen de todo ello: personas que se informan a través de los telediarios de unas televisiones cada día más orientadas a ese sector social, con informativos sensacionalistas en los que les cuentan que Internet es malo, una fuente de delitos de todo tipo, y un sitio en el que cualquiera puede irse a una enciclopedia y vandalizarla con total impunidad. Mientras los medios de comunicación masivos, fuente de la que beben sin cuestionarla la gran mayoría de desinformados, sigan estando dirigidos por analfabetos digitales, seguiremos viviendo en una triste y oscura Edad Media.
Enrique Dans es profesor del Instituto de Empresa

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