jueves, agosto 16, 2007

Desprecio a la bandera nacional

jueves 16 de agosto de 2007
Desprecio a la bandera nacional
LA escasa asistencia ayer en San Sebastián -unas pocas decenas de personas- a una concentración convocada por la izquierda abertzale, bajo el lema «La solución está en nuestras manos. Ikurriña sí, española no», probablemente no adquirió la relevancia cuantitativa que sus organizadores pretendían. Sin embargo, cualitativamente, el acto no dejó de constituir una ofensa moral a millones de españoles y una provocación que concluyó, ante la sede del Ayuntamiento donostiarra, con el canto del «Eusko gudariak». Eso sí, mucho se cuidaron los convocantes de que no se produjeran incidentes, de que no se cometiese ultraje a la enseña nacional y de que no se prodigaran conductas enaltecedoras del terrorismo.
Ahora bien, aun siendo una ofensa para la mayoría de los ciudadanos el desprecio público a símbolos comunes como la bandera y el escudo españoles, a pocos sorprenderán ya episodios de este tipo viniendo de quienes vienen. En cambio, sí resulta llamativa e irritante la ambigüedad con la que estos días se están expresando algunos dirigentes políticos vascos, que lamentablemente dejan entrever su propósito de reducir un año más a un acto meramente anecdótico, de sólo unos pocos minutos, la izada de las banderas en el Ayuntamiento bilbaíno en su día grande. Cuando Iñaki Azkuna, alcalde de Bilbao (PNV), argumenta que para evitar incidentes y «crispación» quitaría «todas las banderas del mundo»; y cuando el edil del PSE-PSOE en ese Ayuntamiento, Txema Oleaga, repite que su partido apoyará «cualquier medida que sirva para evitar problemas», incluso «por encima de la sentencia en cuestión», ambos parecen actuar como si la decisión de que ondee la bandera de España en el consistorio fuese una atribución soberana y caprichosa de sus miembros. Conscientemente, parecen olvidar que se trata de una previsión legal cuyo obligado cumplimiento viene reafirmado por sentencias judiciales firmes. La más reciente, la referida por Oleaga, impone la presencia de la bandera española en la academia policial de Arcaute, guste o no al PNV y al PSE.
Sin duda, los miembros del Ayuntamiento bilbaíno conocen de sobra que la ley, como las sentencias, no tienen un carácter orientativo. Su naturaleza es imperativa. En este caso, anteponer la ausencia de crispación como argumento preventivo para justificar una minusvaloración de la bandera española no es una excusa seria. Muy al contrario, revela un cierto desdén hacia la enseña nacional de quienes, precisamente en razón de su cargo, tienen la obligación de exhibirla. Y asimismo demuestra que su único afán es no contrariar en exceso a los proetarras, como si el estricto cumplimiento de la normativa vigente fuese en realidad una innecesaria provocación a los batasunos. Cuando los socialistas vascos afirman que «no pasa absolutamente nada por respetar la ley y las sentencias», retratan la oquedad de sus planteamientos y descubren la deliberada confusión con la que pervierten el lenguaje y los conceptos. No es que no «pase nada» por respetar la ley, como si ello fuese una opción o un acto de voluntaria generosidad. Es justo al revés: se trata de respetar y cumplir la ley para que no «pase nada».

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