viernes, agosto 03, 2007

El socialismo juega con Navarra

viernes 3 de agosto de 2007
El socialismo juega con Navarra
LA «rebelión» de los socialistas navarros, cuya dirección acordó por unanimidad, el pasado miércoles, pactar un gobierno de coalición con los nacionalistas panvasquistas de Nafarroa Bai, pone en un compromiso a Rodríguez Zapatero, obligado a decidir entre la negativa del PSOE a esta alianza contraproducente para sus intereses electorales y la determinación del PSN de echar del poder, como sea, a Unión del Pueblo Navarro. Cabrá hablar de «rebelión» u órdago a la dirección del PSOE siempre que la decisión de los socialistas navarros no responda a un medido reparto de papeles o a una táctica de despiste pactada entre aquélla y éstos, cuyo desenlace sea la irrupción de Zapatero como pacificador de esta aparente crisis interna del socialismo en la que Moncloa y Ferraz se arrogan el papel de buenos frente a los «díscolos» del PSN. No es la primera, porque lo que está sucediendo en Navarra recuerda con bastante fidelidad el pulso que planteó el Partido de los Socialistas Catalanes al reeditar el nefando tripartito y dejar fuera del Gobierno de la Generalidad a Convergencia i Unió, pese que la coalición nacionalista había vuelto a ganar las elecciones autonómicas y había ayudado a Zapatero a sacar adelante el nuevo Estatuto catalán. Sin embargo, el antecedente del PSC avalaría la teoría del baile de máscaras que estarían interpretando los socialistas en Navarra. Visto con perspectiva, al apoyar un acuerdo de gobierno con los nacionalistas anexionistas de NaBai e Izquierda Unida, el PSN no hace otra cosa que llevar hasta sus últimas consecuencias la política de Zapatero de aliarse con los nacionalistas y de abandonar en el País Vasco y Navarra las posiciones constitucionalistas anteriores. Ya en 2003, tras las elecciones municipales, el propio Zapatero respaldó los acuerdos alcanzados en varios municipios entre el PSN y el PNV, pese a que vulneraban el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo. Por otro lado, las revelaciones periodísticas de las negociaciones del Partido Socialista de Euskadi con PNV y Batasuna, anticipadas por ABC en octubre del pasado año, demuestran que los socialistas estaban dispuestos a llevar a Navarra un programa de inmersión de esta comunidad en la estrategia general de pactos con los nacionalistas y con ETA.
Lo que decida Rodríguez Zapatero sobre la propuesta de los socialistas navarros dependerá de cuál sea su prioridad: no crearse un problema con costes electorales o dar la satisfacción al PSN de sacar a Miguel Sanz y a UPN del Gobierno foral de Navarra. El problema es que, con el acuerdo de coalición con los nacionalistas panvasquistas de NaBai, el PSN pone a Navarra en un callejón sin salida. Si finalmente UPN mantiene el Gobierno de la comunidad, será en unas condiciones de precariedad parlamentaria insostenibles que abocarían, antes o después, a unas elecciones anticipadas. Si es el PSN el que accede al Gobierno navarro, la comunidad foral vivirá tensiones difícilmente soportables y el PSOE quedará al descubierto porque se harán ciertos todos los temores sobre la negociación del futuro de Navarra en el marco del llamado «proceso de paz». Con Nafarroa Bai en el Gobierno navarro empezará otro proceso, el de la absorción de Navarra por el discurso y la dinámica que quieren los nacionalistas, y será para éstos un éxito histórico. El PSN ha demostrado no tener entidad política suficiente para actuar como un factor de contención de las demandas nacionalistas. Los socialistas no han cumplido este papel en Cataluña ni en Galicia. Tampoco en el País Vasco, donde, además de haber hecho propio un lenguaje y unas ideas claramente nacionalistas, han permitido que el PNV más débil electoralmente tenga ahora más poder institucional que en los últimos ocho años, al conseguir el Gobierno de Álava.
Los socialistas navarros están aprisionados -y, al mismo tiempo, debilitados- por su obsesión contra UPN y Miguel Sanz y ésta es la gran baza de los nacionalistas de NaBai. Si unos y otros forman gobierno, será irrelevante que ahora los nacionalistas renuncien formalmente a propuestas anexionistas, porque las mantienen escondidas bajo fórmulas «blandas» de cooperación cultural, social, económica o lingüística con el País Vasco. Antes o después, el anexionismo acabará planteándose y los socialistas, que ya aceptó discutirlo en el Santuario de Loyola mientras negociaban con el PNV y ETA/Batasuna, no tendrán fortaleza política para oponerse a las demandas de un partido que, además, tiene más votos que ellos. Si algo han aprendido los nacionalismos de todo tipo es que los pactos con el PSOE les son muy rentables.

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