lunes, agosto 27, 2007

El Libano, aniversario de un fracaso

lunes 27 de agosto de 2007
El Líbano, aniversario de un fracaso
UN año después del naufragio de la ofensiva israelí en el sur del Líbano, lo único seguro es que la situación ha empeorado considerablemente en la zona: Hizbolá es ahora una fuerza político-militar bien asentada en el sur del país, y si hay que hacer caso a las últimas bravatas de su máximo dirigente, Hassan Nasrallah, podemos dar por hecho que en estos doce meses ha incrementado su potencia de fuego hasta niveles preocupantes, incluso para el poderoso Ejército israelí. En este sentido, el fracaso de la misión de las Naciones Unidas en el sur de Líbano, la más antigua de las operaciones de paz de la organización internacional, resulta más que evidente.
A Hizbolá le ha bastado la aparición de una sublevación en el campo de refugiados palestinos de Nahr al-Bared -dirigida, como no podía ser de otro modo, por un grupo de extremistas islámicos que se hace llamar Fatah al-Islam- para tener al Ejército gubernamental libanés ocupado y alejado de su zona de influencia, mientras que las tropas de la ONU se han encargado solamente de proteger a sus propias dotaciones de ataques como el que costó la vida a seis soldados españoles. Su misión expresa de desarmar a Hizbolá no se ha cumplido en ningún momento y la guerrilla chií ha podido manejarse a sus anchas para conseguir armamentos, con los que se permite el lujo de advertir que si vuelve a haber una confrontación con Israel, puede hacer cambiar el panorama militar de la región. Es más: algunos gobiernos como el español han tenido conversaciones con Hizbolá para pedir la protección de aquéllos a los que se supone que estaban obligados a desarmar.
En estas circunstancias, la pregunta ya no es si se reactivará o no el conflicto en el Líbano, sino cuándo sucederá. Si Hizbolá se está rearmando como lo ha hecho -en contra de todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU- es porque tiene planes de volver a la guerra a corto plazo. Y no se ve claro que para entonces el Ejército gubernamental libanés pueda hacer gran cosa frente a una milicia con fuerte implantación territorial y que se jacta de haber hecho fracasar una ofensiva israelí. Las fuerzas multinacionales de paz, como ha sucedido invariablemente hasta ahora, se difuminarán en el paisaje e Israel se encontrará en una situación muy delicada después de la desastrosa experiencia de hace un año. Aquella acción fue un error, por mas que se tratase de la respuesta a una evidente provocación de Hizbolá, pero la vieja receta del apaciguamiento con un grupo calificado como terrorista -al que el Gobierno español apoyó con entusiasmo junto a algunos aliados europeos- tampoco ha ayudado nada. Si a eso se suma la incapacidad de poner fin a la constante ingerencia del régimen sirio en la política libanesa, ahora a través de caminos esquizofrénicos como el del general cristiano Michel Aoun, las perspectivas no pueden ser buenas para un país históricamente castigado por la guerra.

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